La primera jornada del juicio oral por el robo de Atrio, que arrancó este lunes en la Audiencia Provincial de Cáceres, fue intensa: 16 declaraciones de testigos en algo más de cuatro horas. Una de las más reveladoras llegó casi al final de la mañana.
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Un policía nacional de Cáceres que ha participado en la investigación de los hechos reveló que las conversaciones de whatsapp de los teléfonos de los acusados, Priscila Lara Guevara y Constantín Gabriel Dumitru, han dejado claro que habrían intentado vender los 45 vinos desaparecidos y que no les ha resultado fácil.
«Hay una conversación con un tal Marcos en el que hablan de lo que les está costando vender los vinos y que están intentando hacer alguna gestión en Estados Unidos. Hablan, incluso, del precio de una botella de vino. Y en otro de las conversaciones hablan del cambio de una botella por un Mercedes GLS», detalló el agente en referencia a una conversación interceptada en el móvil de él. Los móviles también han permitido saber que en noviembre de 2021, el mes siguiente al robo, estaban en Países Bajos.
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Ellos, los acusados, siguieron las comparecencias desde la primera fila de la sala, que se quedó pequeña para albergar a todos los estudiantes de Derecho que querían asistir a la vista. Los detenidos fueron los primeros en tener el turno de palabra. Pero prefirieron permanecer en silencio, como han hecho durante todo el proceso. Su abogada, Sylvia Córdoba, sigue manteniendo su inocencia.
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A ella, a Priscila, la miró fijamente durante unos segundos que se hicieron eternos a petición de la Fiscalía el recepcionista que la noche del 26 al 27 de octubre de 2021 estuvo de guardia en el hotel-restaurante de tres estrellas Michelin y no tuvo ningún tipo de dudas. «Sí, es ella», manifestó tajante. Faltaban diez minutos para las once y media de la mañana cuando este hombre la volvió a mirar a los ojos.
Fue ella quien le pidió que le hiciera una ensalada poco después de tomar el menú degustación de la casa. No tuvo bastante y, además, más tarde le pidió un postre. «Me extrañó mucho que me pidieran algo de cena después de tomar el menú degustación. Solo me ha pasado dos veces durante todo el tiempo que llevo en el restaurante. Me negué hasta en tres ocasiones», expuso el recepcionista, visiblemente nervioso durante la declaración. Manifestó, además, que lo ha pasado mal en este tiempo y que durante el primer mes apenas podía dormir por lo sucedido.
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Fue uno de los pocos testigos que no mostraron vacilaciones para reconocer a la acusada. No pudo identificar con seguridad, en cambio, al acusado. El resto de empleados del establecimiento sí manifestaron que «podrían ser» ellos pero no lo aseguraron de manera tan tajante. Hay que tener en cuenta varios detalles: cuando ocurrieron los hechos llevaban mascarilla, ella lucía peluca negra y gafas de pasta y él tenía pelo. Ahora lleva la cabeza afeitada.
El primer testigo en comparecer fue José Polo, copropietario de Atrio. También estaba citado Toño Pérez, la otra mitad del negocio, que presentó un escrito justificando su ausencia. A preguntas del tribunal, Polo explicó que había una cámara de vigilancia en la puerta de la bodega y otra en la puerta anterior que da acceso a este espacio. Dentro de la bodega, aclaró, no había cámaras. Tampoco las hay ahora, detalló, después que el sistema de cámaras se haya cambiado para mejorar su técnica. «Cien por cien no estoy seguro de que sean ellos. Pueden ser. No soy buen fisionomista», dijo sobre la identidad de los acusados.
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Una vez terminada su comparecencia, el dueño de Atrio manifestó ante los medios de comunicación que, en su opinión, se trata de un robo por encargo y dijo, además, que las botellas deben de estar fuera de España.
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Además del recepcionista, hubo un policía que también se mostró seguro de que los detenidos eran los presuntos autores del robo. Fue el primer agente que hizo una inspección ocular en el lugar de los hechos y que visionó una y otra vez las imágenes arrojadas por las cámaras de seguridad. También estuvo en el aeropuerto de Barajas el pasado verano cuando los detenidos fueron trasladados a España. Llegaron a Madrid en un vuelo procedente de Croacia, donde fueron arrestados el 18 de julio.
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«Me atrevo a decir que, sin ningún género de duda, son ellos los que aparecen en las imágenes. Han sido muchas horas de visualización de las imágenes. Y esos cuerpos llegó un punto en el que, sin conocerlos, si los hubiese visto por la calle, probablemente por la morfología y por la forma de andar los hubiera reconocido. Y cuando los vi en el aeropuerto no tuve dudas», declaró.
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La abogada de la defensa, mientras tanto, preguntó a los testigos si la Policía les había sometido a alguna rueda de reconocimiento para identificar a los presuntos autores, cosa que negaron.
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Carmina Márquez, directora de Atrio, fue una de las empleadas que más detalles dio sobre Priscila. Fue la encargada de enseñarle las instalaciones de Atrio el 26 de octubre, cuando se alojó en solitario en el hotel y, en principio, solo reservó mesa para una persona. Más tarde, comunicó que serían dos para cenar. Le llamó la atención sus cejas en forma de gaviota y su tez morena. «Me dijo que era arquitecto, pero a mí no me lo pareció. Él estaba cuadrado», zanjó. Márquez no pudo asegurar, sin embargo, que la acusada fuera ella. «Podría ser, pero no lo sé con seguridad», concluyó.
El juicio continuará este miércoles con la segunda y última jornada. Están citados cuatro peritos.
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