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A la una de la tarde del 6 de enero de 1905 murió José María Gabriel y Galán, con 34 años, y desde hace casi un siglo, desde 1927, en el Paseo de Cánovas se recuerda esa hora entre los poetas que se citan ante la estatua del vate, la obra del escultor Enrique Pérez Comendador que se inauguró en 1926, y a la que por cierto le han robado hace unos días un ave de bronce que adorna sus esquinas.
Es, seguramente, la tradición cultural más antigua de Extremadura, y solo se dejó de celebrar dos años: en 1937, por culpa de la Guerra Civil; y en 2021, por culpa de la covid. Precisamente por eso el poeta Matías Simón, actual maestro de ceremonias del acto, se emocionó cuando a la una de la tarde de ayer se hizo el silencio, se puso una corona de laurel a los pies del monumento, y él se arrancó a recitar con nervio, con garra, el famoso poema de ‘El Embargo’.
Sus ojos se humedecían a medida que atronaban los versos:
...«¡Pero a vel, señol juez: cuidaíto/ si alguno de esos/ es osao de tocali a esa cama/ ondi ella s’ha muerto:/ la camita ondi yo la he querío/ cuando dambos estábamos güenos;/ la camita ondi yo la he cuidau,/ la camita ondi estuvo su cuerpo/ cuatro mesis vivo/ y una nochi muerto!»...
El homenaje comenzó a las doce de la mañana, y fue dedicado especialmente a dos personas que no faltaban cada 6 de enero a su cita con Gabriel y Galán: el polifacético César García, fallecido el pasado 18 de octubre con 71 años; y el rapsoda de Pescueza Ángel Martín Sánchez, ‘Angelete’, que ha muerto hace unas semanas con 96 años.
César García, que fue durante 30 años jefe de la Policía Local de Cáceres, que también presidió el equipo de baloncesto Cáceres C.B., fue mayordomo de la Cofradía del Nazareno, presidió el Club Taurino Cacereño, la Asociación Amigos del CIR, y fue director del Consorcio Ciudad Histórica, durante décadas acudió ante la estatua del poeta, recitando algunas de sus propias poesías en castúo o alguna leyenda de Cáceres. Ayer no estuvo él presente, pero le representó su mujer María del Pilar (’Marilar’) León Fraile, que cantó una canción compuesta por César García:
... «Bajo tus encinas
siento el corazón
abierto en el pecho
amando calor.
Parda Extremadura
golpes de azadón
encima del sueño
debajo del sol.
Hoy vuelvo a soñar,
hoy vuelvo a sentir,
vuelvo a contemplar
los viejos campos
de mi país.
Hoy ya soy feliz
junto a la tierra
donde nací»
A los pies de la estatua se fueron sucediendo las personas que quisieron recitar poesías, estando presente Joaquín García Plata-Quiros, uno de los mantenedores de esta tradición que se recupera de una enfermedad. Intervino, entre otros, Franquete, José María Criado, Manuel Trinidad, José Pastor Villegas...
El cantautor Pepe Extremadura, que musicó con acierto los poemas de Gabriel y Galán en un recordado trabajo discográfico, no cantó esta vez ‘El Embargo’, como viene siendo en él costumbre en esta cita, sino una canción esperanzadora sobre la lucha contra la pandemia, que dedicó a su amiga de ‘Mocedades’, Ana Bejerano, fallecida el pasado domingo con 60 años, con la que cantaba el estribillo de la canción:
«Covid, covid, covid/ adiós virus sin corona./ Covid, covid, covid/ eres el mismo Lucifer./ Covid, covid, covid/ tu poder se desmorona./ Covid, covid, covid/ te vas para no volver».
Es una de las cuatro canciones que Pepe Extremadura ha compuesto sobre la temida pandemia.
También intervino el pintor Vicente Macías, que recitó la poesía de Gabriel y Galán ‘El Sibarita’:
«A mí n’más me gusta
que dali gustu al cuerpo!
Si yo fuera bien rico,
jacía n’ámas eso:
jechalmi güenas siestas
embajo de los fresnos,
jartalmi de gaspachos
con güevos y poleos,
cascalmi güenos fritis
con bolas y pimientos,
mercal un güen caballo,
tenel un jornalero
que to me lo jiciera
pa estalmi yo bien quieto,
andal bien jateao»...
Subió al escenario algún nieto de personas que conocieron a Gabriel y Galán, como el propio Matías Simón, que recordó esta anécdota: «Mi abuelo me dijo que una vez recitó su poesía en Aldeanueva del Camino. Gabriel y Galán estaba en el casino y dentro y fuera había casi 3.000 personas. Entonces no había micrófonos y para que todo el mundo se enterara, el poeta tenía siete voceadores. Gabriel y Galán empezaba: ‘Señol jues, pasi usté más alanti’, y un voceador repetía la frase y luego lo hacía otro y otro. Mi abuelo me dijo que eso fue apoteósico».
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