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MARÍA JOSÉ TORREJÓN
CÁCERES.
Lunes, 16 de septiembre 2019, 08:09
Es uno de esos rincones que sorprende por inesperado. En la Ciudad Monumental, a pocos metros de la ermita de San Antonio y el Arco del Cristo, en pleno barrio judío, se abre el callejón del Moral. Un pasillo estrecho se asoma a una especie de plazuela con aire decadente donde la mayoría de las viviendas parecen abandonadas. Hace un año el Consorcio Cáceres Ciudad Histórica puso de actualidad este enclave al llevar a cabo una obra de mejora valorada en 20.800 euros.
Aquí vive María Teresa Muñoz Quesada, que ha ejercido recientemente como pregonera de las fiestas de la asociación de vecinos Ciudad Monumental, celebradas durante la primera semana de septiembre. Es la última residente de este enclave. Y se va. El callejón del Moral se queda sin vecinos.
«Llevo 30 años en esta casa, desde que me casé. Ahora me tengo que ir porque tiene una serie de incidencias. Hay unas casas que llevan mucho tiempo dejadas y me han ocasionado más perjuicio del que debieran. Creo que las han comprado y, si se van a hacer unas obras, yo no puedo seguir estando aquí. Están pegadas a mi vivienda», detalla esta mujer menuda, amante de los animales.
Teresa, que vive con su marido, ha iniciado la búsqueda de casa. No quiere marcharse del barrio porque toda su vida ha residido en la zona. Se crió en la calle Caleros. Pero la misión de encontrar una nueva morada no le está resultando nada fácil. La irrupción de los apartamentos turísticos ha hecho disminuir el número de viviendas en alquiler, además de elevar el precio de las existentes. Ella, de momento, no tira la toalla y sigue en ello, persistente. «Yo quiero seguir apostando por el barrio, para que haya habitantes. Se puede crear un equilibrio entre turismo y vecinos», asegura.
Sus recuerdos del callejón poco tienen que ver con la situación actual. «Cuando yo me vine a vivir aquí había vecinos, había gente, había niños... Mis hijos jugaban aquí. De verano poníamos una piscina portátil dentro del callejón para los niños. Y en las noches de verano salíamos al fresco. Unos vecinos se han ido por necesidades. Tenían personas mayores a su cargo y las casas no estaban adaptadas. Y otros vecinos han ido falleciendo. Las casas se han ido dejando», relata. «Esto no es lo que era», dice a renglón seguido.
No obstante, Teresa no duda de las bondades de la que ha sido su calle hasta ahora. «Este rincón es muy bonito. Todo el turismo que viene a Cáceres pasa por aquí. Entran para adentro y les encanta. Yo siempre estoy puesta en la puerta y me encanta hablar con los turistas. Me preguntan por la Torre de los Pozos, por la antigua sinagoga, por sitios para comer... Esa es mi historia», resuelve apoyada en la pared.
Asegura que, si puede, regresará a este lugar algún día. Echará en falta, anuncia, su contacto con los visitantes. «Cuando nos vayamos, ya no quedarán vecinos en la calle y ya no podré explicar que en mi callejón estaban los talleres de los judíos», zanja melancólica.
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