Los que encienden la mecha del Carnaval
Las murgas ·
Compañeras de viaje de la fiesta, mucho han cambiado en 40 años, pero han sabido conservar la libertad de cantar lo que cada una quiere. Hoy son una expresión de cultura popular en mayúsculas
Las murgas ·
Compañeras de viaje de la fiesta, mucho han cambiado en 40 años, pero han sabido conservar la libertad de cantar lo que cada una quiere. Hoy son una expresión de cultura popular en mayúsculasSon las que calientan el Carnaval, las que te meten de lleno en la fiesta antes de que desde el balcón del Ayuntamiento se anuncie que por fin es el mejor viernes del año, las que sacan las carcajadas y te distraen de la ... rutina, las que acompañan las últimas puntadas de los disfraces y las que en la calle y en los bares le ponen banda sonora a cada febrero. Son las murgas, compañeras de viaje de los Carnavales de Badajoz en estos 40 años que se cumplen ahora.
Publicidad
Si se echa la vista atrás, mucho han cambiado en las formas. Las primeras agrupaciones eran murgas y comparsas a las vez, que lo mismo cantaban cinco que cincuenta. Entonces no había semáforo para controlar el tiempo ni repertorio obligatorio que interpretar y el escenario era un telón que se reciclaba de un año para otro.
Hoy las murgas son quince voces afinadas, conjuntadas con melodías que se estudian a conciencia, que deben cantar una presentación, dos pasodobles, dos cuplés con estribillo y un popurrí, que le ponen gestos a cada letrilla y donde el escenario es un verdadero teatro.
Sin embargo, en el fondo, las murgas siguen representando lo mismo 40 años después: la libertad para cantar lo que cada una quiera porque, junto con la calle, son la parte de la fiesta que mejor encarna lo que significa el Carnaval de Badajoz, una expresión de cultura popular en mayúscula.
Publicidad
En un año en el que la pandemia ha impedido la celebración de la fiesta, HOY ha reunido en el teatro López de Ayala a nueve murgueros que representan la historia, el presente y el futuro de estas agrupaciones.
«Tengo ese temblorcino en las piernas», dice Manuel González Lena, 'Manolón', de Ad Libitum, cuando entra en el escenario y se asoma a un patio de butacas completamente vacío. En 2008 se retiraron del concurso de murgas aunque siguieron una década más cantando en la calle, en total, 35 febreros. «Cuando empezamos no había ninguna regla, me parece que teníamos media hora para que, con las mismas armas, guitarra, caja y bombo, cantaras lo que quisieras. Ese concurso que inicialmente el Ayuntamiento hizo para impulsar la fiesta, se fue convirtiendo casi en el acto central», comenta, quien disfrazado de cubano, fue pregonero del Carnaval. Ese momento es el que se le viene a la cabeza cuando se le pregunta por su mejor recuerdo: «Cuando Miguel Celdrán me comunica que voy a ser pregonero. Siempre le estaré agradecido por ese reconocimiento, porque fue la manera de decirnos: 'Os habéis currado esto de los Carnavales'».
Publicidad
La fundación de Ad Libitum es un ejemplo de manual de cómo el Carnaval de Badajoz fue tomando forma una vez que se recuperó tras casi medio siglo prohibido por los decretos del dictador. Nacieron del grupo de Coros y Danzas, eran 70 disfrazados de dálmatas, y unos tiraron por el cante alumbrando la murga Ad Libitum y el resto por el baile, siendo el germen de Vendaval.
Al lado de 'Manolón' (con el metro de distancia de rigor) está Paco Fernández Delgado, 'el Cerillo', otro murguero que también fue pregonero y que se atrevió a entrar en la plaza de España a caballo como el mismísimo Napoleón. Una de las caras, la más reconocible de hecho, de El Nombre da igual, y el único 'enfermo' de una murga de médicos y ATS que ensayaba los domingos en el Perpetuo Socorro.
