![«Para El Último de la Fila la música es una necesidad del alma, no económica»](https://s1.ppllstatics.com/hoy/www/multimedia/2024/03/08/MANOLOGARCIA-RQ5QcWC6Lw17Yz5sP8VIXqM-1200x840@Hoy.jpg)
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A Manolo García (Barcelona, 1955) no le hace falta promoción ninguna. Hace meses, prácticamente desde que se pusieron a la venta, que sus entradas para el concierto del próximo sábado en el Palacio de Congresos de Cáceres están agotadas, pero reconoce que le gusta ... asomarse a los medios para rendir así, de alguna forma, honores al lugar al que llega. Pierde la cuenta este artista de las veces que ha estado en Extremadura y en Cáceres pero siempre vuelve con ganas de reencontrarse con esta tierra. Esta noche actúa en el Recinto Ferial de Herrera del Duque.
–¿Cómo va a ser el concierto del próximo sábado?
–Es un concierto con el público sentado, su pretensión era acústico pero yo soy rockero de nacimiento y me tiro a la batería, al bajo, a las guitarras eléctricas y aprieto el turbo. Presento unas pocas canciones de mis últimos trabajos que son dos, 'Mi vida en Marte' y 'Desatinos Desplumados', y el resto un repaso a etapas anteriores mías y algún recuerdo puntual al Último de la fila.
–El Último de la Fila se ha reencontrado. ¿Habrá gira de nuevo?
–Un reencuentro discográfico, que no en directo. Hemos sacado estas navidades un disco haciendo un repaso a unas cuantas canciones de la discografía nuestra, las hemos revisado y actualizado. Ha sido un encuentro muy agradable y muy divertido, el disco está ahí pero yo estoy inmerso en mi gira, Quimi Portet está trabajando también. Pensar en una gira es complicado, no hay esa necesidad, ni anímica ni crematística, nunca hemos concebido la música como una necesidad económica, sino del alma.
–¿Cómo está del corazón? Tuvo que parar su gira por recomendación médica.
–Fue una cosa muy puntual y no era nada grave. Fue un asunto menor que requirió de reposo y una vez reposado todo volvió a su cauce normal, con lo cual, tres meses que aproveché para más actividades más de interior (leer, pintar y empecé a preparar la gira. El cuerpo es una máquina muy fina, muy bien pergeñada y que de pronto te manda un emisario que te dice: tienes que parar un poco.
–¿Cuál es el momento de los conciertos que más le emociona?
–Cuando la gente canta, cuando el público se pone a cantar. Cuando una masa de personas que puede ser de 1.000, 2.000, 4.000, 8.000 todos a una cantan me parece magnífico y a veces les pregunto si son conscientes del poder que tienen haciendo todos a la vez lo mismo. Es una fuerza que se puede utilizar para hacer cosas buenas. En cuanto empiezan a cantar a mí se me ponen los pelos de punta y digo: hostias, ya estamos ahí, ya estamos ahí, cómo mola.
–Y eso que uno a veces piensa que el artista puede estar acostumbrado.
–No somos máquinas, somos los que provocamos la catarsis. Nunca te acostumbras, nunca sabes lo que es. Ignoras lo que va a suceder, cómo van a reaccionar ante esa canción. Es todo nuevo cada noche y eso le da un plus de emoción y le hace muy humano. La vida es un río, y por un río nunca pasa dos veces la misma agua.
Historia
–Vuelve a Cáceres de nuevo. ¿Qué le gusta hacer en esta ciudad?
–Suelo ir siempre a un restaurante que me encanta, pero no voy a decir cuál es. Y voy siempre a lo antiguo de Cáceres, me interesa su pasado romano, árabe... y siempre que vuelvo lo revisito, como hago con Mérida o aquellas ciudades que tienen un legado histórico que me interesa. Me entusiasma ver una piedra, un dintel, una ruina, unos cimientos de una casa antigua y Cáceres, igual que otras ciudades del país, tiene un patrimonio que es de todos y es para disfrutarlo.
–O sea, que no es llegar, actuar e irse.
–Si puedo voy un día antes, o dos, por ver un museo, un monumento y darme cuenta del aliento antiguo de la ciudad.
–Precisamente en 2008 cuando vino a Cáceres con el disco 'Saldremos a la lluvia' hablaba de que había tenido mucho contacto con Extremadura a través de Adenex. ¿Sigue ese vínculo?
–Sí, ha seguido con algunas de las personas que tienen vínculos con Adenex. Extremadura es una comunidad rural y a mí el mundo rural me gusta, no creo en la civilización urbana, en la modernidad mal entendida. Acepto el progreso, pero veo muchos baches, mucha sinrazón, muchos sinsentidos en la manera de funcionar el mundo moderno y neoliberal, muchas fallas. Extremadura siempre me ha llamado la atención, igual que otras comunidades donde lo preponderante es la agricultura. Todo eso me gusta porque pienso que es lo único que necesita el ser humano: techo y comida. Y no hace falta techos muy ampulosos y mucha comida, sino para todos.
–¿Consumimos en exceso?
–Hay infinidad de cosas que no necesitamos y trabajamos como locos para comprarlas, no las necesitamos, malbaratamos el potencial de un planeta para fabricar objetos estúpidos que no nos conducen a nada y no nos dan alegría de espíritu.
–¿Cuál es su mayor preocupación vital ahora mismo?
–Me preocupa lo que está pasando en Gaza, lo que están haciendo con el pueblo palestino es una brutalidad. La guerra de Ucrania, las guerras de África, todo eso es un dolor que la gente de bien sufre en Occidente, tiene esa desazón. Pero luego siempre he pensado que hay un peligro mayor y espantoso que puede llegar a dejar en mantillas a todos estos problemas y es el aumento de la temperatura en el planeta, la falta de recursos y la demografía en aumento imparable.
–Siempre le ha quitado el sueño el Medio Ambiente.
–Yo soy un ecoperturbado. Yo desde jovencito he pensado que íbamos mal y que había que tener un respeto mayor por el planeta y que estábamos viviendo desde que empezó la revolución industrial absolutamente de espaldas a la naturaleza y nos podía pasar factura.
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