Han pasado poco más de tres meses desde que la presidenta de la Junta de Extremadura, María Guardiola, anunció oficialmente que Cáceres optará a ser capital cultural europea en 2031. Lo hizo en un marco inmejorable: el Museo Helga de Alvear durante la recepción ... ofrecida a los ministros que participaron en la cumbre de ministros de cultura de la UE con motivo de la presencia española del Consejo Europeo. Cáceres llega a la competición algo más tarde que otras ciudades españolas, pero con tiempo suficiente aún para armar un proyecto competitivo antes de que en 2025 se promulguen oficialmente las candidaturas. Será en 2027 cuando se designe a las dos ciudades que serán capital cultural europea en 2031, una de España y otra de Malta.
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Desde el anuncio de septiembre se han dado ya los primeros pasos para encarrillar la candidatura cacereña, el más importante de ellos la inclusión en los presupuestos municipales para este año de una partida de 180.000 euros, adscrita directamente al área de Alcaldía. El dinero servirá para poner en marcha un consorcio de Cáceres 2031, un organismo similar al que se creó para gestionar la fallida candidatura de 2016, cuando ni siquiera se logró superar el primer corte.
Ese consorcio, cuyos detalles aún se desconocen, tendrá que empezar a trabajar pronto y hacerlo rápido en este 2024 que se presume clave de cara a la presentación oficial de las candidaturas en el año 2025. Cáceres intentará ganar terreno a otras aspirantes que llevan ya bastante tarea adelantada y que a día de hoy se las considera como favoritas, como es el caso de Granada y, sobre todo, Burgos. También se han postulado por ahora, además de Cáceres, Las Palmas de Gran Canaria, Toledo, Jerez de la Frontera y Gijón, aunque esta última ya ha anunciado que renuncia.
La ciudad castellano-leonesa lleva un par de años trabajándose la candidatura, por la que ha apostado con fuerza dedicándole recursos materiales y humanos. Tiene logotipo, una página web, cuentas en redes sociales y ha contratado a una asesora externa dedicada en exclusiva a la capitalidad. Su alcaldesa, Cristina Ayala, ha dicho que Burgos 2031 va a ser «una cuestión principal» en esta legislatura. Al igual que Cáceres, ya lo intentaron en 2016, cuando llegaron a pasar la criba inicial, aunque al final la elegida fue San Sebastián.
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Tanta entrega incluso está teniendo consecuencias en otras ciudades. Gijón, que inicialmente anunció su intención de presentarse, ha dicho ya que se retira de la carrera porque considera a Burgos «muy favorita» y no se ve con capacidad para superar su proyecto. También el alcalde de Oviedo, del PP, ha descartado presentarse después de que se lo pidiera formalmente el grupo socialista.
Granada es otra de las que suenan de entre las que más posibilidades tienen de hacerse con la capitalidad cultural de 2031. El pasado mes de diciembre el Ayuntamiento dio el visto bueno a la creación de una oficina técnica dedicada a la candidatura, y ha firmado además una estrategia conjunta con la Universidad de Granada encaminada a hacerse con el nombramiento. También ha recibido el apoyo expreso de la Junta de Andalucía, lo cual ha generado críticas en Jerez de la Frontera, localidad gaditana que en 2020 anunció su intención de presentarse, aunque desde entonces poco más se ha vuelto a saber de su posible candidatura, si bien sigue apareciendo en las listas de aspirantes.
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Una prueba de lo en serio que se está tomando Granada esta carrera se vio precisamente durante la cumbre de ministros de cultura de la UE en Cáceres, cuando el titular español, el socialista Miquel Iceta, hizo unas declaraciones sobre la recién anunciada candidatura cacereña que la alcaldesa granadina, Marifrán Carazo, interpretó como un apoyo expreso, calificó de «indignantes» y exigió al ministro que mantuviera la imparcialidad. «En un asunto tan importante como este, donde las ciudades deben presentar sus candidaturas, el Gobierno de España debería ser neutral y no mostrar favoritismos sobre ninguna de ellas», dijo Carazo.
Otra de las ciudades que han puesto ya dinero encima de la mesa para respaldar su anuncio de aspirar a la capitalidad cultural en 2031 es Las Palmas de Gran Canaria, cuyo ayuntamiento aprobó en octubre un crédito extraordinario de 200.000 euros para crear una oficina técnica que desarrolle la planificación estratégica de la candidatura. La ciudad insular pretende además que este proceso, culmine o no con su designación como capital europea, tenga un efecto transformador en el sector cultural de Las Palmas, con la incorporación además de nuevas infraestructuras.
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La otra ciudad española que ha manifestado ya su intención de competir por el nombramiento es Toledo, que confía en su gran relevancia y histórica y patrimonial, y que también ha comenzado a moverse. El Ayuntamiento reunió a finales de noviembre a 150 representantes de entidades culturales y sociales de la ciudad para escenificar el apoyo a lo que el alcalde, Carlos Velázquez, ha presentado como un «reto colectivo» y «la voluntad de toda una ciudad». Su estrategia pasa por impulsar una agenda cultural que no sea tan solo una acumulación de actividades, sino un «relato» que convenza de la idoneidad de Toledo como capital cultural.
La posibilidad de concurrir al nombramiento sigue abierta hasta 2025 y es probable que se sumen más candidatos a la competición por saber qué ciudad española se convierte en la quinta capital europea de la cultura después de que lo hayan sido ya Madrid (1992), Santiago de Compostela (2000), Salamanca (2002) y San Sebastián (2016).
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