
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En la UCI (Unidad de Cuidados Intensivos) del Hospital San Pedro de Alcántara de Cáceres los acordes de la guitarra de Livia Estévez rompen la melodía que de manera rutinaria suena en esta estancia, compuesta por los pitidos que arrojan las máquinas a las que permanecen conectados los pacientes más críticos del centro.
La musicoterapeuta visita esta unidad una vez por semana cargada de un buen puñado de instrumentos. Deposita la pandereta, la flauta, las maracas, los cascabeles y los cuencos tibetanos en un carrito metálico. Y, a continuación, se acerca al mostrador. Bolígrafo y libreta en mano, pregunta por el nombre de los enfermos hospitalizados y por su edad. También anota si están despiertos o sedados.
Toda esta información permite a Livia abordar las sesiones individualizadas con los ingredientes que cada paciente necesita en cada momento. Para el señor que hay en la cama número tres, consciente, recurre a la guitarra. E invita a uno de los enfermeros a acompañarla con las maracas. Justo al lado, en un habitáculo cerrado, hay otro paciente con sedación. En este caso, tira de los cuencos tibetanos.
Hace algún tiempo que la música se coló en esta UCI. El San Pedro de Alcántara es uno de los centros sanitarios de la región donde se imparten estas sesiones, que también han llegado al complejo hospitalario Badajoz, tanto a la unidad de cuidados intensivos de adultos, como a la pediátrica.
No son casos aislados. La introducción de la musicoterapia forma parte de un proyecto internacional denominado 'Huci. Humanizando los cuidados intensivos', que propone una serie de medidas para mejorar la situación de los pacientes, los familiares y los profesionales sanitarios.
«Una de las líneas de trabajo de la humanización de los cuidados intensivos es conseguir el mayor bienestar del paciente. Y en eso interviene la musicoterapia, que logra mejorar su situación psicológica. Por eso es mucho más útil en aquellos pacientes que se encuentran en vigilia, que están despiertos, ya que van a interactuar más», asegura Marta Montans Araujo, jefa de servicio de Medicina Intensiva del complejo hospitalario de Cáceres.
Marta Montans
Jefa de Medicina Intensiva del complejo hospitalario de Cáceres
«No debemos olvidar –prosigue Montans– que estar en la UCI es una situación de mucha ansiedad, de dolor, de sufrimiento y de miedo por saber qué pasará. En este aspecto, la musicoterapia disminuye el estrés y una serie de constantes que los pacientes pueden tener alteradas por esa situación de estrés: taquicardias, hipertensión...», enumera.
La musicoterapia ya se había empleado en Cáceres y en otros puntos de la región con pacientes de otros perfiles, gracias a las gestiones realizadas entre la Asociación Extremeña de Musicoterapia y el Servicio Extremeño de Salud (SES) desde 2015. «Empezamos de forma voluntaria. Pasamos por la unidad de Psiquiatría de Cáceres, por la unidad de Oncología pediátrica en Badajoz, por Oncología de adultos...», enumera Estévez. Y llegó un momento en el que la Junta de Extremadura, a través del Servicio de Participación Comunitaria en Salud, comenzó a financiar las sesiones.
La musicoterapia entró en la UCI del San Pedro de Alcántara en 2021. La forma de trabajar, comenta la musicoterapeuta, es distinta. «Hay personas que están intubadas, que tienen enfermedades graves... Tenía muchas ganas de estar en esta unidad. Pero a nivel emocional se mueven muchas cosas porque, en realidad, no sabes si la persona a la que cantas va a salir», expone. «Hay momentos en los que tienes que retirarte porque algo está pasando. Es una unidad muy delicada».
Cada sesión, cuenta, es distinta porque no sabe lo que se va a encontrar cuando cruza la puerta de la UCI. El día que la acompañamos diez de las 12 camas que hay en esta estancia están ocupadas. «A esa paciente hay que levantarla porque a lo mejor pasa esta tarde a planta», comentan entre dos sanitarias.
«Hay veces que me quedo 15 minutos con una persona o una hora. Depende de lo que necesite el paciente en ese momento», agrega Estévez. Y recuerda, con los ojos empañados, la ocasión en la que acompañó con música a un enfermo a despertar tras un periodo sedado. Cuando la situación lo permite, también se intenta implicar a los familiares en las sesiones.
«Una de las diferencias importantes de trabajar en la UCI es que los pacientes están enchufados a máquinas que nos dicen cosas. El hecho de poder ver cómo varía con música la frecuencia cardiaca de una persona me aporta mucho. La música en sí misma a todos nos mueve de alguna manera. Nosotros lo que hacemos es usar los elementos que tiene con un objetivo terapéutico», resume Estévez.
«Los pacientes sonríen, bailan, cantan si pueden... Los familiares nos dicen que les gusta mucho la iniciativa porque notan que los pacientes están más contentos. Se sienten más personas, no tan enfermos. Les damos vida y, además, les hace sentir que se están recuperando», afirma Lara Mateos, supervisora de la UCI, con el pitido incesante de fondo de las máquinas, la banda sonora del día a día en esta unidad.
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Almudena Santos y Lidia Carvajal
Rocío Mendoza | Madrid, Álex Sánchez y Sara I. Belled
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