
La posible batería antiaérea del cerro del Amparo de Cáceres
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El mirador de la Ronda Sureste conserva un refugio anti bombas en el recinto militar descubierto en la fase arqueológica de la obraEl descubrimiento en el cerro del Amparo de unos vestigios de carácter militar, hoy preservados y puestos en valor, junto al hecho de que Franco se estableciera durante un mes en Cáceres cuando estalló la Guerra Civil en 1936, entre agosto y septiembre de ese año, llevan a pensar al arqueólogo que dirigió la excavación, Fernando Sánchez Hidalgo, que este lugar albergó una batería antiaérea, es decir, armas y cañones para derribar aviación militar republicana.
Aunque este extremo está en fase de investigación, todo apunta a ello. «Franco estableció su cuartel general en la ciudad y Cáceres contaba con un aeródromo militar desde los años 20, además de la presencia del regimiento de Argel, lo que hace que la ciudad fuera un objetivo del bando republicano y necesitara esa protección de su espacio aéreo», argumenta Sánchez Hidalgo, que este jueves impartió una conferencia en el Museo de Cáceres sobre la intervención arqueológica que se llevó a cabo en el cerro del Amparo durante las obras de la Ronda Sureste.
En el seguimiento arqueológico de los trabajos de la nueva variante, que fue el cometido del investigador, se localizaron unas cimentaciones alrededor de la garita de vigilancia situada frente a la ermita, la única estructura del actual mirador que era conocida y estaba documentada como una huella de la contienda española.
Hasta la construcción de la carretera no se había intervenido en este paraje, en el que se realizó la excavación arqueológica promovida por la UTE de la obra ante la Consejería de Cultura para proteger los restos. No es que la actuación en sí fuera a destruir estos vestigios pero sí les afectaba en el sentido de que quedaban integrados en el mirador.
La excavación se inició con una limpieza de las cimentaciones que se veían parcialmente, detalla el arqueólogo. Este primer trabajo arrojó el hallazgo de un recinto de 30 por seis metros «de potentes muros de piedra con argamasa», que se identificó como un recinto de carácter militar.
Durante la investigación a pie de tierra aparecieron numerosos objetos que hoy custodia el Museo de Cáceres. Se hallaron botones del cuerpo de la Guardia Civil, varios frascos de vidrio que se corresponden con los botes de un botiquín de campaña, tinte de botas –«porque cuidaban mucho el calzado»–, un tintero para escribir cartas, algunos metales como navajas y pasadores de correa, y cargadores Mauser, el fusil reglamentario del ejército.
Como curiosidad, se localizaron diversas piezas de vajillas, algo que no es común en un frente de guerra, donde los soldados se alimentaban con comida enlatada. No extraña aquí el fácil acceso a los alimentos por la cercanía del cerro a la ciudad, en el bando sublevado, y su proximidad a un cortijo, anota Sánchez Hidalgo.
Además de la garita, la excavación puso al descubierto otra estructura con paredes de ladrillo, un pequeño refugio antiaéreo semisubterráneo en forma de pozo cuadrado y con una techumbre plana, posiblemente para camuflarlo. Tiene una escalera para descender a su interior, donde se guardarían el armamento ligero y los equipos de radio. El recinto tenía comunicación con un observatorio del espacio aéreo situado en el santuario de la Montaña y con el aeródromo, lo que es hoy el ferial.
«Este lugar es digno de ponerse en valor y que forme parte de una ruta de vestigios de la Guerra Civil en Cáceres, ya que no se han tenido muy en cuenta los restos del antiguo aeródromo, del que no se ha conservado nada», lamenta el arqueólogo, que contó con la experiencia de la restauradora del baluarte de los Pozos, en la primera fase de rehabilitación de la muralla, Sonia Castro, para la consolidación de los vestigios en el mirador.
La protección del recinto la ampara la ley de Memoria Histórica de Extremadura. La zona es accesible y cuenta con cartelería informativa. Las vistas hacia la Ciudad Monumental son únicas. Otra razón más para visitarlo.
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Lucía Palacios | Madrid
María Díaz y Álex Sánchez
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