Ningún niño sin regalo gracias a la solidaridad cacereña

Se trata de una de las campañas más antiguas de la ciudad, que unifica la acción de muchas organizaciones (oenegés, colegios, asociaciones) y también de empresas, que realizan sus propias recogidas para entregar después a Cruz Roja, tal y como explica Laura Hernández de la Osa, responsable de esta acción, que arranca en el mes de noviembre y depende de la sección de Juventud de esta organización humanitaria. Las personas que quieran ser solidarias todavía pueden entregar sus regalos en la sede de la avenida de las Delicias, en Pinilla, aunque está todo prácticamente organizado, indica Hernández de la Osa.

A lo largo de estas últimas semanas se han llevado a cabo recogidas de juguetes en espacios transitados como el centro comercial Ruta de la Plata. También han colaborado en esta campaña la asociación de Corredores de Seguros de Extremadura o establecimientos de todo tipo, como tiendas de ropa, restaurantes o jugueterías. Chocolatadas y otros actos lúdicos también han servido de enganche para invitar a la gente a ser solidaria en tiempos difíciles. Cruz Roja pone solamente dos condiciones a las personas que entreguen regalos. Una de ellas es que estos juguetes sean nuevos, una forma de «dar dignidad» a la campaña. «No se trata de dar lo que uno no quiere», indica Laura Hernández. Otro de los aspectos que se cuidan especialmente es que estos juguetes no sean sexistas ni bélicos.

Cada uno de los niños que se benefician de esta actividad recibe cuatro regalos, por lo que se reparten cerca de 800. Son familias derivadas por el IMAS u otras asociaciones que entregan alimentos. También hay familias identificadas por Cruz Roja a las que durante el año se les hace seguimiento o que forman parte de distintos programas.

Más de 30 años lleva la pastoral penitenciaria de la diócesis Coria-Cáceres repartiendo ilusión entre los hijos de los presos que cumplen condena por algún delito en la cárcel cacereña. Esta semana, un grupo de voluntarios, con el delegado episcopal de la pastoral al frente de la iniciativa, Eliseo Ruano, envolvía los regalos que los menores recibirán la semana de Reyes. Llegarán a unos 120 niños de más de medio centenar de reclusos, en su mayoría mujeres.

Numerosos lotes de juguetes nuevos y material escolar a estrenar invadían el salón de actos de la parroquia del Beato Marcelo Espínola, en el Vivero. En cada caja, una misiva cerrada que estos padres y madres han escrito a sus hijos entre rejas. «Cuando el niño abre el paquete, lo primero que encuentra es la carta de su padre», resaltaba Ruano.

Junto a este voluntario de dilatada trayectoria atendiendo a presos, se afanaban en organizarlo todo voluntarias como Ángela Andrada, Mari Carmen Prados y Asunción Tostado. Javier Mateos, con 60 años a sus espaldas de voluntariado, es el más veterano. «Más que colaborar, para mí es una forma de vida», confesaba.

Por primera vez se ha unido al voluntariado un grupo de alumnas de las Carmelitas y el IES Norba. Son Isabel, Ángela, Candela, Paula, Carmen y Julia. «Todos los niños son niños y por mucho que sus padres estén donde estén, se merecen los mismos regalos. Por eso estamos aquí ayudándoles», señalaban las adolescentes, satisfechas personalmente de su aportación. «Saber que de estos niños hay menos personas pendientes y que nosotros les podemos ayudar, nos gusta. Y sobre todo que esta Navidad vayan a recibir un regalo que a lo mejor no se esperan y les hará felices».

Muñecas Nenuco o de Pepa Pig, puzles, juegos educativos y de mesa, cochecitos, camiones, etc., las jóvenes se han encargado de clasificar los juguetes y organizarlos en paquetes según las edades de los niños. En octubre la pastoral inicia su campaña de recogida, que persigue también concienciar en colegios, institutos y asociaciones sobre la reinserción social de los reclusos. «Los presos están ya cumpliendo condena, han sido juzgados, condenados y hay que dejarles en paz», remarcaba Ruano,

Semanalmente, sus miembros visitan a los reclusos en la prisión. «Trabajamos con ellos todo el año. Podrían ser nuestros hijos o hermanos. Y en la cárcel es donde más respeto nos tienen», subrayan las voluntarias, que inciden en que para la pastoral penitenciaria y su labor en la cárcel no hay días de vacaciones.