Publicidad
A su murga se la reconoce como la decana del Carnaval de Badajoz, la que en el año 82 se disfrazó con unas faldas rocieras que les prestó Manuela Mena para cantar con el nombre de 'Las Esmeraldas' y la que aún atesora el mayor número de primeros premios del concurso. «Vivimos el boom de las murgas. Íbamos a cantar a los bares y nos estaban esperando, nos paraban por la calle y en el desfile del domingo acabábamos hechos ciscos porque la gente quería escucharnos».
Estas dos murgas, junto con Los Agüitas, El Guatinay, Las Meninas, Perigallos o Jarana, forman parten de la generación de las 'murgas de los 80' (aunque en honor a la verdad, hasta bien entrada la década siguiente no llegó el relevo). Fueron las que, tras años de censura franquista podían contar, cantar y reírse en público de hasta el más respetable. «Cuando empezamos a cantar, lo que les gustaba, sobre todo a los mayores, era ver que podíamos decir lo que quisiéramos. Fuimos un poquito hirientes con los políticos, repartíamos igual a derecha que a izquierda, y creo que eso, sobre todo en los primeros años, para la gente era un desahogo». No en vano, continúa 'Manolón', «tenemos la enorme satisfacción de haberle cantando a cinco alcaldes de Badajoz y sabiendo que, entre ellos, han estado Manuel Rojas y Miguel Celdrán, es mucho decir».
Publicidad
Esa generación de cartel fijo aguantó el tirón para sostener un concurso que pasó del Menacho y el López de Ayala (antes de su remodelación) a las carpas (La Granadilla y Conquistadores), que logró hacer afición en torno a las coplas y que recorrió kilómetros en autobús como embajadores de un Carnaval que, por entonces, aspiraba a posicionarse en el calendario festivo de España.
Tras ellos llegó la transición, en un momento en el que, como recuerda Chiqui Mendoza, de Los Niños, «los coros habían desaparecido y las murgas iban por el mismo camino». Su murga llegó al concurso en 1996 y lo cambió para siempre. «Por aquella época decir que ibas a hacer una murga era tan extraño como que ahora un chaval de 14 años diga que va a hacer una peñita para meterse en bailes regionales», compara quien empezó cantándole al Carnaval con su hermano Sergio en el concurso de infantiles. Con él, los Bodes (Javier y Juan Carlos), colegas del instituto y la pandilla de la calle, reunió a Los Niños, la murga que con cinco primeros premios todavía conserva el mejor palmarés del concurso moderno.
Noticia Patrocinada
«Creo que fue un punto importante que llegáramos en ese momento porque suponía un nombre nuevo en el concurso y, encima, éramos unos chavales. Al año siguiente salió Los Paroles Bailones nuevos cachondones, casi tan jóvenes como nosotros. Luego Taways, La Caidita, Los Murallitas... y ese poquito a poco de repente se convirtió en siete murgas más, en diez y nos plantamos en 42 en 2007, cuando veníamos de estar siete. La gente -continúa- veía que éramos unos bandarras que nos lo pasábamos de categoría, no pagábamos un pavo y encima nos tocaban las palmas y eso fue lo que hizo que hubiera un aumento de participantes».
Entonces echaba a andar el siglo XXI y sobre el escenario coexistían aún las murgas de los 80 con las nuevas, que entraban pidiendo paso. La que más aguantó dentro y fuera del concurso fue Jarana. La clave, cree Antonio Sansinena, «fue que nos supimos adaptar. Nosotros no teníamos grandes voces, pero ensayábamos mucho. Creo que en el concurso hemos ganado más que perdido, ahora una actuación de una murga es mucho más completa».
Publicidad
Además de más completa, en estos cuarenta años también se han logrado consolidar las agrupaciones de mujeres. Si al inicio, la mujer estaba presente en murgas mixtas, siendo Las Meninas la más recordada, durante 20 años estuvieron desaparecidas del Concurso, hasta que en 2006 Las Nenukas dieron un paso al frente. «Solo hacía falta que una diera el salto para que todas las demás fuéramos detrás. Éramos muchas carnavaleras las que queríamos subir a cantar», reconoce Tamara Pulido, de Las Chimixurris.
