«Yo no entiendo el Carnaval sin tamborada». No lo dice cualquiera. Es un frase de Víctor Manuel Villaverde, uno de los carnavaleros que apostó por mejorar el cuerpo de músicos de su comparsa, Caribe, y que ahora es un símbolo de ... esta especialidad musical. «Cuando entré se usaban bombo, caja y los panderos, pero no los panderitos brasileños tan monos que se usan ahora, sino normales, los que se usan en las escuelas de música. Y poco más».
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Ahora hay cuerpos de músicos con 50 componentes y «tienes la amplia gama de instrumentos de percusión de parches, los melódicos como los metalófonos, los steel drum, los tubos, que crean los sonidos de los bajos. Hoy es grandísimo el abanico de instrumentos que se usan», explica Villaverde. «Ha sido sorprendente la evolución que ha tenido y va a seguir evolucionando».
Hace 40 años las comparsas de Badajoz desfilaban al ritmo de tambores. Ahora bailan al ritmo de todo tipo de melodías, cada vez más complejas y sorprendentes. José Manuel García es el responsable de la música de Vaivén, otra de las agrupaciones referentes en la tamborada, y se alegra de que la música tenga su propia categoría y propio concurso.
En su caso, detalla, van trabajando durante todo el año y se suben a la tamborada, que se celebra una semana antes del desfile, con melodías basadas en el disfraz de ese año. Otras agrupaciones optan por ritmos independientes, pero García cree que así su espectáculo sirve de preludio, de presentación.
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Lo más sorprendente de estos grupos es que no se consideran profesionales. La mayoría de sus componentes no tienen estudios oficiales de música, sino que han ido aprendiendo unos de otros. «Escuchas la música de Carnaval desde pequeño y vas trabajando siempre, aprendiendo», detalla el miembro de Vaivén.
Lo mismo le ocurrió al responsable de música de Umsuka Imbali, Gonzalo Andrada, cuya comparsa ganó el certamen de percusión de 2020. «Un primer premio es muy especial, especialmente porque es una comparsa que lleva poco tiempo. Te aporta energía para seguir muchos años más».
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Andrada tampoco ha recibido clases, «se lleva en la sangre». «Se apuntan personas nuevas y los que llevamos más tiempo les intentamos enseñar. Nadie es profesional».
El miembro de Umsuka Imbali añade que cualquiera puede aprender y subir a tocar en una tamborada, aunque con voluntad, «Hay que dedicarle mucho tiempo y compromiso, pero se puede aprender».
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