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Marisa Antequera Congregado (Cáceres, 1945) ha perdido la cuenta de los mantos que ha hecho a la Virgen de la Montaña. En lo que va de año ha donado a la patrona cuatro piezas. La imagen estrenará una de ellas, de color verde esmeralda, el próximo viernes, día 3 de mayo, en el besamanto. Y otras dos (la número 138 y la número 139) se pueden ver en la exposición que estos días hay en la sala Pintores 10, dedicada a los mantos más recientes de la Virgen, cuya colección alcanza ya las 141 prendas.
Además de los mantos donados en su nombre, aclara Marisa, sus manos están detrás de esos otros que han regalado familiares suyos. «Tiene muchos más míos», dice. Esta cacereña afincada en Asturias ha mamado el mundo de la confección desde la cuna. Está más que familiarizada con la aguja. «He crecido en un cesto de costura del taller de mi madre», bromea. Es hija de Dioni Congregado, propietaria del famoso establecimiento 'Modas Dioni', la primera boutique de ropa femenina que hubo en Cáceres. Primero estuvo en la calle Pintores y después se trasladó al edificio de la Chicuela. «Yo estuve en la tienda de mi madre muchos años, hasta que me casé y me marché de Cáceres». De ese momento, indica, han transcurrido ya cuatro décadas.
Pero Marisa no se olvida de su Cáceres natal, ni de la patrona. Estudió en el colegio Sagrado Corazón que, cuando ella era pequeña, estaba situado en la parte antigua (en la Plaza de Caldereros). Durante el novenario, cuando salía de clase, iba a la carrera a la Concatedral de Santa María. Durante el camino, evoca, jugaba con sus compañeras a adivinar el color del manto del día. Ahora son sus mantos los que se cuelan en las apuestas de los cacereños. «Los colores subidos de tono son los que más lucen», comenta.
«El del besamanto -el número 140- es un manto precioso. Lo he hecho en memoria de mi hermano y de mi hermana, que han fallecido los dos», describe. Indica que ha empleado horas y horas en recortar a mano las flores de tul de seda que decoran el tejido verde de la prenda. «Lleva una pequeña trampa. Para evitar las manchas de carmín en el manto, he puesto una tela postiza que se quita y se pone». Está todo pensado. Los mantos del besamanto tienen unas medidas especiales. Son más largos de lo habitual para permitir que los devotos puedan alcanzar la tela con sus labios.
El manto 139 está realizado en satén de seda natural en color rosa palo y el 138 mezcla varios tonos: malvas, verdes, azules y dorados. Marisa entregó estas dos piezas, junto a la del besamanto, el pasado mes de febrero. Entonces, la camarera de la Virgen, Pilar Murillo, le comentó que la imagen carecía de un manto de color morado, adecuado para la Semana Santa. Marisa Antequera no se lo pensó. Al regresar del viaje, de nuevo en Asturias, hizo un cuarto manto para la patrona, que hizo llegar por mensajería para que la Virgen pudiera lucirlo en el Santuario durante la Pasión cacereña.
«Disfruto haciendo mantos a la Virgen; soy feliz. Me siento muy, muy cacereña. Y siempre he tenido un cariño especial a la Virgen», reconoce en una conversación telefónica. Seguirá, avanza, ampliando la colección de la patrona. «Tengo más telas compradas», zanja.
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