![«Sacar la ESO con 35 años me ha dado orgullo y autoestima»](https://s2.ppllstatics.com/hoy/www/multimedia/2023/07/29/ESO-RVJrcjDmgjC5mQQ6KTZxIfL-1200x840@Hoy.jpg)
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Durante el último año la vida de José Manuel Garzo se ha reducido a madrugar mucho y no tener tiempo para nada. Este pescadero del mercado de abastos de Ronda del Carmen de 35 años sufrió un mordisco de realidad cuando su hijo mayor, de 11 años, le empezó a pedir ayuda para hacer los deberes y él no podía brindársela. Hubo otra especie de revelación cuando, de viaje en Gibraltar se dio cuenta de que no podía comunicarse en inglés de forma adecuada en los comercios o en los bares.
Fue en ese momento cuando se planteó retomar los estudios, que había dejado muy joven para ponerse a trabajar. Y ahí ya empezó una vorágine de clases y trabajo que le ha hecho pasar un año ajetreado pero de mucho aprendizaje vital. Se levantaba a las cinco de la mañana y hasta las nueve de la noche no volvía a casa. A cambio ha disfrutado de la lectura, «nunca me había leído un libro», y ha aprendido conceptos de estadística «que no sabía ni lo que era». En su caso fue la pura honra la que le empujó a estudiar. «Para trabajar no me lo han pedido». Lo que siente, dice, es sobre todo «orgullo y autoestima».
José Manuel Garzo es uno de los 108 alumnos que este año han terminado la ESO en el centro para adultos Maestro Martín Cisneros, un puzzle muy variado de personas y motivaciones. Muchas tienen que ver con el trabajo, pero también con expectativas de lo más variadas.
La OCDE (la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) recomienda incrementar la educación para adultos para paliar la brecha formativa en nuestro país. El alumnado de enseñanzas de adultos ha caído a la mitad en una década. En el curso 2012-2013 había 392.271 estudiantes y en el que acaba de terminar, 198.289.
Mari Ángeles Martín Ballesteros tiene 52 años y acaba de terminar la ESO. Nota media: notable. «Yo quería hacer cursos, quería trabajar y no podía hacer nada, casi todo el mundo me decía que tenía que hacerlo». Pero para esta mujer la expectativa de meterse entre libros la asustaba. «Me parecía complicado, pero simplemente es coger un hábito de estudio y coger el ritmo». Ella dejó el colegio, en octavo de EGB y comenzó a trabajar en el sector de la estética, tras estudiar una academia privada y obtener un título propio.
«Estuve trabajando y me casé, pasaron muchos años, el niño creció y yo quería trabajar». Dio el paso después de la pandemia. «Eran casi todo problemas, el graduado escolar no te vale para nada, y todos me decían que tenía que hacer la ESO». Dio el salto. Pudo convalidar séptimo y octavo de EGB (lo que actualmente es primero y segundo de la ESO y empezó en tercero. «Me gustó mucho el ambiente, no conoces a nadie pero me gustó mucho, había de todo: gente joven, gente mayor, de distintos países, muchos inmigrantes que te cuentan sus historias de vida, muy interesantes». Explica Mari Ángeles que ha aprendido mucho de sus profesores, muy solícitos a la hora de abrirles camino. «Te dan muchas facilidades, te ayudan mucho y tú vas con mucho interés, cuando estás en el colegio vas a la fuerza, pero ahora lo haces por gusto».
El arco de compañeros que le tocaron tenía desde 18 a 57 años. Edades variadas y muy diferente vivencias. «La gente joven es porque se han quedado descolgados del sistema educativo y la gente mayor porque lo necesita para trabajar», define a su lado Marisa Núñez, de 48 años.
En su caso, después de trabajar más de tres lustros como fotógrafa de prensa, decidió seguirse formando para abrir su campo profesional. Se fue a Madrid para hacer un curso de especialización en fotografías de bodas y ceremonias y se estableció como autónoma. Fue hilando trabajos hasta que la pandemia se cruzó en su camino y todo se puso difícil, porque la limitación por lo que todos sabemos: se aplazaron todo tipo de eventos sociales. Empezó a trabajar como comercial en un concesionario de motos.
«Me implico mucho, pero las cosas están complicadas y hay periodos en los que me voy al paro». Uno de esos momentos coincidió con el mes de septiembre. Empezó a buscar cursos en el paro para formarse y muchos de ellos le cerraron las puertas por no tener la ESO. «Fue un descoloque, toda mi vida profesional he trabajado y nunca he necesitado presentar ningún curriculum».
Se puso en marcha no sin dificultades, sobre todo al principio. «En el primer examen de Matemáticas yo le rogaba a la profesora que me dejara la calculadora, porque no tenía soltura, pero luego saqué un diez», rememora contenta de su papel. Se ha aplicado a fondo para coronar ese periodo con la mejor nota: sobresaliente. Hay una próxima parada: un ciclo de Formación Profesional en Farmacia. Ya es imparable.
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Martin Ruiz Egaña y Javier Bienzobas (gráficos)
David S. Olabarri y Lidia Carvajal
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