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Acto en las entonces estrechas escaleras del Arco de la Estrella (arriba a la izquierda) / Pedro M. Torres-Cabrera (arriba a la derecha) / Explorador de Casar de Cáceres (abajo a la izquierda) / Exploradores de Cáceres hace un siglo (abajo a la derecha) S. E. / Scouts de Extremadura

El monologuista Gómez de la Serna y por qué hay tantos scouts en Cáceres

Desde la Moto de Papel ·

Sergio Lorenzo

Cáceres

Domingo, 24 de febrero 2019

Con la que se nos viene encima con precampañas, campañas, insultos, medias verdades y medias mentiras de políticos, el otro día nos sorprendió en la Redacción del Diario HOY el compañero Manuel Caridad, enseñándonos un delicioso vídeo de la Filmoteca Española, de lo que puede ser considerado un precursor de los monólogos de humor del Club de la Comedia.

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Se trata de una grabación de, nada más y nada menos, que del año 1928, del escritor y periodista Ramón Gómez de la Serna, el genial autor de las greguerías. Durante poco más de cuatro minutos el elocuente escritor habla de monóculos sin cristal y sorprende por sus buenas imitaciones de las gallinas, finalizando su brillante monólogo con ayuda de una enorme mano postiza con la que habla de la importancia para un orador de tener una mano convincente, que lleva detrás de ella a las multitudes. El vídeo me sorprendió, pero más me sorprendió el comentario que me hizo Caridad: «¿Sabes que Gómez de la Serna era familia de tu Carolina Coronado, con la que andas enfrascado últimamente?».

Algo incrédulo no dije nada hasta que lo confirme por internet. Era cierto. Ramón Gómez de la Serna (1888-1963) incluso llegó a publicar en 1942 el libro titulado 'Mi tía Carolina Coronado'. Comprobé que más que su tía fue su tía abuela, ya que la abuela materna de Ramón fue Julia Coronado Romero de Tejada, hermana de la poeta. Gómez de la Serna llega a describir así a Carolina Coronado: «tan cargante, tan deliciosa, tan clerical, tan insoportable, tan inefable».

Estaba yo de madrugada en mi casa ensimismado, comprobando estos datos, cuando sentí en mi cogote un intenso frío, que no me asustó porque sabía su origen:

–¡Hombre! ¡Ya está aquí el fantasma curiosón! Leyendo a mi espalda lo mismo que leo yo. Mira si habrá mundo por recorrer para un difunto... y que siempre tengas que andar por mi casa de madrugada. ¡A ver si un día te coge la Santa Compaña y te da una vuelta por ahí! – Le dije a Sanjosé bromeando.

–Como me toques los etéreos testículos no te cuento algo que te puede interesar.

–Anda, siéntate y dime – le dije ofreciéndole un sillón orejero.

–¿Tú sabes que la causa de algo que a ti siempre te ha extrañado: el que en Cáceres haya tantos boy scouts, se debe a un familiar de Carolina Coronado?

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–¡Vaya, otra vez Carolina Coronado! Ya me está empezando a cargar la poetisa.

Vídeo. Ramón Gómez de la Serna con la mano del orador. S. E.

Repantigado en la butaca, mientras el sol comenzaba a iluminar los narcisos del jardín y volaban alegres las recién llegadas golondrinas que pasan temporadas conmigo, el viejo periodista me empezó a hablar de Pedro María Torres-Cabrera y González de la Laguna, el abogado que nació el 14 de agosto de 1852 en Guareña (Badajoz), que con 46 años, el 26 de marzo de 1899, se casó en Lisboa con Matilde Perry Coronado, la única hija que sobrevivió a la famosa poeta de Almendralejo, que, como ya hemos contado, embalsamó a otra hija y a su marido.

A principios de 1911 Torres-Cabrera y su mujer comenzaron a vivir en Cáceres, después de haber enterrado en Badajoz a la poetisa (muerta el 15 de enero de 1911) y al cuerpo embalsamado del marido. Torres-Cabrera se quedó viudo ese mismo año, su mujer murió en Cáceres el 15 de junio de 1911.

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Me llamó la atención saber que un sobrino del abogado viudo era Miguel Muñoz de San Pedro, el famoso escritor Conde de Canilleros, que en su libro 'La ciudad de Cáceres', editado en 1953, reconoce que él guardaba recuerdos, papeles y libros de Carolina Coronado. También cuenta que su tío fue el primer presidente de los exploradores (boy scouts) de la provincia de Cáceres.

El movimiento scout llegó muy pronto a Extremadura. Fundado en 1907 en Inglaterra por el militar y artista Robert Baden-Powell, en mayo de 1914 se constituyó el comité provincial de Badajoz, y pocos meses después el de Cáceres. Si el primer presidente cacereño fue Torres-Cabrera, uno de los tres vicepresidentes fue León Leal. Una de las primeras ciudades que tuvo grupo de exploradores fue Plasencia, bajó la dirección de Fernando Sánchez Ocaña, que luego sería alcalde. En Casar de Cáceres se creó en 1917 presidido por el famoso maestro Helénides de Salamina, que vivía y vestía como un griego antiguo. Hubo exploradores en otras localidades de Extremadura.

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En la ciudad de Cáceres tuvieron un gran éxito, llegando muy pronto a ser 250 los exploradores que formaron la tropa. El Conde de Canilleros afirma que en 1915 estaban en todas partes. Tenían una banda de música formada por chicos del Hospicio y dirigida por José Capdevielle, que actuó numerosas veces. Desfilaban por las calles, con su sombrero parecido al de la guardia montada de Canadá, su pañuelo al cuello, pantalón corto y al hombro un poderoso bordón. Ese año incluso llevaron en camilla a la estación del ferrocarril, en formación, al torero Lagartijillo, herido de una cornada.

Pedro María Torres-Cabrera, que no tuvo hijos, se dedicó en cuerpo y alma a educar en valores a los jóvenes cacereños de la época. Él se murió en Badajoz en 1926, pero su labor continúo, aunque durante la Guerra Civil y el Franquismo, el movimiento scout casi desapareció para surgir con fuerza en la Democracia. Eran tantos en Cáceres que en el año 2005 era la ciudad española que tenía más boy scouts en relación al número de habitantes.

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Después de tan versada conferencia, me reí con el difunto recordando cuando en vida hicimos juntos el Camino de Santiago, y él no paraba de maldecir en los momentos en los que, cansado por la caminata, veía como joviales boy scouts nos adelantaban, dejándonos la estela de sus cánticos. Nos pasaron varios grupos y alguna vez escuché al cansado compañero murmurar insultos a los exploradores, desde 'mamarrachos' a cosas bastantes más gruesas. Cambió de parecer en la etapa que terminaba en Portomarín; Sanjosé no podía con su alma cruzando el largo puente sobre el río Miño, y subiendo la empinada cuesta antes de llegar al hermoso pueblo. Sudaba a mares cuando llegamos al polideportivo, pero se le alegró el día cuando apareció un grupo de boy scouts recibiendo a los peregrinos con agua fresca y con tarta de almendras de Santiago. Cuando terminó de comer y beber, Sanjosé, ya repuesto, nos dijo en voz alta: «¡Qué ningún hijo de mala madre vuelva a hablar mal de los boy scouts delante de mí! ¡No lo consentiré!». Increíble. El único que había despotricado de ellos... había sido él.

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