![Año 1918. En el centro Santos Floriano con su mujer, al lado sus hijos Santos (i), García (d) y Pablo (c).](https://s3.ppllstatics.com/hoy/www/multimedia/2023/08/12/1_20230812202928-RyBx0Vkd9OG6A35SxvNeZbI-1200x840@Hoy.jpg)
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El domingo pasado me tocó estar de guardia en la Redacción. Había terminado de entregar la última página de Cáceres, cuando a eso de las ocho de la tarde se apareció Sanjosé.
–Oye. Juntaletras. –Me dijo sin saludar ni nada–. Llevas varias Motos de ... Papel hablando del escritor y periodista Pedro Romero Mendoza y su familia, y se te ha pasado algo importante que le ocurrió cuando era el director de 'El Noticiero'.
–Vaya. ¿Qué le pasó?
–Levántate del asiento y deja que busque una cosa en tu ordenador un momento. –El difunto se puso en mi lugar y sin teclear, usando el pensamiento, enseguida abrió en un buscador una página del diario 'La Montaña' del 8 de junio de 1925–. Anda, lee esa noticia de la Sala de lo Criminal de la Audiencia Territorial.
–Espera –dije acercando la cara a la pantalla, empezando a leer en voz alta–. «Sentencias. Se ha dictado en causa seguida en el juzgado de esta capital, condenando por el delito de injurias al director de 'El Noticiero' don Pedro Romero Mendoza, a la pena de tres años, seis meses y 21 días de destierro a 25 kilómetros de esta capital, y multa de 1.250 pesetas, más el pago de las costas». ¡Chacho! –Dije asombrado–. ¡¿Y esto?!
–Hala. Ya tienes para investigar –indicó el finado–. El miércoles, a las nueve de la noche, nos vemos en la taberna en la que trabaja mi nieto Juan, y me dices qué has averiguado.
Llegué cinco minutos tarde, y ya estaban los compañeros saboreando una cerveza en la terraza de la Plaza Mayor. Mientras Guinea me pedía una Estrella, el difunto me apremiaba: «Venga, siéntate y cuenta».
–Espera hombre. –Saqué una libreta pequeña en la que apunto mis cosas y empecé–. Vamos a ver... Pedro Romero (1896-1969) era un periodista que buscaba la polémica...
–Eso es deber de un buen periodista –dijo Caridad–. Polemizar para que la sociedad avance, pero tiene sus peligros.
–Sí. –Continué–. En 1917 ya la tuvo con el poeta Santiago Sánchez Mora, al criticar la literatura de entonces. Se enfrentaron en 'El Noticiero', mediando el propio periódico para que el asunto no llegara a los tribunales. Mora fue presidente de la Diputación de Cáceres en 1936. Le encarcelaron y le dejaron salir de presidio en 1941 para morir enfermo a los pocos meses en Cáceres, con 48 años.
–No te enrolles. –Pidió Guinea desde su silla.
–Luego la tuvo con Joaquín Floriano Cumbreño, médico de Cáceres que era crítico taurino. Por lo visto fue por algo de la Feria. El médico le denunció por injurias y le condenaron a tres años y medio de destierro de Cáceres que no cumplió. O Pedro recurrió la sentencia y ganó. o el médico le perdonó. Lo que hay en este asunto es también un enfrentamiento entre dos periódicos de Cáceres: 'El Noticiero', diario liberal que se publicó entre 1903 y 1931; y 'La Montaña', diario católico y monárquico que salió a la calle entre 1916 y 1926.
–Los dos se hacían aquí al lado –añadió Sanjosé–. 'El Noticiero' en la calle Pintores, 8 y 'La Montaña' en el número 39 de Portal Llano (antes de Los Escribanos), que así se llama a los soportales de la Plaza Mayor desde Pintores a la calle General Ezponda. Esa zona cambió de numeración y ahora el número más alto es el 38, junto al cuadro de la Virgen de la Paz.
–Pedro Romero había sido redactor jefe de 'La Montaña' –indiqué–, y dejó ese diario para ser director de la competencia, de 'El Noticiero'. Lo curioso es que el padre del médico que le denunció era Santos Floriano González (1858-1925), fundador y primer director de 'La Montaña', administrador de la casa del Conde de Canilleros, concejal del Ayuntamiento, y propietario de la Imprenta Católica Santos Floriano, antes llamada 'imprenta de los curas', como recuerda León Leal en sus 'Ráfagas'. Santos Floriano tuvo cinco hijos varones. El médico Joaquín fue el mayor, luego estaba Antonio, que dirigió 'La Montaña', al igual que su hermano García, que se quedó con la imprenta cuando murió el padre. Otro hijo era Pablo, y el pequeño Santos, que también trabajó en 'La Montaña'. Éste último es el abuelo de nuestro buen amigo Santos Benítez Floriano, cronista de Cáceres, que me ha pasado una foto preciosa de los Floriano Cumbreño.
–Joaquín Floriano Cumbreño –indicó Sanjosé– tuvo la desgracia de ser uno de los dos médicos que el 25 de diciembre de 1937, el día de Navidad, tuvo que certificar la muerte de 34 personas fusiladas junto al Cementerio, entre ellos estaba Antonio Canales, el mejor alcalde de Cáceres. Hay una anécdota curiosa sobre la muerte del fundador y primer director de 'La Montaña' que escribió Miguel Muñoz de San Pedro, en su libro 'La ciudad de Cáceres'. Esperad que lo recuerde –Sanjosé calló un momento y después de cerrar los ojos empezó a recitar– «La vieja condesa de la Torre de Mayoralgo, baja y menudita, cordial y bondadosa, murió cargada de años y falta de hijos, tras un vivir que había transcurrido quietamente en su casona, en sus devociones, en su berlina tirada por mulas castañas, pues nunca se dejó atraer por el auge creciente del automóvil. Su caridad respaldada por sus grandes riquezas, fue paño de lágrimas de infinitos dolores. Durante muchísimos años tuvo de administrador y persona de su confianza a don Santos Floriano, servidor leal en quien ella, de apocado carácter, descansaba de todas sus atenciones. Cuando alguien iba a verla para tratar un asunto o resolver una cuestión, respondía invariablemente, «yo no sé nada; que venga Santos, que venga Santos». Santos venía, y todo quedaba solventado. Al morir la ilustre, el fiel administrador gozaba de perfecta salud; pero muy poco después, de improvisto, dejó también de existir. Alguien hizo entonces este humorístico comentario: «Está claro. Al llegar la condesa al cielo y pedirle Dios que dé cuenta de sus acciones, ella ha dicho: 'Yo no sé nada, Señor; que venga Santos, que venga Santos...' Y han tenido que llamarle».
Tras las risas, el difunto me miró y dijo: «No está mal Juntaletras. Ahora tienes que averiguar quién era Antonio Floriano Cumbreño». «¿Es que esto no termina nunca?», me quejé. «Los periodistas siempre tienen que investigar, y sin rechistar que me enfado», dijo desvaneciéndose. Guinea me miró y dijo sonriendo, «a tu edad y estás como un niño en el cole... y menudo maestro te ha tocado».
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