![Gran afluencia de público en la zona de comidas de la Plaza de Santa María, este sábado.](https://s2.ppllstatics.com/hoy/www/multimedia/201911/16/media/cortadas/mercado_cc(3)-koV-U90717999128JwH-624x385@Hoy.jpg)
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El sol acompañó este sábado en una fresca jornada de noviembre en la que tenía lugar en la capital cacereña el día grande del Mercado Medieval, la cita anual con las tres culturas que siglos atrás vivieron en la ciudad: árabe, cristiana y judía; y que cierra este domingo su vigésima edición.
A mediodía, a duras penas se transitaba por San Antón y San Pedro –vías principales de acceso al entorno monumental– atestadas de gente dirigiéndose a alguno de los más de treinta espacios en los que se desarrolla este año el gran zoco de culturas. La afluencia masiva de público se notó durante todo el día y, como ejemplo de ello, en uno de los parkings del centro, el de Primo de Rivera, a las seis de la tarde era complicado encontrar aparcamiento.
Vitor de Matos | Taberna portuguesa
La recoleta plaza de San Juan, primera parada de este periódico, además de acoger algún puesto de artesanía, está convertida en un pequeño rincón gastronómico colmado de 'delicatessens' a las que es difícil resistirse. Las rosquillas caseras que amasa Miguel, de la dulcería artesanal El Miajón de Azuaga, son el producto estrella de este puesto de la tierra, que también vende pestiños, flores de azúcar o tortas de chicharrones. «Están muy ricas; llevan harina, huevo, anís y el jugo y la rayadura de limón», asegura el confitero mientras las fríe en directo y las da a probar a los viandantes. Unos pasos más abajo, los vizcaínos de Mañeko compiten con el extremeño con más rosquillas de limón y anís, bombitas rellenas, hermosas magdalenas artesanas y su típico pastel vasco.
De los sabores dulces a la cosmética natural que hasta este domingo puede adquirirse en el mercado; uno de los secretos de belleza de la mismísima Cleopatra lo encontramos en el medieval, el jabón de leche burra. Lo trae una empresa de Puebla de Sanabria, en Zamora, que se surte de la leche de la raza de burros zamorana-leonesa para elaborar este producto ecológico. «Somos los números uno en jabón de burra», señala Virgilio Castro, técnico de la compañía, que explica que para su elaboración usan un 80 por ciento de la leche de este animal, sobre una base de aceite de oliva virgen extra, con marca cacereña.
En la Plaza Mayor, los más pequeños se afanan por subirse a las rústicas atracciones medievales, el tiovivo, la barca y la pequeña noria de madera. Y en el Foro de los Balbos, donde encontramos un pequeño rincón de artesanía con cerámica de Arroyo de la Luz, entre otras piezas, dos jóvenes de Coria, Alba y José Juan, eran este sábado caricaturizados por un dibujante que cobra su trabajo a diez euros.
Subiendo hacia Caldereros, junto al adarve de Santa Ana, la exhibición de cetrería despierta gran expectación. El impertérrito y grandioso búho siberiano atrapa muchas de las miradas. Junto a él, singulares ejemplares de águila esteparia, cola roja, águila de harris y de otras especies más pequeñas –pero no menos bellas– como la lechuza, el mochuelo o el cernícalo, fijan su vista en el gran público que los arropa.
Miguel | El Miajón de Azuaga
Frente a ellos, José Manuel, de Losar de la Vera, que dispuesto de un antiguo fuelle y de una fragua, trabaja las esculturas de hierro y cantos rodados que expone. Este artesano es uno de los pocos que imparte en el medieval talleres en vivo de forja y madera. Sus obras en equilibrio, hormigas de piedra o águilas de forja son creaciones únicas para adornar tanto espacios interiores como jardines.
Las plazas de Santa María, los Golfines de Abajo y las Veletas son los espacios con más tenderetes de comida. En la primera, el pulpo a la gallega, cocido en el momento, es ya una tradición. Desde Lisboa, Vitor de Matos ofrece en su taberna portuguesa vino caliente y una sangría hecha a base de una fórmula mágica, que emana un espeso humo como si de una pócima de hechicero se tratrase.
Avanzando por la judería, en la calle de Pereros, los instrumentos de tortura representan la parte más sombría y macabra del medievo. «Qué horror», decía una mujer pasando de largo por el garrote vil, mientras otros jóvenes comentaban con bastante alivio: «tenemos suerte de haber nacido en esta época». Y es que, además del garrote, en la muestra pueden verse réplicas de la silla interrogatoria, de la jaula colgante, del poste de tortura, de pinzas, tenazas y garras de gato, y hasta de la horca.
En las Veletas y San Mateo, la vida más tranquila y apacible de la milenaria cultura árabe en sus jaimas, nos deja imágenes como la del marroquí Hassam tallando a mano en madera de cedro pequeños colgantes de la suerte. Y aromas como los del jazmín, el azahar y la lavanda de sus perfumes, o de especias como la cúrcuma, el curry o el tandory.
A las diez de la noche de este domingo, si la previsión de lluvias no lo desluce, el pasacalle final despedirá esta vigésima edición de un mercado que sigue atrayendo cada año a miles de visitantes, en la que es ya una cita en mayúsculas en el calendario de eventos de la capital.
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