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Una reciente denuncia ciudadana ha vuelto a poner en el punto de mira el impacto del cableado en la Ciudad Monumental. Hace unos días ... un vecino de la zona del Arco del Cristo se lamentaba en redes sociales que la empresa contratada por el Ayuntamiento de Cáceres para reforzar y ampliar la iluminación artística de algunos monumentos «destrozaba el patrimonio» al colocar los «estéticos cables» –escribía con ironía– en la única puerta romana que conserva la muralla.
«Es una polémica que no es tal», resuelve el concejal de Patrimonio, José Ramón Bello, al tiempo que aclara que los cables ya estaban antes y que no son nuevos. No obstante, el caso sirve para volver a poner el foco en una vieja aspiración y promesa política que viene de lejos: la retirada de los cables que afean el recinto histórico de Cáceres.
Bello asegura que su concejalía está en ello y que trabaja para que el cableado desaparezca, al menos, de dos zonas en concreto: del Arco del Cristo y de los adarves. En el primer caso, cuenta, ya hay camino andado.
El Arco del Cristo acaba de ser rehabilitado dentro de una actuación más amplia incluida en la primera fase de restauración de la muralla, que se ha centrado en el lienzo que se contempla desde San Marquino. En esta obra, apunta José Ramón Bello, se ha aprovechado para crear una canaleta subterránea con el fin de que, en un futuro, los cables que ahora hay en sobre el arco puedan soterrarse.
Este acción, aclara, no le corresponde al Ayuntamiento. Deben hacerlo, apunta, las compañías responsables (luz, telefonía...) del tendido. El Consistorio lo que ha hecho ha sido iniciar conversaciones con las empresas para informarles de que la infraestructura ya está creada y para pedirles que obren en consecuencia.
La actuación en los adarves, mientras tanto, forma parte del plan de regeneración previsto para estas angostas vías, que se sufragará con una parte de los tres millones de euros que Cáceres recibirá el programa Impulsa Patrimonio, anunciado el pasado mes de noviembre por Reyes Maroto, ministra de Turismo.
El 40 por ciento de esta partida se destinará a intervenir en los tramos de Puerta de Mérida, Padre Rosalío, a la altura de la plaza de Caldereros y en su descenso hacia la plaza del Conde de Canilleros. El Ayuntamiento prevé sustituir el actual pavimento por otro más cómodo y accesible y ocultar, además, el cableado que haya visible en una de las zonas más frecuentadas por los turistas, ya que permite circunvalar algunos de los principales puntos de interés del recinto amurallado.
Hay que recordar que con este dinero, con el otro 60 por ciento restante, se ejecutará la tercera fase de rehabilitación de la muralla, que se focalizará en el tramo comprendido entre la Torre de Bujaco y la del Horno y que abrirá al turismo, además, la Torre de la Yerba.
«El soterramiento de los cables no es solo una reivindicación vecinal; es de todo el mundo. Lo que ocurre es que nunca se llega a ejecutar porque los costes son bastante elevados», resuelve Juan Manuel Honrado, presidente de la asociación de vecinos Ciudad Monumental. Y alerta, mientras tanto, de que siguen llegando cables nuevos a los muros del barrio a medida que se va implantando la red de fibra óptica.
«Parece que estamos en la India», aseguraba a este diario en 2020 de manera descriptiva Inmaculada Cristiano, vecina de la calle Villalobos, que emprendió su particular cruzada contra los cables de telecomunicaciones que afean la vía donde vive. «Me he gastado el dinero en arreglar mi fachada y me niego a que Telefónica coloque cables en ella. No entiendo por qué no los soterran si están las acometidas hechas», se lamentaba entonces. No era un caso aislado.
El soterrado del cableado, no solo de telefonía sino también de electricidad, es una vieja reivindicación de la parte antigua y una misión pendiente de los gobernantes. En Villalobos, al menos, ya no hay cordones de la luz porque esta calle, junto a Caleros, Hornillos, Cuesta del Marqués, Fuente Concejo y Arco de España, entre otras, formaron parte de un plan puesto en marcha en 2008 por Iberdrola para enterrar los antiestéticos cordones.
Esa actuación no fue a más y no llegó al recinto intramuros. Por eso los residentes de la Ciudad Monumental tienen que convivir, además, con los cables de la compañía eléctrica y con los del alumbrado público. Y eso que la Unesco exige a las Ciudades Patrimonio de la Humanidad que no exhiban sus cables.
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