Vecinos de Roso de Luna, en Cáceres, piden ayuda para un hombre que duerme en un portal

Una de las personas que pasa el día y la noche en la calle es A.S., un varón de 57 años natural de Aliseda, que desde hace algo más de un mes se resguarda del frío en un reducido portal del número 3 de la peatonal Roso de Luna, en Cáceres. Los vecinos, preocupados por su deteriorado estado salud, dieron la voz de alarma a los Servicios Sociales, que han intentado, sin éxito, que este exempleado de una multinacional textil alemana en Madrid acepte los recursos asistenciales que se le ofrecen.

«Yo lo que quiero es darme una ducha y cambiarme de ropa», indica A.S., que en el 97 sufrió un ictus y tiene una minusvalía de un 46 por ciento, al tiempo que niega que rechace la ayuda. «Llevo más de un mes sin ducharme –añade–, que me echen una mano y me metan en un centro; yo pago lo que sea», demanda este hombre, que cobra una pensión de casi 600 euros. Sin embargo, ni la Policía Local, ni el IMAS ni la Cruz Roja han logrado que haga uso del centro Vida de Cáritas. Sí ha acudido algún día al comedor social de San Vicente de Paúl, y recibe la comida, mantas, y ropa de abrigo que se le proporcionan.

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Se emociona al hablar de su única hija, de 37 años, con la que, dice, tiene poco contacto, y confiesa que ha llegado a la ciudad desde la Asociación Camino a la Vida en Montijo, animado por un compañero con el que estaba dispuesto a compartir piso. «Me dijo que cocinaba bien y que nos viniéramos a Cáceres, pero me ha dejado solo», relata el hombre, que ha estado ingresado seis años en Cáceres, en la residencia Geryvida, y en Padre Cristóbal de Mérida.

La insalubridad de la que está rodeado es patente. Los residentes y comerciantes de la calle piden que «esté en un centro atendido, porque es un ser humano y está enfermo», declara Pilar Pérez, de Jade Moda.

Los propietarios del edificio que ocupa, que está vacío, han autorizado a los dueños de la tienda Portobello Decoración –que han interpuesto una denuncia ante la Policía Nacional– a poner un cerramiento en el portal. «Ya no sabemos qué medidas tomar, la imagen es inaceptable y el señor se niega a recibir ayuda», señala Rubén Gutiérrez. «La situación es insostenible –agrega–, increpa a los viandantes y orina en la calle», precisa.

La administración no puede obligarle a ingresar en un centro, si no está incapacitado por un juez, y A. S. es quien debe aceptar los recursos públicos. Desde el IMAS tratan de buscar una solución «pero son casos complejos y nada es fácil».