![Lleno total en la Plaza Mayor en la segunda jornada del Womad durante el concierto de la artista costamarfileña Dobet Gnhaoré, que ganó un premio Grammy en el año 2010.](https://s2.ppllstatics.com/hoy/www/multimedia/202205/06/media/cortadas/fotowomad-RtKVEf8L5f4Vjem1YO8E1RJ-1248x770@Hoy.jpg)
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Hace dos años la Plaza Mayor de Cáceres era una inmensa y vacía superficie por la que pasaban, con timidez, algunas personas sueltas. Ya se habían levantado algunas restricciones y se podía salir a la calle con horario limitado. Es difícil quitarse de la cabeza ... el recuerdo de aquel silencio atronador de esos días de pandemia, pero ver la Plaza Mayor como estaba este viernes en la segunda jornada de Womad alienta el optimismo, la idea de que la vida sigue.
El público volvió a responder de forma masiva a la llamada de un festival que, 30 años después de su inicio en la ciudad y tras pasar por no pocos avatares, sigue triunfando. Su fórmula de éxito parece ser esa especie de vitalismo hecho a base de música y desenfado, de espacio en el que los problemas pueden dejarse un poco de lado por unas horas. Si ya el jueves, día habitualmente reservado a los de 'casa', a los cacereños, esta cita se desbordó, el viernes la cosa no hizo más que crecer. Los espacios de la Plaza de Santa María, en donde este año no se ha ubicado el escenario que patrocinaba la Junta, y la plaza de San Jorge, donde ayer ya hubo conciertos, fueron también colonizados por cientos de womeros de todas las edades.
Fue una jornada musical llena de contrastes, un puente entre Europa y África con ocho formaciones. Abrió brecha en la Plaza Mayor a las 18.45 Rui Díaz & La Banda Imposible, una de las formaciones extremeñas del cartel. Antes, la directora de la Filmoteca de Extremadura, Natalia Rodrigo, leyó un manifiesto en el que se aludió a la guerra de Ucrania y a otros escenarios bélicos. «Queremos hacer un llamamiento a que se extienda la acogida institucional y ciudadana a todas las personas víctimas de guerras, de persecución religiosa, ideológica, de violencia económica, o por razón de identidad de género». El Medio Ambiente, la sostenibilidad y el feminismo también formaron parte de un manifiesto en el que se hizo alusión a este tiempo detenido por una pandemia «que se ha cobrado la vida de muchísimas personas y que ha dejado secuelas sociales profundas», indicó Rodrigo.
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Les siguió el grupo cacereño Los Niños de los Ojos Rojos (NOR) Por la mañana Héctor Alviz, uno de los miembros de esta banda hacía una declaración de intenciones muy firme que cumplió. «Llevamos mucho tiempo sin actuar y vamos a quemar el escenario». Los NOR tienen una verdadera legión de fans en la ciudad, con una puesta en escena muy llamativa y su estilo a medio camino entre el rock, el hip-hop, el ska o el funky. Sus faldas escocesas volaron al viento para solaz de sus fieles. A la hora a la que salió al escenario la costamarfileña Dobet Gnahoré la Plaza Mayor ya estaba a reventar. Esta artista es otra de las estrellas del programa, que pone el ingrediente feminista en un Womad que acoge el grito de la mujer africana a favor de su independencia y su libertad.
Los italianos Canzoniere Grecanico Salentino y Shongoy Blues cerraban el cartel de este viernes de Womad en la Plaza Mayor. El disco de este último grupo se llama precisamente 'Optimisme' (Optimismo) y esa, quizás, sea la palabra que define a este Womad.
ROCÍO RAMOS
Espectadora
juan carlos andrés
Espectador
De forma alterna a la música de la Plaza Mayor San Jorge también se llenó de música. Las originales Tarta Relena, una mezcla entre música folk y electrónica expandieron un ambiente mágico en este espacio, el más tranquilo de todo el Womad. Un rato después llegó a este entorno Virginia Rodrigo con su desenfado y música urbana y pop y Taxi Kebab, un grupo medio francés medio marroquí que mezcla sintetizadores, cajas de ritmos, guitarras y el buzuq.
Hacia las ocho y media de la tarde todavía se podía transitar con tranquilidad por San Mateo, en donde la gente empezaba a tomar asiento para picar algo. Allí estaba Juan Carlos Andrés, madrileño y músico aficionado que viene al Womad desde hace 25 años y que en esta ocasión se había llevado a un amigo. «Nunca suelo mirar el programa, antes de venir, lo veo después, me gusta siempre lo que hay», explica antes de hincarle el diente a un bocadillo.
Cerca está Rocío Ramos, otra womera aguerrida, que disfruta de esta cita desde que vive en la ciudad, hace cerca de 15 años. «Me gusta mucho el ambiente, aunque echo de menos los tambores que había antes, ya no viene ninguno».
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