Este jueves por la tarde, a partir de las cinco, todo era música en el recinto hípico de Cáceres. En cada uno de los tres escenarios se sucedían los grupos. Si la voz rota de la madrileña K1ZA abría con su rap el escenario de Mr. Bellota; el grupo de heavy metal de Mérida Darkness Bizarre inauguraba las actuaciones en el escenario Señora Cigüeña, mientras que el comunicador Jordi Évole hacía lo mismo en el escenario Don Porky con su grupo Los Niños Jesús. Una banda con cinco amigos de los barrios de Cornellà y Sant Boi que empezó a funcionar el año pasado. El nombre del grupo se debe a que el más veterano es Jesús, el batería. Es todo un reto para el periodista que desciende de extremeños de Garrovillas de Alconétar y que suele actuar al lado de una butaca, por si durante el concierto se desmaya por la cataplejia, que le suele aparecer cuando se ríe demasiado. este jueves actuó al lado de una silla blanca de plástico de las de terraza de bar. «Sé que algunos venís a ver si me desmayo y viene Cruz Roja», dijo de broma. Hicieron versiones de temas de Extremoduro, Kiko Veneno, Estopa, Tangana... «Son todos temas nuestros, que se los cedimos a otros grupos para que se ganaran la vida», aseguró Évole, que afirmó que actuar en este festival, «ha sido muy emocionante».
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Así empezó una nueva edición de Extremúsika, que quiere ser un símbolo Cáceres, y por ello cuenta con una subvención del Ayuntamiento de 150.000 euros. Una ayuda para un festival que cuesta alrededor de dos millones de euros según los organizadores.
Desde el jueves hasta el domingo el recinto hípico de Cáceres se convierte en una auténtica ciudad de la música con 60 actuaciones. Estos son los datos de esta ciudad musical: 35.000 metros cuadrados, con tres escenarios. Dos de ellos están adosados: son los llamados Señora Cigüeña y Don Porky, que ocupan un espacio de 7.000 metros cuadrados. En otro lado se encuentra el escenario Mr. Bellota con 6.000 metros cuadrados. Tienen más de 150.000 watios de potencia de sonido y más de 300.000 watios de potencia lumínica y pantallas leds.
Rodeando los escenarios hay preparadas zonas de descanso, y servicios, además de sitios de comidas con muchas hamburguesas, salchipapas, kebab, durum... a una media de 8 euros.
Una parte importante para muchos asistentes es la zona de acampada, con zonas verdes y dotada de toda la infraestructura necesaria para la comodidad de los usuarios, como baños, duchas y zona de restauración. Hay espacio para 5.000 personas, que pudieron empezar a montar sus tiendas a las doce de la mañana de este jueves, y tienen que desmontarlas antes de la una de la tarde del domingo. También importa el área de parking, con espacio para más de 5.000 vehículos.
Este es un festival accesible para personas con movilidad reducida. También piensa en las personas con discapacidad auditiva, que tienen para ellas la posibilidad de usar mochilas vibratorias y bucles magnéticos para vivir todos los conciertos. Es un servicio gratuito.
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Todo está preparado para batir el récord del año pasado, cuando se contabilizó 72.000 personas en los tres días de conciertos, que también fueron en el mes de octubre. Según la organización, este jueves por la tarde parecía que iban a superar las cifras de acampada del año pasado y de asistencia en el primer día de conciertos. Los datos de los asistentes en el Extremúsika de 2019 fue de 40.000. Ni en el 2020 ni el 2021 hubo festival por culpa de la pandemia.
Los precios de esta edición son un poco más elevados que en la anterior. Si el abono para los tres días de música con acampada costaba hace un año 78 euros más 7 euros y medio de gastos; en este año el precio es de 92 euros más otros 7 de gastos de gestión.
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El abono para los tres días sin acampada cuesta en esta edición 72 euros más 6 de gestión. Para la gente que compra la entrada por día: este jueves costaba 46 euros con los gastos, y el viernes y el sábado 57 euros cada día.
Muchos se quejaban de los precios de las barras del Festival. 8 euros por el vaso grande de cerveza o de tinto de verano, a lo que hay que añadir 2 euros de un vaso reciclable. Ante estos precios, mucha gente iba a sus coches al aparcamiento, en donde tenían neveras portátiles con bebida.
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También había quejas por la larga cola que había junto a la Cruz de los Caídos para tomar un autobús que les acercara al festival. Muchos jóvenes iban andando, bastantes con bolsas con bebida para hacer botellón escuchando desde fuera alguno de los 21 grupos. Hubo música hasta las seis de la madrugada.
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