El número de participantes generó una competitividad que propició una escalada de calidad dentro las murgas. También obligó a poner un reglamento que, si bien encorsetó las actuaciones o en palabras de 'Manolón' «hizo que se perdiera la espontaneidad», nunca ha traspasado la línea roja de imponer un estilo. Buena prueba de ello son dos murgas que están en las antípodas en cuanto a identidad, pero que durante muchos años compartieron escenario. Son Dakipakasa y Los Murallitas.
Publicidad
MANOLÓN, AD LIBITUM
CHIQUI MENDOA, LOS NIÑOS
JOSÉ MARÍA REGAÑA, LOS MURALLITAS
«Ha quedado constancia en estos 40 años de que la palabra murga engloba muchos estilos y todos han sido bienvenidos. En las bases no está escrito que una murga tenga que hacer reír, lo bonito es que el Carnaval es libre para que cada uno se lo tome como quiera», opina José María Regaña, al frente de Los Murallitas, una murga que –en sus propias palabras– «aportó frescura y canalleo» y que es el ejemplo de que, sin levantar un primer premio, se ha ganado un hueco irremplazable en la historia de las murgas pacenses.
Con esa opinión coincide Juan Carlos González, alma de Dakipakasa, otra de las murgas que cambió el concurso: «Lo que hace cada una es intentar llevar al escenario lo que mejor se le da a través de la crítica, la emoción o el humor. Al principio era igual, qué tenía que ver Ad Libitum con El nombre da igual»,
Publicidad
Al concurso de hoy se le alaba que, vocal y musicalmente, está a años luz de los inicios. «Nosotros subimos ahora a cantar y nos echan a tomatás», resume 'el Cerillo'. Se le achaca también que ha perdido en contenido crítico. «Antes las murgas reivindicaban lo que pasaba en Badajoz, pero es que ahora, con las redes sociales, las noticias se queman en diez minutos y venir aquí y contar lo mismo es repetitivo, creo que la gente ahora quiere otra cosa», valora Abel Sansinena, de Los Water Closet, la murga que, junto con Al Maridi, se bate el cobre en los concurso de los últimos siete años. Raúl Cantero, que empezó en Taways y ahora está en AlMaridi, defiende que en su caso «intentamos ser la voz de las opiniones de la gente en el teatro».
Todos ellos han demostrado un profundo respeto por el Carnaval y pasión por la fiesta. Lo resume en una frase Regaña:«El Carnaval es para nosotros lo más importante de las cosas sin importancia».
Al igual que las mujeres, los niños también desaparecieron de las murgas hasta que en 2014 se creó el exitoso programa 'Aulas de Carnaval', la escuela murguera para asegurar el futuro de estas agrupaciones. Las murgas de hoy son el espejo donde se miran los niños que están empezando a descubrir el mundo de las coplas de Carnaval. «Nosotros cuando empezamos nos fijábamos en los que estaban delante, en los que ganaban y creo que ellos –los niños– tienen que estar haciendo lo mismo», opina Raúl Cantero, de Al Maridi. Así lo cree también Tamara Pulido, de Las Chimixurris: «Los niños se aprenden nuestras letras como nosotras lo hacíamos de las murgas antiguas cuando teníamos su edad y eso te llena el corazoncito». Abel Sansinena, de los Water Closet, por su parte, destaca que la cantera «tienen mucho recorrido. No hay que exigirles, sino dejarles que creen su estilo, se formen y vayan floreciendo». Además de espejo, muchos de los murgueros que hoy van a concurso son además los maestros de los chavales de la cantera. Este papel lo alaba 'Manolón', de Ad Libitum:«Los murgueros están haciendo una labor en los colegios espectacular. Con la cantera, el futuro de las murgas en el Carnaval está garantizado».
Escoge el plan de suscripción que mejor se adapte a tí.
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Te puede interesar
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.