El rey pornógrafo y el odio de los muertos a las flores de plástico
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Otra vez están los compañeros a la gresca; y esta vez no por cuestiones baladíes, sino por motivos relacionados con la realeza. El origen de todo es que aquí hemos escrito de Alfonso XIII, de sus visitas a Extremadura, y varios lectores se han puesto en contacto con nosotros para decirnos que al Rey le gustaba 'perderse' por estas tierras, a las que acudía para actos oficiales que luego se alargaban, o para asistir a monterías en las que cortejar a alguna dama de la Corte. Vi que además del famoso viaje a Las Hurdes en 1922, en la ciudad de Cáceres estuvo en 1905 y en 1928. Hay fotos de él en Jarandilla en 1927 camino de Plasencia; pero fueron muchas veces las que estuvo cazando por aquí.
–Su majestad Alfonso XIII – dijo ceremoniosamente Manuel Caridad – fue un monarca muy querido, que decidió exiliarse para evitar derramamientos de sangre. Era muy cercano... muy campechano.
–¿Campechano? ¡Dios nos libre de los reyes campechanos! – dijo el fotógrafo Guinea – ¡Era un golfo!
–La verdad – dije yo – es que una de las personas que más sabe de las debilidades de Los Borbones es la periodista Pilar Eyre, que vino a la Feria del Libro de Cáceres en 2018. La entrevistó nuestra compañera María José Torrejón, y le dijo que había hecho una lista con las amantes de Alfonso XIII y le salieron 100... con nombres y apellidos. La más famosa fue la actriz Carmen Ruiz Moragas, que le duró ocho años, y con la que tuvo una niña y un niño, el famoso Leandro Alfonso Luis de Borbón, el bastardo que tanto se parecía a su padre, que, por cierto, se murió en 2016.
–Bueno eso de las amantes es una cosa – añadió el fotógrafo –, y otra que fue el primer promotor de películas pornográficas en España. Usando de mediador al conde de Romanones, contrató a los hermanos Ricardo y Ramón Baños Martínez, a los que encargaron películas pornográficas que se ponían en pases privados.
–Bueno, bueno. Eso son habladurías. Todo eso hay que demostrarlo – indicó nuestro amigo monárquico.
–Está más que demostrado – respondió Guinea –. Salió a la luz hace poco. Los hermanos llamaron a la empresa nada más y nada menos que Royal Films, y entre 1915 a 1925 hicieron 70 películas de las que se conservan tres. Aparecieron... curiosamente en un convento valenciano. Se restauraron en 1991 y están en la Filmoteca de la Comunidad Valenciana. Se dice que el Rey eligió a las actrices, y también hizo los guiones, aunque no se rompió mucho la cabeza: Una película es 'El confesor' y cuenta el lío entre un cura y una feligresa; otra es 'Consultorio de señoras' con las atenciones de un médico a sus pacientes; y la tercera se titula 'El ministro', en donde una mujer realiza favores a un político para que su marido no pierda el trabajo.
Intentando evitar que se enfadará Caridad, desvié la conversación, hablando de la manera, algo rara, en que se produjo el exilio de la familia real una vez que el 14 de abril de 1931 se proclamó la II República. A las nueve de la noche Alfonso XIII se marchó a Cartagena, en donde embarcó rumbo a Marsella y de allí a París.
La Reina, con cinco de sus hijos, el 15 de abril se marchó en coche de Madrid a El Escorial, para coger allí un tren a París. Hay una magnífica foto de ella descansando en Galapagar. No cogieron el tren en Madrid para no coincidir con Indalecio Prieto y Marcelino Domingo que regresaban del exilio. Su sexto hijo, el infante don Juan, estaba estudiando en la Academia Naval de San Fernando. Se fue a Gibraltar, y de allí a Nápoles, para reunirse con su familia en París el 17 de abril.
Los reyes se separaron. Se asegura que ella, cansada de sus infidelidades le dijo: «¡No pienso ver tu fea cara nunca más!», y se marchó a Londres.
Alfonso pasó su exilio alojado en hoteles de lujo, que pudo pagar sin problemas, ya que antes del exilio había ingresado gran cantidad de dinero en bancos ingleses y suizos. Partidario de Franco, del que fue padrino en su boda, invirtió 6.000 euros en la causa franquista. Pensaba que el dictador le devolvería la corona, pero Franco dijo que difícilmente, «por los errores pasados». En 1941 murió en El Gran Hotel de Roma.
María Eugenia solo volvió a ver a su marido en Roma en 1938, para ser la madrina del futuro rey Juan Carlos. Regresó a España en 1968, tras 37 años de exilio, para ser la madrina en el bautizo de su bisnieto Felipe. Murió en su residencia de Lausana, Suiza, en 1969.
Estábamos hablando de todo esto en mi casa, ayer por la mañana, cuando de pronto se apareció el difunto Sanjosé en el huerto, cabreado como un mono. Sacó del interior de su raído abrigo negro, unas rosas de plástico, y las tiró al suelo para empezar a maldecir.
–Un hijo de mala madre, me ha puesto esta mierda en la lápida. Como sepa quién ha sido, le voy a hacer la vida imposible.
–¿No te gustan? – le preguntó inocente Caridad.
–A ningún muerto nos gustan las flores de plástico. Las odiamos porque cuando alguien te las pone, quiere decir que le importas un pimiento, que ya no irá más a verte. En el cementerio lo comentamos, «a ese pobrecito le han puesto flores de plástico».
–No será para tanto – dije yo.
–¿¡Qué no es para tanto!? ¿Es que tú has visto que alguien ponga flores de plástico en la tumba de Antonio Machado? ¿o que se las pongan a La Virgen de la Montaña? – Saltó sobre las flores y empezó a pisotearlas, hasta que se fijó en Guinea que estaba mordiéndose el labio inferior para no reírse, y le preguntó – ¿No habrás sido tú?
–¿Quién? ¿Yo? No sería capaz de hacerte esa putada – dijo poniendo ojos de cordero degollado; sin duda... mintiendo.
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