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A diferencia de lo que les sucedió a otros artistas, a Luis Miguel Vaz-Romero la pandemia en su versión más dura, la del confinamiento, no le hizo lanzarse a la creación de una manera desaforada, sino que le llevó a reflexionar «Pensé mucho sobre el arte», explica este autor, que el pasado día 29 inauguró en el Museo de Cáceres su exposición 'Colores del Alma', que podrá verse hasta el 12 de diciembre.
Convencido de que «el arte ayuda a curar grandes heridas como las que trajo la pandemia», reconoce sus reflexiones fueron dirigidas a saber «cómo podía hacer algo que diera positividad después de lo vivido». Quería centrarse en el color, transmitir esa energía que llega a través de las distintas tonalidades. Vaz-Romero, que firma su décima muestra individual, califica su estilo como 'fauvista'. «Soy expresionista porque me gusta transformar la realidad, tanto la exterior como la interior». El vacío, una sensación que tanto nos ha acompañado en los últimos tiempos, es uno de los leit-motiv de la muestra, que recoge 14 obras de gran formato elaboradas desde el mes de marzo de este año. Tenía un tope máximo de tiempo para poder mostrar esta exposición en el Museo de Cáceres y al final esa fecha límite le ha servido para activarse y motivarse. «Me comprometí porque tenía las ideas muy claras, y cierta tranquilidad de que podía llegar, ha sido un reto grande pero también un placer». 'Colores del alma' es también, de algún modo, una vuelta a casa, después de un periplo por Italia mostrando su arte.
El eclecticismo y las ganas de sorprender también le define. «No me gusta vender siempre la misma idea». Paisajes urbanos, interiores como los bares que frecuenta o su propio estudio configuran los temas de estas obras de gran formato. Vaz-Romero considera que la creación requiere preparación previa, que no todo es ejecutar el trabajo físico. «Es un proceso mental, ponerme delante de un lienzo en blanco sin tener previamente una idea es imposible, necesito pensar antes de ponerme a pintar, y necesito tener un proyecto para saber qué quiero transmitir y plasmar en el lienzo».
Y después de todo el proceso queda la última parte, la de mostrar el trabajo a los demás y recibir ese 'feedback'. «Pintar es un medio de comunicación, una forma de comunicarte con la gente, y para mí son fundamentales las opiniones de la gente y ver que esta es receptiva a lo que tú estás haciendo». Cómo reacciona el público es siempre un misterio. «Es una pintura que está desprovista de todo tipo de pose, he intentado volver al color que utiliza un niño cuando pinta, busco algo que sea sencillo y que transmita el gusto por la vida y he utilizado el color como una medicina, ojalá que a la gente le guste, me gusta que valoren mi obra», indica este autor, contento de haber llegado a la meta y de hacerlo así, dando a probar a quien se acerque un chute de alegría.
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