Marta Lorenzo
Cáceres
Lunes, 2 de septiembre 2024, 09:05
Han pasado casi seis años desde que se detectaron los primeros casos de picudo rojo en la capital cacereña. En concreto, el Ayuntamiento lo ... confirmó el 19 de noviembre de 2018. No se ha conseguido frenar su avance desde estos dos primeros focos que surgieron en una isleta de la plaza de América y en el polígono industrial Las Capellanías.
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El Picudo rojo (Rhynchophorus ferrugineus) es una plaga que afecta a las palmeras, principalmente a la especie Phoenix canariensis o palmera canaria, según expertos. Se trata de un tipo de escarabajo de color rojo oxidado con manchas negras que se alimenta y vive en el interior de estos árboles.
«En Cáceres hay más de 2.000 palmeras de especies diferentes, de las cuales 780 son palmeras canarias», informan fuentes del Ayuntamiento a una consulta de este diario. Esto supone menos del 50 por ciento de los ejemplares, aunque no se sabe con exactitud que porcentaje está afectado y tampoco se indica si las que no son de especie canaria no puedan correr riesgo de ser infectadas por este escarabajo rojo..
«En Cáceres, además, hay muchas palmeras de titularidad privada, que actúan como reservorio de la plaga», afirma el consistorio. «No es fácil para un particular detectarlo, porque cuando se empiezan a observar los síntomas en una palmera, suele ser tarde y hay menos posibilidades de que sobreviva el ejemplar».
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Erradicar el picudo rojo es complicado, por lo que se están llevando a cabo medidas para controlarla o prevenirla en palmeras que aún están sanas. El consistorio indica que realizan cuatro tratamientos al año, y en septiembre comenzará el cuarto y último de 2024.
El Ayuntamiento informa de que, actualmente, para el control del picudo rojo a nivel municipal, se utiliza una «estrategia combinada». Consiste, en primer lugar, en un «tratamiento preventivo mediante aplicaciones foliares con insecticida autorizado en más 400 ejemplares de palmera canaria, aunque no se haya detectado la plaga».
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En el momento en el que la palmera ya está afectada por este insecto, se procede con los tratamientos correctivos, es decir, los que ayudan a que la enfermedad no avance o que se erradique. Son diferentes dependiendo de lo afectado que esté el ejemplar. Si la palmera no está muy dañada se procede a echarle insecticidas (siempre que sean aptos para su uso y autorizados para ello). En una segunda fase de la enfermedad, cuando ya hay zonas «muertas», se hace una especie de «cirugía». Esto se denomina «saneamiento de la palmera» consiste en «eliminar todo el tejido muerto sin dañar la yema apical con tratamiento químico posterior», es decir, quitar las partes afectadas sin matar el árbol durante el proceso y luego proceder a echar insecticidas para matar a los insectos o a modo de prevención.
En último caso, si se produce la muerte del ejemplar, se retira inmediatamente con «gestión del residuo» para que no se extienda a otros ejemplares que están sanos.
También cuentan con un sistema de captura. Se trata de unas trampas diseñadas específicamente para que este insecto caiga en ellas. «Se encuentran distribuidas por toda la ciudad para atrapar ejemplares adultos», indica el Ayuntamiento.
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El Consistorio afirma que «gracias a esto, se ha conseguido mantener el control de la plaga», pero que «es una gestión muy complicada porque su capacidad de reproducción es altísima, con varias generaciones al año». Todo apunta a que va a ser una larga lucha, aunque, por lo menos en la capital cacereña, la situación se mantiene estable.
Las calles de Cáceres se han teñido en agosto un año más de tonos ocres en pleno verano. Es una estampa otoñal que se lleva repitiendo con más intensidad durante los últimos años en los meses en los que el mercurio supera los 35 grados, algo cada vez que ocurre más días al año.
Las olas de calor que se producen en los meses estivales no solo provocan daños en las personas que se exponen al sol durante horas. Los árboles sufren, según técnicos de Parques y Jardines del Ayuntamiento, «estrés hídrico, especialmente en veranos tan calurosos y secos como los de estos últimos», es decir, no tienen suficiente agua. «El árbol empieza a eliminar hojas como mecanismo de auto defensa y protección», explica el Consistorio.
Una imagen que es cada vez más habitual a causa de las altas temperaturas de julio y agosto y que pinta de tonos otoñales las calles de la localidad.
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