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A Tomás Pavón (Cañaveral, 1959) no le gustan las historias edulcoradas ni el «postureo» (no tiene Whatsapp ni ninguna red social) y no le tiene miedo a internarse literariamente en los rincones más oscuros de la vida, menos optimistas, y a centrarse en temas espinosos. El pasado viernes presentó en la Biblioteca de Cáceres su último libro 'Tratado de melancolía posmoderna', editado por Letras Cascabeleras. Pavón es un verdadero reloj literario, todo un líder de la regularidad que hace tres años y medio publicaba 'El último romántico', hace cinco 'La novia de Betty Boop' y cuatro años atrás compendiaba en el libro 'Almanaque' las columnas aparecidas en este diario de 2003 a 2006. A estos últimos títulos hay que añadir cuatro publicaciones más. 'Tratado de melacolía posmodera' es una fusión de géneros (poema en prosa, columna de prensa, microrrelato, diario) que ofrece un interesante mosaico cultural.
–¿De dónde parte con esta nueva obra? ¿Qué quería contar?
–El primer libro que yo publiqué 'Fin de Milenio' eran columnas publicadas en el diario HOY. Se analizaba el cambio de siglo y el cambio de milenio y se ironizaba con todos los futurólogos que decían que iba a ser la gran apocalipsis y que se iba a acabar el mundo. Ese era el análisis que hacía, y ahora este libro es un enfoque parecido, los problemas sociales que afectan a la sociedad: los problemas mentales, la inestabilidad laboral, las adicciones.
–Pues ya nos hemos comido un cuarto del siglo XXI. ¿Las preocupaciones se repiten?
–Se repiten pero van a más. El primer texto del libro empieza con la crisis de Lehman Brothers, yo creo que se produce un cambio social muy grande, y el último es sobre el confinamiento. El libro está acotado entre estos dos hitos mundiales. En el fin de milenio había problemas con el paro por ejemplo, pero imagina ahora la situación de los chavales. Había problemas con la vivienda, ahora son peores. Se ha disparado el consumo de drogas...todo se ha agravado y se ha añadido el sexo virtual, la adicción a las tecnologías...La gente se queda hasta las tres de la mañana en Internet, predomina la cultura de la inmediatez, y es una inmediatez que agota y que nos crea un mundo totalmente virtual, deshumaniza, crea muchas distancias. Mi infancia no tiene nada que ver con la actual.
–¿No hay riesgo en este diagnóstico de caer en la nostalgia?
–No, no es nostalgia. Es un problema. Las grandes compañías saben cómo enganchar a los chavalitos, que luego no saben cómo enfrentarse a la vida real porque están como en una burbuja. Internet ha generado también violaciones en manada.
–¿Escribe desde el tremendismo?
–Escribo viendo lo que hay. Por ejemplo hay un texto, 'El poder lenitivo de la luz' en el que abordo desde la depresiones donde se dice que al final se sale. Te quedan las heridas pero te queda el aprendizaje.
–¿Entonces estamos mejor o peor que antes?
–Mejor y peor, depende. Internet, por ejemplo, es la mayor maravilla que hay, pero también sirve para enganchar a los niños, para hacer circular la cocaína... El problema es que no discernimos, es el síntoma de una sociedad que no está satisfecha y que tiene que buscar su salida. Por eso hablo de melancolía, no es depresión, no es estrés, que es algo muy serio. Es esa sensación un de cansancio, de aburrimiento, esa felicidad que no sabemos dónde encontrar, estamos mal y no sabemos por qué. Y los espejismos que crean las redes sociales. La culpa al final es del capitalismo.
–¿Y qué podemos hacer?
–La revolución (sonríe).
–¿Usted qué hace?
–Yo escribir, escribir es una forma de luchar y de hacer política. Me preocupa el tipo que llega a fin de mes, que el niño se le ha enganchado a la farlopa, que la mujer tiene depresión y que no tiene para pagar al psicoanalista.
–En su libro ha mezclado muchos géneros...
–Como son los tiempos modernos. El mestizaje y la hibridez define esta sociedad, que fuera plural.
–Es usted un defensor de la cultura, y ha vivido la cacereña muy de cerca. ¿Es peor que la de antes?
–No, hay muchísimas más cosas. La agenda está repleta de cosas, hay mucho donde elegir. La esperanza es la cultura, soy un firme defensor.
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