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Salaya, el alcalde digital

Salaya, el alcalde digital

A sus todavía 30 años Luis Salaya se ha convertido en el regidor más joven de la ciudad después de una larga carrera que se inicia como secretario general de Juventudes Socialistas en el año 2010

Cristina Núñez

Cáceres

Sábado, 15 de junio 2019, 14:44

La juventud, esa enfermedad que, dicen, se cura con los años, ha sido para Luis Salaya una especie de piedra en el zapato a lo largo de su vida política. La precocidad ha marcado su camino y así, continuando con ese destino de llegar pronto a los sitios, ayer se convirtió en el alcalde más joven de la historia de Cáceres, al menos del periodo democrático. Tiene 30 años, aunque solo hasta el próximo domingo, que cumple 31. Soltero, millennial, ultraconectado, feminista y no creyente, no es, pese a la edad, un recién llegado a la política municipal.

Zaragozano del 88 llegó a la provincia de Cáceres con menos de un año, por un traslado en el trabajo de su padre, empleado de una empresa de obra forestal. Su madre ha trabajado de auxiliar de geriatría. Es la de Salaya una casa donde siempre se ha hablado de política, con padres militantes del PSOE desde tiempo atrás. Es el mediano de tres hermanos (el mayor tiene 38 y el menor 28). Sus raíces no son extremeñas ni tampoco lo es su acento, neutro, de esos que no delatan ningún origen. Disfrutó de una infancia netamente rural en Navaconcejo hasta los 12 años, cuando vino a vivir a Cáceres. Estuvo en grupos scout, y practicó balonmano. Pasó del instituto Hernández Pacheco a la Laboral en 1º de Bachillerato y de ahí a la facultad de Derecho de la UEx. Terminó estos estudios el año pasado en la Universidad a distancia de Madrid (UDIMA) después de un cambio de expediente desde la UEx. La creación de su empresa de asesoría a otras compañías para el desarrollo de habilidades en recursos humanos junto a cuatro socios y su vida activa en la política fueron quitándole horas, explica él mismo, para terminar una carrera completada in extremis. No es un tema sobre el que le guste hablar a Salaya. Si lo hace, se detectan en sus respuestas trazas de incomodidad.

Se independizó del hogar familiar hace cuatro años. Primero se trasladó a la calle Damas, empinado acceso a la ciudad monumental desde San Francisco y después a la zona residencial de Montesol. Es habitual verle pasear a su perra Landa cerca de la casa de sus padres. Le ha gustado salir, ha quemado la noche en su primera juventud y ahora se confiesa «más de cervezas que de copas».

La atracción por el mundo participativo surge ya en el ámbito universitario y el asociacionismo, pero fue después de la primera victoria de Zapatero, en 2004 y con solo 15 años, cuando se afilió a las Juventudes Socialistas, de las que fue secretario general desde 2010. En ese momento le resultaban inspiradoras la figuras políticas de Felipe González, Juan Carlos Rodríguez Ibarra o Guillermo Fernández Vara. En 2014, aupado por el aparato del partido, ganó las primarias a la alcaldía de Cáceres, superando al ex subdelegado del Gobierno Fernando Solís y a la ex consejera de Fomento Leonor Martínez Pereda. Perdió la alcaldía ante Elena Nevado, se quedó con ocho concejales, y durante estos cuatro años ha sido portavoz municipal con una media liberación, en torno a los 1.400 euros brutos mensuales. Su poca edad hizo que durante el anterior periodo político fuera el encargado de hacer tremolar el pendón de San Jorge, un privilegio que se le da al concejal más joven en el día del parón. Lo hizo todos los años excepto en 2018, cuando se rompió los dos brazos haciendo deporte y fue relevado en este acto tradicional y religioso.

En el entorno político que le ha rodeado durante sus cuatro años como portavoz hablan de su tenacidad y de ser una persona con la cabeza bien estructurada, pero, quizás, el rasgo más alabado es su capacidad de trabajo en equipo, una forma de organización que tiende a la horizontalidad y donde busca apoyos sólidos. Reparte juego, lo cual, en ocasiones, y según comentan algunas voces, hace que le falte profundidad sobre algunos temas.

La templanza y el trato suave es otro de los rasgos que, además, le han servido para sobrevivir a estos días de infartante negociación. Una dirigente del partido muy cercana al nuevo alcalde calificaba de «esquizofrénico» el proceso mantenido desde las elecciones para llegar a pactos, pero decía que Salaya lo ha llevado bien. Él mismo reconocía días antes de ese desenlace en alto, como en el buen cine, que el callo hecho en la última legislatura le ha otorgado cierta distancia para sobrevivir a una atmósfera asfixiante.

Otro de los escollos de Salaya ha sido la popularidad, hacerse una cara conocida. Lo reconocía incluso después de vencer sus segundas primarias contra Susana Padilla el pasado mayo de 2018. Pese a los tres años de portavocía y de estar entre sus máximas quemar zapatillas y conocer los barrios, le ha costado fijar su imagen entre los cacereños.

En Facebook tiene Salaya su segunda casa. Comparte inquietudes, artículos, ensalza a personas o critica actitudes molestas intentando esquivar la polémica y a los 'haters'. Da 'likes'. Un alcalde atrapado en la era digital.

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