¿Qué ha pasado hoy, 23 de febrero, en Extremadura?
Ángel Pérez hacia 1924. Año 1931. En la foto La Chicuela, el palacete y casa de Tomás Pérez. s.e.

La mala suerte de Ángel Pérez; de la pérdida de La Chicuela a la 'Casa de las tetas'

desde la moto de papel ·

Sergio Lorenzo

Cáceres

Domingo, 10 de octubre 2021, 07:51

Hacía tiempo que no sabíamos nada del difunto Sanjosé, ni de cómo le iba intentando sacar a su nieto de las drogas. Estábamos preocupados, pero ... a Caridad se le ocurrió la manera de dar con él. «Esta tarde –dijo el pasado martes por la mañana–, el Colegio Oficial de Arquitectos de Extremadura realiza una visita guiada a cuatro edificios que reciben una distinción por expertos en arquitectura moderna. A las cinco y media, Miguel Hurtado Urrutia hablará del arquitecto Ángel Pérez ante su edificio singular la Casa de los Picos, en la avenida de España. Me juego lo que queráis a que el difunto estará entre los que le irán a escuchar, porque tiene en alta estima a Miguel Hurtado, del que dice que es uno de los hombres más sabios de Cáceres».

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Allí fuimos a las cinco y media, y allí estaba Sanjosé entre la gente, el único sin mascarilla (privilegios de estar muerto). Cuando nos vio llegar se llevó un dedo a la boca, indicándonos que estuviéramos atentos a lo que iba a decir Miguel Hurtado.

Allí nos enteramos de que el arquitecto Ángel Pérez Rodríguez, que nació en el pequeño pueblo riojano de Viguera en 1897, logró en 1924 la plaza de arquitecto municipal de la ciudad de Cáceres, y aquí estuvo haciendo edificios y monumentos durante 42 años. En Cáceres pasó su vida junto a su mujer Amalia Martínez Carrero, que era argentina. En Cáceres tuvieron cuatro hijos: Elena, Ángel, Isidro y María Esther, y en este Cáceres se murió en 1977, a los diez años de jubilarse, sin ser valorado suficientemente todo el trabajo que había hecho, porque él fue una pieza importante para que el ensanche de la avenida de España sea lo que ahora es. Miguel Hurtado destacó que en el Archivo Municipal de Cáceres se conservan 549 proyectos suyos.

Fue un arquitecto sublime que trabajó por encargo del jefe de turno, de los ayuntamientos franquistas y los de la República. Si en 1938 terminó la Cruz de los Caídos, en 1933 había hecho el Monumento al Trabajo, la torre de la Plaza de Antonio Canales, el alcalde socialista que se lo encargó unos años antes de ser fusilado.

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Al poco de instalarse en Cáceres, en 1924, hizo casas para obreros en Peña Redonda, y en 1927 estaban en pie dos de sus obras maestras: La Casa de La Chicuela, y el hermoso edificio del número 3 de la avenida de España, la casa del comerciante Tomás Pérez. También hizo por esa época, en 1932, el palacete con torreón de la calle San Antón (frente a La Chicuela). En 1934 inauguró en esa zona de la avenida de España, en la esquina con la avenida Virgen de La Montaña, el gran edificio que fue el Cine Norba, con sus 2.000 localidades. En 1939 terminó el edificio de al lado del cine, la moderna 'Casa de los Picos', destacando Miguel Urrutia que la idea de aprovechar al máximo el vuelo permitido fue del ingeniero José Acha Asensio, su habitual calculista y constructor. Comentó también, que las viviendas de esta peculiar casa tienen seis dormitorios.

Miguel Hurtado en la 'Casa de los Picos'. a.m.

De Ángel Pérez era el Mercado de Abastos que en 1931 se levantó en lo que ahora es el Foro de los Balbos, en la Plaza Mayor, que fue demolido en 1970; y en 1934, por encargo de Antonio Canales, hizo el edificio de El Refugio, que aún está en el barrio de San Blas, que fue creado para servir de albergue a transeúntes, mendigos y peregrinos. Entre sus últimos trabajos están, en 1958, el obelisco de la Plaza de Conquistadores, en la zona de Colón; y en 1963 la Estación de Autobuses de Cáceres que se levantó en la calle Gil Cordero.

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Cuando el grupo de expertos en arquitectura se fue, nos quedamos con Sanjosé en el Parque de Cánovas. Allí nos siguió hablando de Ángel Pérez, sentado en un banco negro de metal, extrañándose la gente que pasaba al vernos de pie, mirando callados a un banco vacío.

–Tuvo muy mala suerte. Gran parte de sus obras han desaparecido por culpa de la especulación. La casa de La Chicuela se tiró en 1984, pese a la gran cantidad de gente que dijo que se cometía un sacrilegio urbanístico; antes, en 1967, ya se había tirado el Cine Norba; y en 1990 se demolió la Estación de Autobuses, para levantar encima el mastodonte del Edificio Europa. Por no hablar de lo que le pasó con la llamada 'Casa de las tetas'.

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–¿Qué es eso de la 'Casa de las tetas'? –pregunté.

–Siendo de La Rioja, Ángel Pérez solo hizo allí, en Logroño, una obra peculiar antes de venir a Cáceres, en 1924. Era un edificio singular, con un torreón, que llenó de cariátides mostrando sus pechos, y el vulgo la bautizó entonces como la 'Casa de las tetas'. Pues bueno, después de una gran polémica, similar a la de La Chicuela, lo derribaron en el año 2008.

–Oye. Cambiando de tema – le interrumpió Manuel Caridad–. ¿Cómo va lo tuyo con el nieto?

–Pues te hice caso, y un día que se estaba pinchando en la casa okupa en la que está, en la Ribera del Marco, me aparecí y le quité la jeringuilla. Fue peor, porque pensó que era una alucinación y casi se vuelve loco. Tuve que dejar que se metiera la heroína, y cuando se le pasó el efecto me volví a aparecer; pero sigue pensando que soy una alucinación por la droga. Caridad tienes que ir a volver a verle y convencerle: ¡Me lo debes! –Caridad asintió callado –. Y tú le vas a acompañar, Sergio.

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'Casa de las tetas' de Logroño se tiró en 2008. La estación de la calle Gil Cordero se demolió en 1990. El Cine Norba se inauguró en 1934 y se derribó en 1967. HOY

–¿Yo? ¿Por qué? – protesté.

–Porque tú podías ser igual que él de no tener la suerte de haberte tropezado con un buen profesor de Literatura, con José Antonio Ponte Far, el albacea de Torrente Ballester. Para que luego digan que no son importantes los profesores. Así que ya podéis ir los dos a ver a mi nieto y convencerle para que se desintoxique en un centro de la Junta de Extremadura. ¡Por las buenas o por las malas!

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Y el difunto se fue volando, mientras Caridad murmuraba entre dientes: «Para qué habremos venido. ¡Vaya papelón que nos ha dejado el joío muerto!».

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