Aquel 13 de noviembre

Noche del viernes 13 de noviembre de 1992, algunas personas cenan a la luz de las velas en el distrito madrileño de Aravaca, cuatro encapuchados vestidos de negro entran disparando indiscriminadamente y huyen en un coche. Causan dos heridos muy graves. La mujer, de 33 años, madre de una niña de seis años, fallece camino del hospital por los disparos, uno en el corazón. La voz unánime en masivas manifestaciones de millones de Españoles y Españolas lograron que se identificase y se detuviese a los asesinos en un tiempo récord. La investigación de la Guardia Civil, determinó quién efectuó los disparos y localizó a los cuatro asesinos, tres de ellos menores, de 16 años. El autor material de los disparos tenía 25 años, era Guardia Civil y usó su arma reglamentaria. El Juzgado número 15 de Madrid condenó este último a cumplir 54 años de cárcel, 30 por asesinar a esa madre y 24 años por disparar al hombre. Los tres menores, condenados a 24 años de internamiento fueron puestos en libertad en 2001 por la Audiencia Provincial de Madrid, tras cumplir ocho años de internamiento. El condenado de 25 años, abandonó la cárcel pocos años después, pero en 2015 fue detenido en su coche, conduciendo borracho al volante mientras intentaba sacar de la carretera a un camión.

Lucrecia Pérez Matos, nació en la isla de La Española, en la parte dominicana, fue asesinada por aquellos que, incapaces de guiar sus propias vidas, buscaron otros culpables seducidos por el disfraz de parafernalia ultra y neonazi. Similares a los que hoy idolatran a un antiguo servidor del Reino Taifa de Zaragoza, mientras festejan con vociferante odio xenófobo unos resultados electorales en números indoarábigos, en una democracia grecorromana de tradición judeocristiana dentro de estas históricamente fluctuantes fronteras que antes abarcaban otras costas allende los mares.