Rosario Cordero Martín (Cáceres, 1966) se fue como vino. En silencio. Desde su pueblo, Romangordo. Solo la enfermedad ha doblegado en su frenética actividad a esta batalladora municipalista, alcaldesa histórica, licenciada en Derecho, portavoz adjunta socialista en la oposición provincial y, desde junio de 2015, presidenta de la Diputación de Cáceres. El 8 de octubre delegó sus funciones en el vicepresidente, Carlos Carlos por «motivos personales» que aludían a su enfermedad.
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«No me busquéis ni en placas ni en inauguraciones», dijo nada más llegar al cargo. Y lo cierto es que pocas personas como ella vivían tan intensamente el día a día de la gestión pública, primero en la bancada de la oposición junto al actual secretario general del PSOE cacereño, Miguel Ángel Morales, y posteriormente en el despacho de presidencia y al frente del Pleno de la Corporación. Cordero era uno de esos 'animales políticos' que viven su desempeño las 24 horas del día, tal y como solían recordar las personas que han trabajado a su lado en estos años.
No había asunto menor por el que no se interesase o en el que no quisiera estar al tanto. Eso le llevaba a jornadas de máxima actividad en las que la vida personal quedaba a un lado y que ponían en primer plano de su agenda la preocupación esencial que tenía: la política, los municipios, los alcaldes...
Cordero personificó el vuelco electoral de mayo de 2015, cuando los socialistas reconquistaron la Diputación tras el paréntesis de los cuatro años de mandato del PP con Laureano León. Hasta entonces era discretamente conocida, más como alcaldesa 'de siempre' de Romangordo, ese pequeño pueblo de menos de 300 habitantes, tal y como ella misma repetía con orgullo. Vino como la mujer del cambio y con un aval: fue la alcaldesa más votada de la provincia. En aquellos comicios del 24 de mayo de 2015 recibió el apoyo de 9 de cada 10 electores de su localidad (254 habitantes). Era regidora desde 2003. La toma de posesión en el salón de plenos se convirtió en una fiesta para Romangordo. Un autobús lleno se desplazó desde el pueblo hasta la capital para asistir a la investidura de su regidora.
Licenciada en Derecho por la Universidad de Extremadura, siempre se declaró una enamorada del mundo rural.
«Vengo del mundo rural, pero no vengo de alcaldesa a presidenta», llegó a decir. Luego rememoraba su trayectoria: concejala, presidenta del grupo de acción local, diputada de Desarrollo Local, viceportavoz en la oposición... «Conozco el mundo rural, sé de sus necesidades. No porque sea una alcaldesa de pueblo pequeño mi visión será solo esa», insistía en una entrevista a HOY. También reconocía que excepto los años que estuvo estudiando fuera, toda su vida la había pasado en el pueblo, con los suyos. Incluso ya como presidenta llegó a aprenderse casi de memoria el trayecto desde la comarca de Los Ibores hasta la capital.
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Si desde la oposición Rosario Cordero criticó la supresión de consorcios, como el de Medio Ambiente, o el cierre del colegio Francisco de Sande, ya en el Gobierno su acción se centró precisamente en retomar proyectos que se habían caído en años anteriores. No podrá ver por ejemplo la reapertura del renovado colegio mayor, por el que ella misma pasó, y del que hablaba con enorme cariño. Durante su mandato no pudo recuperar la iniciativa para construir un puente que conectase la provincia con Portugal a la altura de Cedillo, y que no se llegó a materializar en la etapa anterior pese a contar con fondos europeos. Por contra, sí reactivo el consorcio medioambiental y centró su mandato en un claro protagonismo del mundo rural y una mayor presencia femenina.
Lectora confesa de la Generación del 27, algunos de sus discursos incluyeron citas literarias a las que acudió para contextualizar la situación política o su campo de acción. En su toma de posesión acudió a la memoria de Miguel Hernández, por ejemplo. «Vientos del pueblo me llevan, vientos del pueblo me arrastran», incidió en una muestra más de la que era preocupación, los pueblos, sus personas, su abandono... La intervención final de aquel día fue un homenaje al poeta alicantino, de la misma forma que alguna vez, en el tradicional homenaje a los jubilados de la casa, mencionó a Dulce Chacón. «Siempre hay tiempo para un sueño», proclamó.
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Cordero tuvo el suyo, de una provincia más integrada, con mayor protagonismo de los alcaldes y en el que hubiese consenso político y menos bronca, algo que la oposición siempre sugería que Cordero decía con la boca pequeña a tenor del rodillo que aplicaba la mayoría socialista. El sueño no pudo hacerlo realidad. La enfermedad le llegó, como suele suceder con el cáncer, cuando menos se esperaba. Causó baja en octubre de 2019 y se reincorporó cuatro meses después. «Hay un antes y un después en las personas que sufrimos esta maldita enfermedad», reconoció entonces. Habló en ese momento de la familia, de las personas que queremos, de la salud... Las cosas «prioritarias» y realmente importantes en la vida. Poco después un nuevo golpe, la recaída. La presidenta municipalista que llegó desde el pueblo ya no volvió.
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