![El martes, tras la hora santa celebrada en la ermita de la Paz, el padre Fernando y los asistentes se fueron a tomar unas cervezas a Lizarrán.](https://s2.ppllstatics.com/hoy/www/multimedia/202206/03/media/cortadas/PADREFERNANDO1-RkQJPb2A9cP6kWNiV6SzMcJ-984x608@Hoy.jpg)
![El martes, tras la hora santa celebrada en la ermita de la Paz, el padre Fernando y los asistentes se fueron a tomar unas cervezas a Lizarrán.](https://s2.ppllstatics.com/hoy/www/multimedia/202206/03/media/cortadas/PADREFERNANDO1-RkQJPb2A9cP6kWNiV6SzMcJ-984x608@Hoy.jpg)
El milagro del padre Fernando
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En un país en plena crisis de fe en el que solo el 28 por ciento de los jóvenes se declara católico, este sacerdote llena de universitarios sus misas, que remata con unas cañas en el barSecciones
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En un país en plena crisis de fe en el que solo el 28 por ciento de los jóvenes se declara católico, este sacerdote llena de universitarios sus misas, que remata con unas cañas en el bar«Yo era ateo, pero ahora creo». El estribillo de la canción de C. Tangana –cuyo vídeo rodado junto a Nathy Peluso en la catedral de Toledo estuvo rodeado de polémica– podría resumir a grandes trazos la experiencia de Javier Moreno, estudiante de segundo curso de Historia en Cáceres. Tiene 19 años, es de Don Benito y ha pasado de ser no creyente a confirmarse este domingo.
«Mi relación con la Iglesia nunca había sido muy estrecha. Era el típico al que echaban de clase de Religión. Hice la comunión por mi abuela», cuenta. Cuando llegó a Cáceres para estudiar conoció a una chica, con la que inició una relación, que era creyente. Le convenció para asistir a las misas que celebraba el padre Fernando. Probó y se enganchó.
«Fui, el sacerdote me cayó bien, había un grupo aparente y me sentí a gusto. Poco a poco noté que se estaba despertando algo dentro de mí. Llegó el verano y mi relación con esta chica se acabó. Pero cuando volví a Cáceres después de las vacaciones tuve claro que iba a seguir yendo a misa. No quería dejar de hacer algo que me llenaba», explica.
En la evolución de Javier –«era ateo», precisa– hay un nombre propio: el padre Fernando Alcázar. «Él ha sido la figura central. Estoy convencido de que si hubiera más sacerdotes como él irían más jóvenes a misa. Es cercano, sabe que tenemos 19 años, no nos da sermones como si tuviéramos 60 y no nos echa broncas como si fuera el fin del mundo por cualquier tontería. Nos las echa de vez en cuando pero es una persona comprensiva, que tiene una personalidad y un carisma espectaculares. Se nota muchísimo cada vez que organiza cualquier cosa», señala el estudiante de Historia.
Natural de Corral de Almaguer (Toledo), este religioso de 47 años llena sus misas, que están orientadas principalmente al público joven. Todo un logro en un país en plena crisis de fe, en el que el que solo el 28,2 por ciento de los jóvenes con edades comprendidas entre los 18 y los 24 años se declara católico, según los datos del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). Según esta misma fuente, se trata del grupo de edad que más católicos ha perdido en las últimas décadas al pasar del 78,1 por ciento registrado en 1990 al 28,2 por ciento de octubre de 2021.
En la Diócesis de Coria Cáceres se celebraron en 2019 un total de 788 confirmaciones. En 2020 el dato descendió hasta las 520. Y en 2021 la cifra continuó a la baja: 480, según el dato facilitado por el Obispado.
«Tiene tirón». «Habla el mismo lenguaje que los jóvenes». «Es muy extrovertido; en cuanto estás con él unas cuantas veces seguidas sientes su predisposición a estar ahí, a ayudarte, a poder contar con él». Son algunas opiniones del entorno de la iglesia cacereña sobre el padre Fernando y el motivo por el cual logra enganchar a su público. Hay un factor que le favorece. En su día a día trabaja con los jóvenes. Es el director del colegio mayor San José, capellán del Servicio de Atención Religiosa de la Universidad de Extremadura y, además, es párroco en Alcuéscar y miembro de la congregación de los Esclavos de María y de los Pobres, que está al frente de la Casa de la Misericordia.
En la capital oficia los domingos por la tarde en la ermita de la Paz la misa joven y universitaria. Y los martes por la mañana está en la Facultad de Filosofía y Letras. Durante este curso, además, ha puesto en marcha en la ciudad con la iniciativa de un grupo de estudiantes el movimiento 'Hakuna', una nueva corriente dentro de la Iglesia que promueve, entre otras cosas, una hora santa de adoración a la semana en la que se ora a través de la música. Estos encuentros se celebran los martes, a las nueve de la noche, en la ermita de la Paz.
javier moreno
Estudiante de Historia
Esta semana la hora 'Hakuna' ha coincidido con el partido de tenis que enfrentaba a Nadal y Djokovic en Roland Garros y con exámenes de fin de curso. Pero ni Javier, ni Eva Cuenda, ni Gonzalo faltaron a la cita.
Eva, de 19 años, es de Plasencia y estudia Filología Hispánica. «Cuando llegué a Cáceres no creía en Dios. Vivía totalmente separada», recuerda. Su paso por el colegio mayor San José, donde conoció al padre de Fernando, y su grupo de amigos la acercaron hasta la Iglesia. Gonzalo Ridruejo, de 21 años, es de Sevilla y ha venido a Cáceres «a cambiar de aires». Ahora se forma como vigilante de seguridad. «Estaba un poco mal en mi vida y necesitaba un guía espiritual. Fernando aceptó serlo. Cuando he necesitado cualquier cosa, incluso comida, siempre ha estado conmigo. He conocido a muchos sacerdotes y él tiene algo especial», resuelve.
Hace tiempo que el reloj marcó las diez de la noche y la hora santa llega a su fin. Pero el encuentro no acaba aquí. La noche sigue en el bar Lizarrán de la calle Moret, donde el cura se toma unas cañas con los chavales. No es un hecho excepcional. Es costumbre.
Domina las redes sociales. No escatima abrazos. Coge el móvil de madrugada. Y, si alguien se lo pide en caso de necesidad, no duda en hacer un bizum. «Mi vocación es ser como un padre para ellos. Creo que es como hay que mostrarles a Dios, en el día a día. Siempre he pensado que la Iglesia tiene que estar con los pies en el suelo. Y yo siempre he deseado ser un sacerdote cercano». Palabra del padre Fernando.
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David S. Olabarri y Lidia Carvajal
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