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Mikel San Argimiro ha sido el último terrorista de ETA encarcelado en Cáceres. Se ha visto beneficiado por la política de acercamiento de presos etarras al País Vasco, que ha afectado a 43 terroristas en los dos últimos años. San Argimiro ha sido traslado de la cárcel de Cáceres a la de Soria, en donde seguirá cumpliendo su condena de 391 años de prisión, aunque en realidad estará 25 años. San Argimiro puso una bomba junto al Bernabéu, en el año 2002, que hirió a 22 personas, e intentó asesinar a los exministros José Barrionuevo y Matilde Fernández.
El terrorismo de independentistas vascos ya va siendo historia, y si en el año 2008 había 762 presos etarras, ahora el número se ha reducido a 231.
La época en la que hubo más terroristas encarcelados en Cáceres fue en el año 1994. Había nueve en el Centro Penitenciario Cáceres I (la cárcel de la calle Héroes de Baler que lleva años cerrada), entre ellos cinco mujeres; y había otros cinco en el Centro Penitenciario Cáceres II, la única prisión actual, que antes era para jóvenes de 18 a 25 años. Allí había presos de ETA de la 'kale borroka'.
En 1977 cumplían pena seis presos vinculados con ETA en la vieja prisión de Cáceres, de los que tres salieron en libertad tras la ley de amnistía de 1977. Uno de ellos fue Iñaki Vilar Echevarría, que pasó 8 años en la cárcel por poner una bomba en Bilbao que no hizo explosión. Los otros dos eran Patxi Jaka Aranalde y el abogado Juan María Zubimendi, que estaban entre los 29 presos que se fugaron de la cárcel de Segovia en 5 de abril de 1975, huyendo por un colector de aguas fecales. 24 fueron arrestados, otro murió en un enfrentamiento con la Guardia Civil y cuatro huyeron a Francia.
En 1987 fue cuando llegó a Cáceres el etarra Ángel Recalde Goicoechea, acusado de siete asesinatos. Era cuñado de Santi Potros, el inductor del atentado de Hipercor de 1987, el más sangriento de la historia de ETA con 21 muertos. Recalde intentaría fugarse de la cárcel en septiembre de 1988. Los funcionarios abortaron la fuga al ver los barrotes de su celda serrados. Le iban a acompañar en la fuga los terroristas Izaga González y Armando Vidal Abad. Este último participó en 1980 en el atentado a un policía nacional en Baracaldo.
Además de estos tres etarras, en 1989 estaban entonces en Cáceres Joaquín Aldanondo Luzuruaga, que amenazó a un funcionario de Cáceres diciéndole «perro fascista va a llegar tu turno»; Juan Iriondo Gárate, que salió en libertad en 2005 tras 21 años en la cárcel por poner una bomba a una furgón policial en 1984 causando tres heridos; José Zabaleta Garmendia; Ana Beguiristain; y Lourdes Gabiola Imaz. También estaba el grapo Luis Fernández Álvarez.
En 1989 cinco de estos etarras fueron castigados tras causar destrozos en el interior del centro penitenciario en señal de protesta. Por entonces también organizaban huelgas de hambre pidiendo el acercamiento al País Vasco.
En el año 1991 fue cuando estaba encarcelado en Cáceres uno de los terroristas considerado más sanguinario: Juan José Legorburu Guederiaga, alias 'Txato', que había pertenecido al grupo Nafarroa, y que tenía más de 700 años de condena por haber participado en 11 asesinatos. Atacó una tanqueta de la Policía Nacional en Pamplona en 1982, causando un muerto y ocho heridos. En 2013 salió en libertad.
Ya no hay presos etarras en la cárcel de Cáceres, en cuya biblioteca tienen el libro 'Patria' de Fernando Aramburu, fundamental para conocer la realidad del terrorismo en el País Vasco, y que iba a ser analizado por varios presos, entre ellos San Argimiro, el último preso etarra en Cáceres.
«Estamos teniendo mucha suerte, no hemos tenido ni un caso de covid entre internos y funcionarios», afirma Nahum Álvarez Borja, director del Centro Penitenciario de Cáceres. Suerte, y que se toman bastantes medidas de seguridad. Cuando una persona entra a cumplir condena o se incorpora tras un permiso penitenciario permanece diez días en cuarentena, y cuando tiene un encuentro vis a vis, una semana. Todos los internos y los funcionarios llevan máscarilla, se limita el aforo en actividades terapéuticas y en misa, y las visitas de familiares se ha reducido de 4 a 2 personas.
El centro penitenciario tiene en la actualidad 415 internos; de los que 115 están en el Centro de Inserción Social. La mayoría de estos no están físicamente en prisión al tener medidas de control telemáticas.
Nahum Álvarez agradece la buena disposición de los funcionarios en la lucha contra el coronavirus, y que la Junta les haya concedido la Medalla de Extremadura.
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