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¡A liberar el río secuestrado de Cáceres que tuvo isla y piscinas!
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Cuanto más sé del río que tuvo Cáceres, menos entiendo cómo pudo ser posible perder algo así... y no fue hace mucho, según me comentó Fernando García Figueroa: «Los que tenemos más de ochenta años, – me dijo –, hemos conocido El Marco hasta como piscina natural. Se dividía en dos partes separadas por un muro de cantería, que en principio tenía por objeto contener el agua como si fuera una presa, y que fue el origen del primer abastecimiento fallido de aguas de Cáceres efectuado por Don José Castell. Aguas abajo surgía lo que se conocía como la Bula, donde mi padre curaba las aceitunas dentro de un saco por donde pasaba el agua y así se endulzaban. Al llegar el agua a Fuente Concejo, aparte de una serie de caños donde la gente cogíamos el agua, a la otra parte de la calzada, aparecía otra piscina natural donde nos bañábamos».
El asunto me tenía intrigado y fui a preguntarle al viejo periodista Sanjosé, que conoce bien la zona por haber vivido en la Plaza de Santiago.
–Pero, bueno – le pregunté – ¿Es qué el río, además de molinos, batanes y tenerías... tenía hasta piscinas naturales?
–Y más cosas. Era un señor río – respondió el difunto –. ¡Mira en los planos antiguos de la ciudad! Investiga, juntaletras, investiga, que no sé en que rifa te dieron el título de periodista.
Tragándome una mala contestación, me fui a mirar planos de Cáceres en el Sistema de Información Geográfica (SIG) del Ayuntamiento, y me sorprendió el ver el río dibujado, con un ancho notable, en los planos de 1845 y 1900; y con algo de menos presencia, pero aún destacable, en el de 1931. Le pedí al fotógrafo Guinea que intercediera para que Sanjosé nos diera un paseo por la Ribera del Marco, y lo consiguió.
Sanjosé escogió el día que más le gusta salir a los espíritus, el día de San Juan, el pasado 24 de junio, para hacernos de cicerone. Empezamos por Fuente Rocha o de los curtidores, y cuando íbamos por el pasadizo peatonal que une Ronda de Puente Vadillo con el barrio de Las Tenerías, nos dijo: «Os voy a proponer un juego: Un río tiene que tener un libre acceso a él por parte de los ciudadanos. Intentar llegar al río de Cáceres, a ver si podéis».
Nos metimos por las callejuelas de la zona de Tenerías, en donde se curtían las pieles, evitando la descomposición del cuero que era usado para calzado y guarniciones, viendo hermosos rincones casi parisinos. Pasamos por las calles Sinaí, Ribera de Curtidores, Tenerías, incluso Caleros, y cuando parecía que la calle nos llevaba hacía el río, nos paraba un muro o una puerta de metal. La suerte hizo que nos encontráramos a un vecino amigo, que al contarle que no éramos capaces de llegar al río, bajando la voz nos dijo: «Es imposible. La gente aquí ha cortado los accesos, han cerrado callejones y han puesto muros y puertas de garaje... se han quedado con espacio público por la cara». Nos llevó a un portal con un largo pasillo, que terminaba en una verja cerrada; al fondo, la zona del río. Sanjosé (invisible para el amigo) sonreía ante nuestras caras de asombro.
Luego el difunto nos llevó a la zona de Fuente Concejo. Nos puso ante una vivienda con el siguiente letrero: Casa de La Isla, y nos dijo: «Sí. Además de piscinas naturales y molinos, el río tenía aquí una isla, ya que se había bifurcado, para que el agua de un ramal moviera varios molinos en esta zona. La isla dejó luego de serlo al tapar con tierra el ramal». Vimos la Fuente Concejo, recordándonos que es la fuente más importante de la ciudad desde el siglo XV, y que era tanta el agua que salía de sus caños, que en un día llenaba 13.000 cántaros.
Nos colocó frente al puente de Fuente Concejo, viendo a la derecha del puente la famosa fuente, y a la izquierda una zona ajardinada con palmeras, bordeada por un muro que tiene escrito el aviso de que 'se vende'. Fue en ese lugar donde nos dio un discurso de época:
–En el solar que está vallado, en el que pone 'se vende', había dos casas en ruinas ocupadas por indigentes, que se derrumbaron el 23 de febrero de 2010, por suerte sin producir víctimas. Una de las casas había sido panadería. Al tirar totalmente los edificios, se descubrió entonces un jardín público con hermosas palmeras al que los ciudadanos no tienen acceso. Sé que el solar, de 200 metros cuadrados, se vende por 180.000 euros, estando interesados constructores que quieren levantar aquí apartamentos y, otra vez, encajonar el jardín público. Es hora – empezó Sanjosé a alzar la voz y enfatizar sus palabras subiendo y bajando la mano derecha –, de que el pueblo de Cáceres recupere su río. ¡Es hora de que el Ayuntamiento compre este terreno y haga aquí un parque que se una con el pequeño que está detrás de Fuente Concejo! Y teniendo esto, aplicar el artículo 553 del Código Civil y la Ley de Aguas, que indica que en las márgenes de los ríos, cinco metros son para uso público. ¡Es hora de tirar muros y puertas que impiden llegar al río! Hacerle saber al alcalde que se atenga a las consecuencias si no lo hace.
–¡Hombre! – protesté –. Eso suena a amenaza.
–¡Qué suene a lo que quieras! ¡Hay que liberar, de una vez por todas, el río de Cáceres que nos tienen secuestrado!
Bueno, yo lo escribo y que el señor alcalde se dé por enterado. Y le advierto que el difunto tiene bastante malaleche.
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Jon Garay y Gonzalo de las Heras
Equipo de Pantallas, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández, Mikel Labastida y Leticia Aróstegui
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