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Tener un patio en una vivienda de la parte antigua es una gozada. Este fue, de hecho, uno de los alicientes por los que Rodrigo ... Albarrán y Susana Martín decidieron comprarse una casa en la calle Caleros y rehabilitarla en el año 2006. Pero una vez instalados comenzaron a advertir que uno de los muros con los que linda su hogar comenzaba a crearles problemas por su mal estado. Arrancó entonces un camino de reclamaciones que todavía hoy, más de una década después, no se ha resuelto. Y la paciencia de esta pareja, que tiene dos niños de ocho y once años, ha comenzado a agotarse.
La casa que les origina dolores de cabeza no es una vivienda cualquiera. Es conocida como la Torre de Caleros, aunque de torre tiene ya poco aspecto. Adosada a la muralla, en sus orígenes fue una construcción albarrana del siglo XII que formaba parte del sistema defensivo de la ciudad. Con el paso del tiempo, ha quedado transformada en una vivienda de tres plantas, que cuenta con aljibe y patio. La casa tiene ocho herederos (de los cuales dos han renunciado a su parte), pero ninguno de ellos parece estar dispuesto a arreglarla.
En julio de 2010 este diario publicó que se habían puesto de acuerdo para venderla. Ese mismo año el Ayuntamiento se vio obligado a intervenir para tapiar la puerta y las ventanas de la edificación –cuya entrada está por el adarve del Cristo–, ya que en su interior residían okupas. Y mientras tanto, los muros originales de la edificación van acumulando deterioro sin que nadie haga nada para remediarlo.
En el primer escrito que Rodrigo remitió al Ayuntamiento sobre el problema que arrastra, fechado en mayo de 2007, describía que su vivienda «sufre de humedades y desprendimientos en el patio a causa de las condiciones de insalubridad de una vivienda colindante». A partir de ahí se abrió un largo proceso con visitas de técnicos, resoluciones y notificaciones a los herederos que desencadenó, en noviembre de 2013, en la propuesta de una ejecución subsidiaria para reparar los desperfectos que arrastra la torre ante la pasividad de los dueños. La legislación permite al Consistorio intervenir en estos casos y, después, pasar la factura a los propietarios. El documento detalla que el importe de la obra ascendería a 7.137 euros.
Al recibir esta notificación Rodrigo y Susana pensaron que el final de sus problemas estaba cerca. Pero no ha sido así. Desde entonces permanecen a la espera de que el Ayuntamiento arregle la pared, que no para de arrojar arenilla y de la que, de vez en cuando, se desprenden piedras de un tamaño considerable. Tanto es así, que no dejan que sus hijos se aproximen al muro de la Torre de Caleros cuando salen al patio. «Tememos que nos caiga una piedra encima mientras cenamos fuera», comenta Rodrigo al tiempo que muestra la última roca desprendida.
«Nos están dando largas y, de manera oficiosa, nos dicen que no hay dinero para solucionarlo», lamenta. Ha acudido a la asociación de vecinos Ciudad Monumental para buscar ayuda. El colectivo, presidido por Juan Manuel Honrado, ha elevado también la petición al Consistorio.
«El Ayuntamiento es responsable subsidiario. Tendrá muchas cuestiones que resolver en la ciudad, pero creo que esta necesita una solución urgente. Además de ser una torre histórica, su estado resulta peligroso para estos vecinos», apunta el presidente. «Tenemos fe en que tomen cartas en el asunto en la mayor brevedad posible», apostilla.
Pero parece que Rodrigo y Susana se han cansado de esperar. El último paso emprendido por la pareja está en los tribunales. «Veíamos que con esto no se solucionaba nada», indican en referencia a los escritos municipales. «Hemos decidido ir al juzgado». El asunto, detallan, está en manos de su abogado. Un técnico ha realizado un informe pericial y, de manera inminente, se presentará la demanda. «La denuncia va a ser contra el Ayuntamiento», aclaran.
«Nos hemos gastado dinero en arreglar esta casa, hemos apostado por vivir en la parte antigua y por dar vida a esta zona y te das cuenta de que no te ponen las cosas fáciles. Es desesperante», lamenta Susana. Las palomas que se han adueñado del interior de la torre –tiene el tejado roto– y una palmera que parece crecer descontrolada junto a la muralla completan la carta de quejas de la pareja que encontró una casa con patio en la parte antigua y un problema inesperado.
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