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«A veces la Aemet se equivoca», comentaba el público que se agolpaba en la plazuela de la Soledad pasadas las ocho y cuarto de ... la tarde. A esa hora ya pasaban 15 minutos sobre la hora prevista para que saliera de la ermita de la Soledad la procesión del Santo Entierro, fijada a las ocho de la tarde. «¿Por qué no sale ya?», se preguntaban. Para que saliera tenía que llegar la comitiva con el Cristo tapado con un sudario de la iglesia de San Mateo, en cuyo interior se llevó a cabo la ceremonia del Descenso.
Pero se retrasaban, el tiempo corría y la previsión de la Aemet apuntaba a que en torno a las nueve de la noche llovería. Es cierto, a veces la Aemet no acierta plenamente, pero casi siempre lo hace. Hasta ese momento la tarde había estado seca, las nubes se habían ido y hasta había lucido el sol, pero la amenaza estaba en una nube negra que parecía aproximarse irremediablemente hasta la plaza de la Soledad, en donde cofrades de túnica negra, esperaban expectantes.
Eran más de las ocho y media cuando los hermanos de carga sacaban el paso del Cristo Yacente, una talla del siglo XVI, y, un poco más tarde, hacia las nueve menos veinte, sacaban a la Santísima Virgen de la Soledad, también del mismo siglo, ambas son tallas anónimas. Ya llovía notablemente. No se había alejado ni unos metros de la ermita este paso cuando la lluvia se intensificó y empezaron los nervios.
«La Virgen entra, voy a meter a la Virgen», manifestaba una de las responsables de la cofradía. «Ya para la lluvia, ya para la lluvia», gritaba un hermano de carga mientras el público observaba como el manto de terciopelo de esta imagen iba mojándose. Unos y otros señalaban que la tardanza en salir no les había ayudado. Mientras tanto la imagen del Cristo Yacente había sido tapada con un plástico para evitar daños en la talla.
Tras una maniobra con cierta complejidad la Virgen de la Soledad dio la vuelta y, hacia las nueve menos diez, fue introducida de nuevo en el templo. Minutos después lo hacía el Cristo Yacente. Las lágrimas y la lluvia se mezclaron. Ya dentro todos los hermanos, y con la presencia del obispo de Coria-Cáceres, Jesús Pulido, el mayordomo de la Cofradía, Nacho Lucero, indicó que «se había intentado» y confío en que el domingo, en el encuentro, puedan salir y resarcirse.
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