Son las ocho de una fría noche de febrero y entre las cristaleras del local de la Plaza Primero de Mayo apenas se ve nada. ... Solo unas figuras que se iluminan de forma tenue, lo mínimo para observar con algún detalle lo que hay a pocos metros. Se trata de velas y permiten que el grupo de mujeres que están sentadas en una de las mesas puedan seguir con su actividad con normalidad. Con cierta normalidad, al menos, si se tiene en cuenta que allí es imposible encender un electrodoméstico, ni siquiera una bombilla. El inmueble, municipal, acoge al colectivo de la tercera edad de Aldea Moret. Desde hace una semana no tiene luz.
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«La cortaron el miércoles. Ha dado la orden el presidente de la asociación de mayores porque ya no había dinero y las facturas eran muy grandes», explica Laura Escobar. Paga un pequeño alquiler al colectivo para dar servicios de peluquería en otro local anexo. Tampoco hay electricidad. En un cartel informativo que ha colocado en la puerta dice que ya no puede ejercer de forma presencial su actividad «por motivos ajenos» a ella. Pide disculpas a la clientela y se ofrece a ir a sus casas a hacer permanentes o cortar las puntas.
«La faena es para los mayores, que son los más afectados», admite Juanjo, el marido de Laura, que tiene precios reducidos para los ancianos de la barriada, reseña. Las conversaciones con María José Pulido, concejala de Asuntos Sociales, por ahora no han dado con la tecla para que en las instalaciones municipales se haga la luz.
El servicio del hogar de mayores lo gestiona Isabel, que prefiere no entrar en polémicas aunque reconoce que los recibos eran inasumibles. «Se estaba pagando mucho, unos 800 euros. La decisión la toma el presidente de la asociación», se limita a indicar mientras las velas sobre la barra provocan figuras fantasmagóricas. No hay muchos clientes a esa hora.
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El grupo de mujeres se levanta y el local se queda vacío. Oscuro y completamente vacío. «El recibo de la luz lo paga la asociación, pero es que no es normal ese dineral que nos cuesta», reseña. Apuntan los afectados al Banco de Alimentos, que utiliza un tercer local próximo y que tiene cámaras frigoríficas que encarecen ese recibo. Su presidente, Juan Carlos Fernández Rincón, matiza. «Es solo una cámara y apenas se usa. Nosotros pagamos nuestro gasto de luz», afirma a consultas de HOY.
«No ha sido un corte por impago. Es que el presidente de la asociación ha visto que se iba a hacer una pelota grande con los recibos. Como no hay recursos y las facturas son tan altas, 800, 900 euros, ha decidido solicitar el corte del suministro», confirma Juanjo. Recuerda que al principio era el propio Ayuntamiento el que se ocupaba del pago. Ayer por la tarde un electricista estuvo revisando la instalación eléctrica.
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Isabel teme verse en la calle, ya que ese servicio que presta es el único ingreso que recibe ahora, asegura. En el Consistorio, la concejala de Asuntos Sociales guarda silencio. No atendió la petición de información de este diario. A través de su gabinete de prensa se limitó a indicar que el asunto «se está solucionando».
juanjo
Afectado
En 2002, un concejal ordenó el corte de la luz de la sede vecinal y el bar de Aldea Moret. El caso acabó en los juzgados con una condena en primera instancia por coacciones. El asunto llegó hasta la Audiencia Provincial, que cinco años después absolvió al edil del delito de prevaricación.
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En el propio hogar de mayores se estuvo funcionando con luz de obra tras su inauguración en 2010. En pleno verano no se podía ni encender el aire acondicionado. En la reforma de ese inmueble se habían invertido 350.000 euros con el Plan E del Gobierno central. Se incluían bar, podología y peluquería.
Por aquella época, los vecinos organizaban los lunes una sesión de bingo. Se reunían unas 60 personas. A falta de potencia suficiente para el aire acondicionado o el ventilador, la imagen típica era la de los abanicos. «Me dicen que no se ha hecho la inspección de la instalación eléctrica, pero a mí me dieron la llave del local. ¿Qué somos, ilegales?», se preguntaba Lorenzo Salor, presidente del colectivo de la tercera edad. Más de una década después, el local de la asociación está a oscuras, esta vez por no poder hacer frente a los recibos sus inquilinos.
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El Ayuntamiento no ofrece detalles sobre las gestiones realizadas. Acerca de la solución señala que «se está en ello desde hace tiempo». No es la primera vez que se produce un hecho de este tipo en las dependencias municipales del barrio.
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