En el restaurante Alcaraván tomábamos el jueves por la noche unas vieiras y un ceviche. El difunto Sanjosé apareció entonces, asustando a un bebé de la mesa de al lado, que vio como se movía una silla hacia nosotros sin que hubiera nadie.
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–¿Sabéis ... que es un alcaraván? –Preguntó.
–Un pájaro –dije sin entrar en detalles.
–El alcaraván emite un reclamo inconfundible, una especie de «cur-li-liii» que lanza con fuerza en horas crepusculares y nocturnas en primavera y verano. Además, en el cortejo muestra un canto sollozante.
–Hombre, no nos darás un discurso de los cantos de los pájaros. –Se quejó Caridad.
–No. Uno de los escritores que más le gustaba contemplar los alcaravanes de Coria era José Agustín Goytisolo. Les hizo esta poesía: «Coria tiene siete fuentes/ y una catedral muy grande/, En el río de Coria/ los alcaravanes,
Coria tiene una muralla/ y mujeres de buen aire./ En el río de Coria/ los alcaravanes.
Coria tiene buen mercado/ muchas plazas y un alcalde/. En el río de Coria/ los alcaravanes.
Coria tiene la tristeza/ de una muchacha sin padre./ Y en el río de Coria/ los alcaravanes».
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–Parece un poco infantil, como su poema del lobito bueno –. indicó Ana.
–En 1989 estuvo escribiendo una especie de diario, y mirad lo que dice... –Sanjosé dirigió la vista hacia las numerosas lámparas que hay colgadas en el restaurante y comenzó: «En Coria fui de la muralla romana hasta el río Alagón, por ver si aún seguían allí los alcaravanes: sí están, pero los noté envejecidos en contraste con mi aspecto juvenil. En Trujillo, después de cruzar la puerta de San Andrés, me quedé como siempre hago, varias horas sentado en un café, bajo los soportales, contemplando la belleza de la Paza Mayor, toda ella en pendiente y dividida en dos niveles muy marcados, con la Iglesia de Santa María a un lado. Plasencia sigue siendo un sueño toda ella y, además, tiene dos catedrales muy juntitas. De Guadalupe y Yuste, qué les voy a contar, prefiero Guadalupe, claro, hay más caza y además en el Monasterio están las espléndidas pinturas de Zurbarán. Cáceres: de los Golfines de Arriba a los Golfines de Abajo, y patearlo todo: la beatitud. Por fin, escapada a la provincia de Badajoz, a Alburquerque, para ver su belleza y su tremendo castillo. Me acordé de Isabel Gemio, nacida aquí, y qué bien nacida y bien hecha, y qué inteligente. La quiero mucho». El otro día estuvimos hablando de Gloria Fuertes –siguió el difunto– y este Goytisolo (hay tres hermanos Goytisolo escritores), era muy amigo de ella al ser de la generación de los 50. En la revista La Calle (1978-1982), en una sección que tenía, cuenta lo buena poeta que era pero también algunos detalles de su mala suerte: «una vez, en el circo, se sacó un asiento de primera fila de pista, y consiguió, quién sabrá como, que un elefante se le cagara encima. Debió ser algo tremendo, pues el empresario le compró a Gloria un traje y unos zapatos nuevos, ya que la enorme deyección elefantiásica era, además, corrosiva».
–Vaya aventura. –Dije riendo.
–También cuenta que una vez Gloria y su novia norteamericana les invitaron a su casa del campo, la que estaba a 40 kilómetros de Madrid. Esperad que me acuerde –dijo Sanjosé concentrándose–; «Nos invitó a Caballero Bonald, a los Celaya, a Ton (así llamaba Goytisolo a su mujer) y a mí. La cosa resultó ser de lo mejor. Una de sus amigas nos preparó una merienda-cena que duró hasta el día siguiente, otra amiga cortó leña sin parar para calentar la reunión alrededor de la chimenea, otra se ocupó de los vinos y el café. Yo me hubiera quedado allí, carajo, pero Caballero Bonald opinó, a las siete de la mañana, que en aquella casa no venderíamos una escoba, y que no teníamos más remedio que irnos».
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Sergio Lorenzo
–Esto y lo de la Gemio no es muy correcto –se quejó Ana.
–Bueno, así lo contó y así os lo cuento. Los muertos no censuramos.
–A ti –Le dijo Ana a su novio Guinea– Te gustaba mucho 'Palabras para Julia' de José Agustín Goytisolo –Y se puso a cantar la canción de Paco Ibáñez–: «Te sentirás acorralada,/ te sentirás perdida y sola, /tal vez querrás no haber nacido, no haber nacido.
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Pero tú siempre acuérdate/ de lo que un día yo escribí/ pensando en ti, pensando en ti/ como ahora pienso.
La vida es bella ya verás/ como a pesar de los pesares/ tendrás amigos, tendrás amor, tendrás amigos.
Un hombre solo, una mujer,/ así tomados, de uno en uno/ son como polvo, no son nada, no son nada.
Entonces siempre acuérdate/ de lo que un día yo escribí pensando en ti,/ pensando en ti/ como ahora pienso.
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Nunca te entregues ni te apartes,/ junto al camino, nunca digas:/ no puedo más y aquí me quedo, y aquí me quedo»...
–Me gustaba mucho –indicó Guinea– Pero ya no me gusta. Tú sabes Ana que yo estuve a punto de quitarme del medio, y entonces ponía esta canción una y otra vez porque me daba fuerzas; pero me hundió saber que, al final, el que la escribió se rindió y se suicidó tirándose de una ventana de su apartamento de Barcelona. Fue un cobarde. Desde entonces no me gusta, me parece un hipócrita.
Quedo así la conversación, hasta que al día siguiente vino Ana a la Redacción y le dijo a su novio.
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–Estás equivocado. José Agustín Goytisolo no se suicidó. La familia siempre dijo que fue un accidente, se puso a limpiar las ventanas, intentó arreglar una persiana y se cayó. Fue un accidente. Hubo una exposición de sus cosas y se mostró la última nota que escribió antes de morir. Dice así –y leyó en una foto de la nota que tenía en el móvil– «Ton; saqué las ventanas, ya. Todo bien, limpio y ordenado. Yo voy tranquilo, te llamaré. Iré primero a casa de Paco, y el domingo a casa de Luis y Eloisa, beto, beto, tat. Quiero». Sergio, tú que sabes de sucesos. ¿Esta es la nota de un suicida?
–La verdad es que no, –dije.
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