Hace siete años el músico Juan Luis Orozco (Cáceres, 1985) montó, desde cero, el Festival Internacional de Música Ciudad Monumental de Cáceres, con un programa basado en conciertos y master class y con la presencia de destacados músicos de todo el mundo. La cita, con conciertos desde este lunes hasta el viernes a las 20 horas en el auditorio San Francisco se ha convertido en toda una referencia en una ciudad en la que, tal y como apunta Orozco, puede mejorar y crecer el ambiente musical. Instrumentista de viola con una amplia trayectoria, se ha enfrenta a una enfermedad degenerativa que le ha obligado a replantearse su papel en la música pero que no le ha frenado. La entrada de los conciertos cuesta 12 euros y hay un bono conjunto que cuesta 50. Todos los días a las 18.45 hay conciertos previos de los estudiantes del festival. La información completa puede consultarse web caceresmusicfestival.es.
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–¿Es complicado hacer que en una ciudad como Cáceres germine y se mantenga una iniciativa como esta?
–Está siendo súper duro por muchísimos contratiempos que vamos teniendo. Cada día nos encontramos con problemas que vamos solucionando sobre la marcha. Reivindico que las instituciones nos hagan caso, es frustraste que no se valore el trabajo que estamos haciendo, porque tiene una trascendencia cultural enorme. Me gustaría resaltar la colaboración de la Diputación que todos los años nos cede los espacios del complejo San Francisco y el Conservatorio, que nos cede la mayor parte de las instalaciones. El Ayuntamiento nos pidió poner el logotipo para aparecer en las pantallas y han tardado en ponerlo, me parece frustrante. Contamos también con ayuda de pequeños establecimientos.
–¿Necesitan subvenciones? ¿Con qué presupuesto cuentan?
–Nosotros ahora mismo nos autogestionamos por medio de las matrículas de los alumnos, una parte va para cubrir los gastos de las propias clases y otra para organización. Esto está dirigido por una asociación cultural sin ánimo de lucro, la asociación Agustín Orozco que fundé como homenaje a mi abuelo, y el objetivo es el festival, eventos culturales en general y la acción solidaria. Todos los beneficios son para llevar a cabo el festival. De todos los trabajadores la única parte que no saca nada económico es la dirección, el resto, quitando algún voluntario, cobra. Lo hacemos por una especie de patriotismo, por la ciudad. Movemos muchas decenas de miles de euros en una semana.
–¿Cree que cada vez es más conocido este festival?
–Empecé en el 2016 con un pequeño curso de tres días junto a mi profesor de viola Yuval Gotlibovic, que hasta ahora ha sido director artístico y que aunque este año no esté, volverá. Funcionó muy bien y quisimos aprovecharlo y hacer un festival. Vamos creciendo pero lo que nos hace falta es publicidad, la calidad la tenemos, pero la gente se tiene que enterar.
–Han venido músicos muy destacados, supongo que es complicado gestionar esas colaboraciones.
–Hemos traído a profesores de otros países y hemos facilitado el contacto a estudiantes de la zona. Hay cacereños que se han ido al extranjero con profesores que han conocido aquí. A mi eso me pone los pelos de punta y me hace seguir adelante.
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–¿Qué espera del festival, qué sueño tiene para él?
–El objetivo es emocionar, que los alumnos y los profesores queden encantados con el festival y la ciudad, que venga público, que se reconozca nuestro trabajo y que se siembre la semilla de la música clásica, que está, pero tiene que crecer en l ciudad, yo quiero más. Que pase como con el teatro clásico, que hay mucha tradición porque se ha cultivado durante muchos años.
–¿Qué puede destacar del programa?
–Es muy ecléctico, mezcla muchos estilos. Esta temporada Eduardo Moreno junto a mí ha tenido el papel de director artístico, es profesor del Conservatorio Superior de Badajoz. Lo hemos diseñado para que todos los profesores tengan su protagonismo, y aparte de eso la clase de canto con los maestros Carlos Aransai y Manuel Brugueras tiene un alumnado increíble. Hay un quinteto de Dvorák con piano que cierra el viernes y va a ser espectacular, la pianista que viene, Nina Kereselidze, es de primer nivel mundial y merece la pena verla el lunes y el jueves. Depende de los gustos de cada uno, todo tiene enjundia.
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–Sus circunstancias personales hacen especialmente valioso el trabajo que hace.
–Tengo una distrofia muscular degenerativa que después de 25 años me obligó a dejar la viola. Los brazos no los puedo levantar. Por suerte hace cuatro años descubrí el nyckelharpa que es un instrumento medieval en el que el brazo derecho permanece apoyado en el instrumento, estoy tocando otra vez. El miércoles voy a tocar con la concertino de la OEx. Necesito siempre estar activo, pero siempre estoy cansado y con dolor, es frustrante.
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