Pocos minutos faltaban para las 12.30 de la mañana de este domingo cuando Ignacio Lojas Obregón cruzaba la puerta de la sacristía de la iglesia parroquial de Almoharín para preparar la eucaristía. El clérigo, que hoy raya la cincuentena, fue ayer el protagonista de ... muchas conversaciones al trascender que acaba de ser asignado a esta parroquia y a la de la cercana localidad de Valdemorales. Hace 20 años fue arrestado por compartir en Internet material pedófilo cuando ejercía en la localidad de Casares de las Hurdes, y dos años después, en 2004, fue condenado a 16 meses de cárcel por este delito, aunque no las cumplió por no tener antecedentes. Sus penas con la justicia civil ya están saldadas pero no la inquietud social, azuzada ayer por las informaciones periodísticas sobre su caso. Lojas atiende a este diario con amabilidad pero no quiere responder a ninguna cuestión relacionada con su delito. «No voy a hacer declaraciones, hablad con el Obispado, no voy a responder, de verdad, disculpadme, entendedme», indicaba visiblemente incómodo. Tampoco quiso precisar a este medio su trayectoria cómo sacerdote ni cuál había sido su último destino antes de ser asignado a estas dos poblaciones cacereñas de la comarca de Montánchez.
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La misa arrancó con puntualidad en el templo del Salvador de esta población de 1.796 habitantes en donde la lentitud del domingo se dejaba notar en los que transitaban sin prisa la plaza o 'cafeteaban' ya bien entrada la mañana en las terrazas. Unas 40 personas, casi todas mujeres y mayores se distribuían por las bancadas de este templo situado en la plaza de España y con una curiosa estructura porticada en el exterior.
No cuesta encontrar a quien quiera hablar del tema, aunque no es tan fácil hallar a quien quiera hacerlo públicamente. De forma anónima una mujer de la localidad explicaba a este periódico que lo que había hecho este clérigo estaba «mal, muy mal», pero apelaba a que ya había cumplido su condena y que se había rehabilitado. También reflexionaba sobre la falta de vocaciones que hace que curas no sobren y no sea sencillo el reemplazo. Entre las personas que entraban a misa, comprensión con el sacerdote y pasar página. «No voy a juzgar», decía una persona que tampoco quería dar su nombre. «Yo no sé qué ha hecho, pero hay cosas que hay que dejar atrás, le doy confianza», indicaba Petra Méndez, una feligresa de 80 años. Sentada en una terraza del café bar La Fuente junto a su hijo de 11 meses Ana Belén Pablo señalaba que el tema no le preocupaba. «Hace ya 20 años, por lo que he leído, si es verdad que se ha rehabilitado habrá que darle una oportunidad, pero con pies de plomo».
Las críticas y la desconfianza no faltaban. Para Antonio Moreno, nacido y residente en este pueblo aunque de misa esporádica, el hecho de haber ser condenado por ese delito es motivo suficiente para «quitarle de sacerdote, de forma radical». «Si tuviera hijos que fueran a hacer la catequesis yo no les dejaría». Yolanda Gallego es una recién llegada a esta localidad, una neorrural que decidió hace siete meses salir de «la selva» de Barcelona para vivir más relajada. Y también lo tiene claro. «Hay cosas que no se pueden cambiar, si has hecho esto lo puedes volver a hacer y para tener este tipo de fotos en el ordenador hay que ser pervertido y retorcido, no debería estar, no, la iluminación de Dios no lo cura todo». Ella ha venido con su hijo de 10 años. «Yo no soy religiosa, no le quiero conocer y a mi hijo le he dicho que no hable con él».
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