![Postal de 1930 de La Casa del Sol de Cáceres.](https://s2.ppllstatics.com/hoy/www/multimedia/2023/09/22/17_20230922170935-RpMz71fqH9G8XId8tEoyUkM-758x531@Hoy.jpg)
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Cuando el fotógrafo Salvador Guinea me vio aparecer una tarde en la Redacción con el libro que iba a devolver en la Biblioteca Pública, se ... llevó una mano a la frente al cogerlo y leer el titulo.
–¡Madre mía! –exclamó– 'Cáceres Monumental, visto en una hora'. Esto es una aberración. Décadas luchando para que los turistas se queden varios días de visita en Cáceres, y aquí proponen que lo vean todo en una hora. ¿Pero quién ha hecho este sindiós?
–El gran Antonio Floriano Cumbreño –le respondí–. El investigador que identificó la piedra fundacional de Cáceres, y descubrió el Cristo de las Indulgencias en la iglesia de Santiago.
–Que yo sepa, Floriano Cumbreño hizo tres guías de Cáceres –comentó el compañero Manuel Caridad, que se levantó de su mesa para hojear con curiosidad el libro–. El investigador Alonso Corrales Gaitán indicó que Floriano Cumbreño hizo la primera guía turística de Cáceres, en 1929, que por cierto tiene una fotografía curiosa de la Torre Redonda. Mirad –dijo señalando una hoja del libro–, aquí dice que esta guía es una reedición de 1978 de la que publicó en 1941. La tercera guía la hizo en los años 50.
–Lo que me ha extrañado de esta guía es el recorrido que hace –indiqué–. Porque tú ahora enseñas la Ciudad Monumental, y empiezas desde la Plaza Mayor y pasas por las tres plazas: la de Santa María, San Jorge y San Mateo; pero aquí pasa el Arco de la Estrella y te lleva adarve arriba hasta la Puerta de Mérida... no pasa por la Plaza de San Jorge.
–Hombre –afirmó Caridad–. Es que en 1941, cuando hace el recorrido, la Plaza de San Jorge... ¡No existía!
–¿Cómo que no existía? –Se extrañó Guinea.
–Vamos a ver que estáis en este mundo por estar –empezó el malaleche del compañero del HOY digital–. Esta semana el Ayuntamiento de Cáceres ha dado un justo homenaje al constructor Antonio Abreu, que falleció en junio con 83 años. Abreu rehabilitó toda la Ciudad Monumental y con el alcalde Alfonso Díaz de Bustamante hizo la Plaza de San Jorge; por eso le han puesto la placa honorífica en ese lugar. Hay una fotografía en el Archivo Municipal de esa zona en 1949, y no estaban las escaleras bonitas con la pequeña escultura de San Jorge, ni las tiendas de artesanía que luego fueron restaurante y cafetería, que por cierto parece mentira que siga cerrada. No había una plaza como hay ahora. Allí había casas bajas, una famosa carpintería y una fuente donde iban las mujeres a por agua. ¡Qué no te enteras! –Le dijo al fotógrafo dándole unos golpecitos con una mano en la frente.
–Lo que me ha extrañado también de la guía –indiqué–. Es que en 1941 la Ciudad Monumental debía tener más vida, porque había tres centros escolares y tenían que tener bastantes alumnos. En lo que ahora es el Convento de las Jerónimas estaba el Colegio de las Carmelitas; en la Casa de los Pereros, que por cierto Antonio Floriano dice que tiene uno de los patios interiores más hermoso de Cáceres, estaba el Colegio Provincial de la Inmaculada que llevaban las Hijas de la Caridad; y estaba el Instituto con sus numerosos alumnos en lo que ahora es el Centro Cultural San Jorge.
–Sí, entonces había muchos niños y jóvenes por la Ciudad Monumental. Tanto es así –afirmó Caridad–, que el alcalde Bustamante vivía en la esquina de la calle Ancha con la Puerta de Mérida, y por las tardes se ponía delante de su casa un guardia municipal para que los muchachos no armaran ruido cuando iban a clase y no le jorobaran la siesta.
Cuando terminamos de trabajar, me acompañaron a devolver el libro a la Biblioteca antes de que cerrara a las ocho. Entonces al fotógrafo Guinea se le ocurrió que debíamos comprobar si se podía hacer de verdad en una hora el recorrido que proponía Antonio Floriano.
Yo llevaba la ruta apuntada en un papel. Guinea me lo cogió, y a las nueve de la noche, en punto, los tres comenzamos el recorrido. Salimos de la Plaza Mayor, tomamos las escaleras hasta el Arco de la Estrella, para luego subir por el Adarve hasta la Puerta de Mérida. Llegamos a la Casa de los Pereros y seguimos por la calle de este mismo nombre hasta estar en las traseras del Museo. El fotógrafo iba a toda prisa, yo detrás y más detrás Caridad.
Nos metimos por el callejón del Gallo para llegar a la Plaza de las Veletas. Desde la Plaza de San Mateo fuimos a la Casa del Sol, bajando por la cuesta de Aldana hasta la Casa del Mono. Luego Guinea torció hacia la plaza de San Jorge, y continuamos hacia Los Golfines de Abajo. Me costaba seguir el ritmo y más a Caridad, que venía unos metros detrás rezongando. Llegamos a la plaza de Santa María. Cogió Guinea el callejón que hay al lado del Palacio Episcopal para llegar al Palacio de Moctezuma. Allí torció a la derecha para bajar hasta la iglesia de Santiago.
Cuando llegó al final del recorrido miró el reloj y dijo asombrado:
–Vaya, pues lo hemos hecho en solo 34 minutos.
–¡No te joroba! –Me lamenté– Es que lo has hecho muy rápido. En el recorrido de Floriano hace cuatro paradas que no hemos hecho: Entra en la Casa de los Pereros a ver el patio; luego en el Museo a ver el aljibe, que eso ya lleva su tiempo; después en la iglesia de Santa María y por último en la iglesia de Santiago.
–¡Chispacero! ¡Cabrito! –escuchamos gritar a Caridad que acababa de alcanzarnos; llevaba debajo de la chaqueta una camiseta gris claro, pero ahora estaba oscura, toda llena de sudor– ¡Nos has traído a carajo sacado! Esta me la pagas.
–No sé cómo –dijo el aludido.
–¡Yo sí! –Le contestó Caridad, que estaba inclinado, con los brazos apoyados en las rodillas, sudando por la frente–. Vamos al mesón de Juan a reponernos, y tú pagas la bebida y las raciones. ¡Y sin rechistar!
Y para allí nos fuimos a terminar la noche, escuchando como Caridad, que estornudaba por tener la camiseta mojada, maldecía la guía más antiturística de la ciudad de Cáceres.
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