Las consultas sobre transexualidad han aumentado progresivamente desde la creación en abril de 2019 de un servicio público específico y dependiente del SES para atender desde distintos ámbitos la situación de las personas que quieren cambiar su identidad sexual. En concreto, la cifra se ha triplicado desde el arranque de la UFAT (Unidad Funcional de Atención a la Transexualidad), un recurso de ámbito provincial ubicado en el centro de salud de Mejostilla por el que han pasado un total de 65 personas en estos casi tres años. En 2019 fueron ocho las personas que llamaron a estas puertas, en 2020 se atendió a un total de 18 y el año pasado fueron 39.
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Es un crecimiento acorde al momento de visibilidad actual de este colectivo. Se trata de una unidad creada a la par que el protocolo de atención a las personas trans establecido a nivel regional en 2019, Paiptex, y que tiene como objeto «despatologizar y desestigmatizar» a estas personas. En este marco se rige el trabajo de esta unidad, a la espera de cambios derivados de la nueva 'ley trans', pendiente aún de los informes del los órganos constitucionales y que, entre otras cosas, permite la libre autodeterminación de género, es decir, que una persona pueda cambiar el nombre y el sexo en el DNI solo con su voluntad, un aspecto que ha creado una brecha y un encendido debate en el seno del feminismo.
La UFAT está integrada por una trabajadora social, un psicólogo, el endocrino y los cirujanos plásticos. Se trata de profesionales que siguen en sus respectivos servicios y atienden esta unidad cuando es necesario, explica Cristina Lancho, actual trabajadora social de la UFAT, que será sustituida en breve por Lola Hernández. «Se instaura un proceso para ordenar las actuaciones que va necesitando una persona trans para cambiar de sexo».
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La casuística de casos es muy diferente. «La media de edad está en torno a los 20 años, notamos que cada vez viene gente más joven, sobre todo adolescentes», indica esta trabajadora social ,que apunta ese cariz «de convulsión y cambios» que tiene este periodo, en el que hay personas que empiezan a no sentirse identificadas con el sexo asignado al nacer». Es habitual encontrarse en esta consulta a personas de 12 a 16 años. «Otro cambio de los últimos tiempos que vienen acompañados por su familia». En el caso de los menores, para incluirles en el protocolo han de tener el consentimiento de ambos progenitores, algo que no suele suscitar problemas.
El proceso de derivación es a través del médico de atención primaria o del pediatra. La primera acogida la hace el trabajador social. En ella se analiza la situación laboral, escolar, social y las vivencias que esa persona ha tenido, posibles patologías, la historia de transexualidad, en qué punto se encuentra y cómo ha llegado esa persona a esa decisión. Si es con menores esta entrevista se hace con sus padres. Además de la atención social y psicológica desde esta unidad se gestiona el paso por el endocrino para abordar tratamientos hormonales que modifiquen los caracteres sexuales secundarios y la cirugía, en caso de cambios en los genitales.
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Apunta Lancho que no todas las personas aspiran a llevar a cabo todos estos cambios. «El protocolo lo que busca es personalizar, hay personas que con cambiar su nombre y su aspecto físico se sienten acorde al sexo deseado, pero la mayoría quiere tratamiento hormonal». En cuanto a la cirugía sí hay una parte que aborda el SES, como los implantes de pecho o las masectomías o la extirpación de testículos, pero no operaciones de reasignación genital.
Actualmente, indica Cristina Lancho, ya no hay tiempos, no se necesita informe psicológico para iniciar un tratamiento hormonal ni estar tres años en proceso de hormonación para llegar a una cirugía que no es la meta de muchas de las personas transexuales que se apoyan en este servicio, en el que se ha atendido a 37 mujeres que han hecho la transición a hombres y 28 que lo han hecho de hombres a mujeres.
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Javier Alonso de la Torre es psicólogo de la Unidad de Atención a la Transexualidad (UFAT). Destaca la importancia del acompañamiento psicológico en este tipo de casos. «Al principio hay una especie de luna de miel, porque después de muchos años de insatisfacción personal se da el paso, aunque es después cuando en ocasiones empiezan a surgir complicaciones y dificultades y es en ese momento cuando la persona requiere el apoyo psicológico y psiquiátrico». Según Javier Alonso de la Torre, impulsor de la UFAT, no es fácil encontrar personas que después de haber transitado hacia una identidad de género diferente, se arrepientan de la decisión tomada. «No conocemos casos en nuestra experiencia».
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