Para complacer a su otra vez amigo Manuel Caridad, Guinea organizó hacer una nueva etapa del camino de Cáceres a Guadalupe. Fue el viernes, antes de que este domingo llegara el frío polar a Extremadura. Tocaba hacer la cuarta etapa: 15 kilómetros de Madroñera a ... Garciaz.
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Como otras veces llevamos dos coches, y como hicimos en la etapa de La Cumbre a Madroñera, a las ocho de la mañana estábamos desayunando en Trujillo, en El Patio del Toro. El telediario estaba a todo volumen, y otra vez se encrespó Caridad con las noticias. En esta ocasión cuando escuchó que gracias a la ley del 'Solo sí es sí' ya habían visto rebajada su condena 170 agresores sexuales, y 22 ya habían salido de la cárcel. Cuando salió en la pantalla Irene Montero, Caridad se levantó del asiento y se encaró con la imagen de la ministra: «¡¿Pero por qué no dimites?! Que la has liado parda con tu metedura de pata». Ana le llamó la atención, como la última vez que habíamos estado allí: «Manuel, por Dios. Déjanos desayunar tranquilos».
Clareaba el día cuando cogimos los coches. Fuimos a Garciaz, dejamos un vehículo allí y con el otro llegamos a Madroñera. Ya habían pasado las nueve y media cuando comenzamos a andar. Mi hijo Francisco nos hacía de sherpa; llevaba en una mochila todas las bebidas y bocadillos, los demás no llevábamos peso.
Salimos por las callejuelas de Madroñera iniciando una subida. Al principio de la cuesta había alegría. «En esa señal hay un mensaje para ti, Guinea», dijo Caridad que se rio cuando nos dimos la vuelta y vimos que en una señal de prohibido, en la franja blanca, estaba escrito: 'Golfo'.
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La subida era larga. Caridad resoplaba y se fue quedando atrás. Le esperamos en el cerro Valdecardos. Llegó sudando. Descansamos para que recuperara el fuelle, mientras mirábamos el hermoso paisaje: al fondo de la cuesta las casas de Madroñera ya muy pequeñas. A la derecha en la ladera del monte había un edificio extraño:
–¿Qué puede ser esa pirámide amarilla? –pregunté.
–Es la ermita de la Virgen de las Nieves –respondió Caridad que parecía recuperado–. También le llaman la ermita nueva de la Virgen de la Soterraña, porque sustituyó a la vieja que se declaró en ruina en 1966, pero ya se ha rehabilitado. La verdad es que es algo rara.
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Terminada la subida el camino ya era más agradable. Hablábamos de los divino y de lo humano, incluyendo en lo humano la canción de venganza de Shakira, La Loba, dedicada a su expareja Piqué. «Es curioso ver como hay personas que pasan tan fácilmente del amor al odio –dijo Ana–, porque esta mujer no hace mucho cantaba lo muy enamorada que estaba del jugador, y decía 'Este es pa'mí, o pa'más nadie', que es una frase que suelen decir los maltratadores». Ana se empezó a reír al ver en el camino un gran cartel con la frase: 'Finca La Loba'. Miré un mapa que llevaba y dije: «Vaya, es que estamos en el Cerro de La Loba, y aquí al lado está la Cuerda de La Loba y La casa de La Loba». «Mejor pasamos rápido. No vaya a ser», indicó Ana.
Cruzamos campos, y cuando llevábamos casi dos horas andando paramos a tomar un bocadillo junto a unas casas en ruinas en la finca Vallenaharro. Después reanudamos la caminata. Nos dio pena dejar el campo para pasar al asfalto. Solo paramos un momento cuando al lado de la carretera vimos el hermoso Puente de la Villa, obra bajomedieval sobre el arroyo Valdelamadera, cuyas aguas van al río Garciaz.
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Aún no eran las dos cuando llegamos a la entrada de Garciaz, sorprendiéndonos que el Ayuntamiento había hecho en la entrada un albergue para peregrinos. «Estos sí que saben, y no otros ayuntamientos», dijo Caridad. Garciaz desde ese punto parecía un pueblo de cuento, con una pradera hasta el Puente de Nuestra Señora sobre el río Garciaz.
Fuimos a la Plaza de España en donde está el rollo jurisdiccional. «La verdad –señaló Caridad– es que en este Camino vamos de rollo en rollo. Había uno en La Cumbre, está el increíble de Trujillo, el de Madroñera y ahora tenemos este aquí que es de 1565, que tiene en la parte superior una pieza en forma de bellota». Al lado se encuentra el edificio del Ayuntamiento, que suele tener tres grandes banderas hechas con ganchillo.
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Seguimos caminando hasta llegar a la imponente Iglesia de Santiago Apóstol. Rodeamos el templo y nos quedamos parados al ver una placa con el yugo y las flechas, con el lema: «Los caídos por Dios y por la patria. ¡Presentes!», y debajo los nombres y apellidos de doce personas, el primero José Antonio Primo de Rivera.
Cogimos el coche. Volvimos a Madroñera, en donde comimos el menú del día del restaurante 'San Andrés'. En la sobremesa comentamos lo raro que parecía que en el muro de la iglesia, en estos tiempos, siguiera puesta la placa franquista.
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–Igual cuesta quitar la placa –dijo Guinea–, porque, claro, debajo del nombre de José Antonio están los de 11 fallecidos del pueblo en el bando nacional, y en Garciaz viven sus hijos y sus nietos, y es un modo de recordarles.
–Pues mira –dijo Caridad–. Se da la circunstancia de que en Garciaz, durante la Guerra Civil, se fusiló a medio centenar de personas de izquierdas. Fueron bastantes. Por lo tanto, lo que hay que hacer es quitar esa placa franquista, y poner otra con los nombres de los 60 muertos juntos, diciendo que todos han sido víctimas de una guerra entre hermanos. Eso o no se pone nada. El asunto está claro: ¡O todos o ninguno!
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