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La panificadora Upan (Unión Panadera Cacereña), cuya fábrica está situada en el polígono de las Capellanías, paró este martes sus máquinas definitivamente después de más de cuatro décadas suministrando pan a toda la provincia. Un total de 90 trabajadores pierden su empleo, 30 de ... ellos de la fábrica y 60 de la treintena de despachos que esta firma tiene repartidos por varias localidades cacereñas. La mayor parte de la plantilla son mujeres, muchas de ellas de zonas rurales.
En la tarde de este miércoles se llevó a cabo una asamblea de trabajadores en la que se informó sobre la tramitación del ERE (Expediente de Regulación de Empleo) y las condiciones de los despidos, que aún no se han formalizado. La casualidad, o, más bien, la fatalidad, hace que el final de esta empresa histórica coincida con el Día Mundial del Pan, que se conmemora cada 16 de octubre para ensalzar sus atributos nutricionales.
La situación no ha pillado por sorpresa a la plantilla, que hace un año, cuando la empresa entró en concurso de acreedores, recibió un correo en el que se les alertaba de la difícil situación económica. Según explica Francisco Pérez, su gerente, la falta de rentabilidad está detrás de la quiebra de esta compañía, que en tiempos más boyantes llegó a tener 160 trabajadores. Hace dos años 40 fueron despedidos en otro ERE. Ya en 2015 en portales empresariales especializados esta compañía aparecía como «en liquidación» o «en disolución».
«La empresa empezó a dar pérdidas por la subida del coste energético y del precio de la harina, además bajaron las ventas, cada año hemos ido perdiendo porque los consumidores van sustituyendo el producto tradicional por el pan precocido y congelado de las grandes superficies, se ha dejado de comer el pan de siempre», estima Pérez, que no esconde su tristeza al ver quebrarse el negocio en el que ha trabajado los últimos 30 años de su vida.
La fábrica pertenece a Antonio Mariñas Soto, que procede Badajoz. «No ha habido nadie que quiera comprar la empresa porque la productividad era muy baja, no daba beneficios». Upan formaba parte de un grupo empresarial que incluye los establecimientos Panake´s y la panificadora Nevero de Badajoz, que sufrió un incendio en septiembre de 2019 que según algunos trabajadores «hizo mucho daño», ya que las pérdidas se elevaron a tres millones de euros.
A pesar de que desde este martes no se fabrica pan, los trabajadores cacereños seguían este miércoles en sus puestos, dedicados ahora a la tarea de desmontar tanto la fábrica como los despachos. Tienen que formalizarse los despidos de toda la plantilla, que ayer cumplía a rajatabla su horario.
Según la información que puede leerse en el portal de Apilca (la Asociación del Polígono Industrial de las Capellanías) tenían una cartera de más de 700 clientes por toda la provincia, entre ellos grandes supermercados, organismos oficiales, colegios y pequeñas tiendas. Esta firma histórica utilizaba unos 4.000 kilos de harina diarios para elaborar sus productos. Además de pan se dedicaban «a la industrialización, de harinas, pastelería y repostería, y en general, de cualquier productos alimenticio o dietético de origen vegetal, entre ellos galletas y sémola», según su descripción.
Un rastreo por Internet muestra que el pan y el logotipo de esta marca estaba presente en muchos pueblos, además de los despachos propios había tiendas que adquirían este producto para venderlo. En pueblos como Piornal, Navaconcejo, Moraleja o Serradilla había establecimientos, gestionados por autónomos, a los que suministraba diariamente esta fábrica que vive sus últimos momentos.
El alcalde de Cáceres, Rafael Mateos, trasladó ayer «su pesar» a las familias afectadas por el cierre de esta empresa que, dijo «forma parte de la historia de nuestra ciudad y de la cotidianeidad de muchas casas cacereñas».
Diego Hernández, presidente del Círculo Empresarial Cacereño, lamentaba ayer la pérdida que supone esta firma para el polígono de las Capellanías y tildaba de «verdadera tragedia» que 90 trabajadores de Cáceres se queden en la calle. Llamaba también a valorar el papel de las empresas veteranas como Upan y su contribución al tejido económico local.
Desde hace varios años el pan tradicional se encuentra en una encrucijada. Producir un pan artesanal, no el clásico bollo precocido o la baguete al uso, cada vez es menos rentable. La diferencia de precio del pan de siempre a formatos cada vez más populares, como la baguete que se calienta a golpe de horno es sustancial.
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