

Secciones
Servicios
Destacamos
Claustrofobia: miedo a los espacios cerrados, sensación de ahogo al entrar en un lugar del que pensamos que no vamos a poder volver a salir. ... Así, por momentos, pueden llegar a sentirse en la cueva de Maltravieso las personas que tengan miedo irracional a los interiores estrechos. Con una altura media que no supera el metro y medio, suelo resbaladizo, calor húmedo, oscuridad y salientes rocosos por todas partes la visita a esta cueva prehistórica descubierta en 1951 por los hijos de Telesforo Pérez, el 'Francés' no es un plácido paseo.
A cambio de la incomodidad, el que consiga una de las disputadas y escasas plazas que ha lanzado la consejería de Cultura (cinco a la semana) desde el 28 de octubre hasta finales de abril podrán ver, frente a frente, las consideradas pinturas rupestres más antiguas del mundo, con 66.700 años, según las últimas investigaciones. Alrededor de 120 personas podrán continuar la experiencia piloto que arrancó en 2019 y que fue suspendida por la pandemia. Este miércoles un grupo de periodistas entre los que se encontraba la que firma este reportaje se adentraron en esta cueva, un delicado y arcilloso sancta-sanctorum en cuyas paredes reposan 60 manos en positivo y negativo, relieves de animales y otros dibujos simbólicos que van apareciendo a lo largo de los 90 metros de una visita que se extiende durante una hora. A la cueva se entra con un mono blanco desechable, calzado cómodo que se desinfecta al entrar y un casco protector con luz sin el cual probablemente el visitante no sobreviviera a la visita, porque el impacto con la roca es permanente. Uno va dándose topetazos durante prácticamente toda la visita.
La arqueóloga Celia Chaves será la 'cicerone' de los que se adentren en el universo creativo de los antiguos habitantes de esta cueva cacereña, junto a Lucía Méndez, técnico de apoyo. Este miércoles también estaba Hipólito Collado, Jefe de Arqueología de la Junta de Extremadura y Samuel Pérez Romero.
Para adaptarse de la luz exterior a la oscuridad de la cueva la primera parada se hace en la sala de la Entrada, que es hasta donde llegaba la explotación de la cantera ubicada en este espacio. Collado muestra los medidores de parámetros que dan cuenta de cómo afecta la presencia humana. «Cada uno de nosotros somos hornitos de 37 grados que caminamos por el interior de la cueva, y además vamos emitiendo dióxido de carbono, en un lugar tan estrecho y con tan poca corriente lo que provoca es una acumulación», indica este experto, que reconoce que cada vez que se entra en la cueva siente emoción. «Es volver a lo más cercano que nos han dejado nuestros antepasados, es impresionante».
Totalmente adaptada la retina a la oscuridad empieza el viaje y la sorpresa. Los caminos por los que se transita los elaboraron los peones camineros de la Diputación después de que Carlos Callejo, el estudioso que halló las pinturas rupestres en 1956, empezara a interesarse en estos restos. Llegamos a la sala de los Huesos, la zona en la que han trabajado los investigadores del grupo de Primeros Pobladores. Y aparecen las primeras manos, dos, elaboradas apoyando la mano en la pared y soplando con el pigmento para bordear la extremidad, consiguiendo el negativo. Hay una en horizontal y otra en vertical. Para esta última hace falta la participación de dos personas, señala Collado, que hace reparar también en el estado de conservación de la cueva. Cubre la roca cal blanca. «Al más mínimo cambio de las condiciones de temperatura y humedad hace que se craquele y se caiga, si se cae la parte blanca se cae el arte rupestre».
En la galería central otra mano sale al paso. Le falta el meñique y apunta hacia el interior de la cueva. «Casi todas las manos están hacia abajo o están apuntando hacia el interior cuando estás entrando y cuando sales están apuntando hacia el exterior», por lo que se cree que su objetivo era muy práctico, señalar.
El panel del Descubrimiento, en la sala de las Pinturas, arranca más de un '¡oh!'. «Es un compendio de los primeros símbolos que aparecen el arte rupestre en el mundo, es lo primero que somos capaces de representar como seres humanos». Hay manos, líneas de puntos, discos y triángulos soplados en rojo, triángulos, trazos pareados. «No es el bisonte de Altamira, son elementos simbólicos, es algo hecho para que se vea».
La visita continúa hasta la sala de las Columnas, que cuenta con un total de 18 manos, y termina en la sala de la Serpiente, que cuenta con manos que tienen un carácter más simbólico, «más íntimo», y que son las que formaron parte del estudio publicado en Science que cambió la datación de las pinturas rupestres y las situó en 66.700 años de antiguedad. Ahora se prepara un 'paper' que puede dar 30.000 años más a restos de esta cueva. La visita no llega hasta la sala de las Chimeneas, por lo que una parte de los 120 metros de Maltravieso no queda a la vista.
Toca hacer el camino de regreso. Hay un momento en la visita para apagar las luces, sentir el silencio y los millones de años de esta cavidad, ese frasco donde se guardan las esencias de lo que fuimos.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones para ti
Recomendaciones de HOY
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.