Los Desertores empuñan sus pistolas de silicona en su nave de El Nevero. J.V. ARNELAS
Carnaval de Badajoz

Desfile de comparsas: La noche de las pistolas de silicona

Familias, modistas, grupos de amigos y comparseros apuran las últimas horas para coser y pegar los adornos del disfraz para poder estrenarlo mañana

Jueves, 24 de febrero 2022, 07:20

En el estrés de los días previos al Carnaval de Badajoz yo adelgazo, pero a mi madre y a mi hermano les da por comer y han engordado. Ahora tenemos que abrir más las pinzas de los trajes». Lo cuenta Luis Carlos Gómez Barjollo ... en mitad de la planta baja de una casa del Cerro de Reyes, que desde Navidades se transforma en un taller de costura donde se hacen doce disfraces de la comparsa Moracantana. Los de su padres, el suyo, el de sus dos hermanos, el de sus dos cuñadas y sus cinco sobrinos.

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Contratiempos como este que cuenta se amontonan en las horas previas al Carnaval. «Todo lo que puede pasar, pasa», resume. Este año aún más si cabe. La incertidumbre sobre la celebración de la fiesta por la pandemia y los problemas para surtirse del material por el desabastecimiento de las mercancías chinas y el caos del transporte, les ha hecho comenzar más tarde de lo habitual. La consecuencia, ya la tienen asumida: les espera una larga noche de pistolas de silicona para acabar de pegar los miles de adornos que llevan en su disfraz. A ellos y a las otras 45 comparsas que salen este Carnaval, a las que les faltan horas que les robarán al sueño para acabar sus trajes.

La comparsa de esta familia pacense ha tirado la casa por la ventana en el año más difícil, con el traje más elaborado y costoso de un grupo que suma 23 carnavales. Irán disfrazados de realeza británica, con telas en las que tienen que pegar 1.200 piedras. «Bendita silicona, el 70% del traje va pegado con la pistola, pesa más, pero nos ahorra muchísimo tiempo», dice.

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Luis Carlos no le puede echar la culpa a nadie, porque este pacense de 32 años, que empezó hace 16 en Moracantana tocando un zurdo, es hoy quien diseña el disfraz con el que desfilan sus 170 integrantes y quien ha arrastrado a toda su familia al Carnaval. «Es una locura a la que no le vemos fin, esto se entiende si estás dentro».

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Cada uno tiene su casa, pero desde que pasa el Día de Reyes, solo van a dormir. El resto del tiempo lo pasan en el taller, donde el Carnaval se compagina con la vida cotidiana: las tareas del colegio de los niños se hacen entre telas, hilos y la máquina de coser; con una mano comen las tostas de anchoa con tomate que prepara su padre y con la otra pegan perlas en el gorro; y entre corchete y corchete lo mismo hablan del divorcio de la infanta Cristina que de los trajes de otras comparsas. De fondo, suenan las murgas y, cuando el cansancio y los nervios impiden afinar el pulso para enhebrar la aguja, «nos echamos un cubatita», confiesa.

Luis Carlos Gómez Barjollo y su familia, integrantes de la comparsa Moracantana, cosen y pegan los últimos adornos a sus disfraces. J.V. ARNELAS

El Carnaval no da prórroga. Mañana tiene que estar todo listo. Lo sabe Inmaculada Ruiz, que tiene la casa patas arriba con los veinte disfraces que le han encargado este año. «Mi salón no se ve, el cuarto de la plancha tampoco y las escaleras están llenas de botas», relata. Comparsera primero, desde hace unos años cose y decora los disfraces de varias comparsas. Este año está haciendo de Umsuka Imbali, Lancelot, Moracantana, Cambalada y El Vavivén. Anoche terminó a las tres de la mañana y siempre queda algo que rematar. «Estoy agobiada, me ha faltado un mes. Comencé a coser en noviembre cuando empezaron a traerme las primeras telas, a ellos les ha cogido el toro porque no les llegaban los materiales y eso me ha retrasado también a mí».

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Ocho kilos de silicona

Para ella, la pistola de silicona también es una gran aliada. «Llevo gastados ocho kilos de siliconas, si no fuera por eso no llegaría porque al principio como no se sabía bien si se podría celebrar el Carnaval, algunas comparsas diseñaron trajes muy sencillos, pero conforme han ido avanzando los días y han visto que sí hay desfile, han ido complicando los trajes, sobre todo metiéndoles más decoración».

Además de las casas, otro punto neurálgico donde los comparseros hacen vida estos días para rematar sus trajes son sus naves de ensayo. Allí se juntan los rezagados, los que han tenido problemas con sus modistas y los que ya tienen todo listo pero se suman para echar una mano. En estos grupos no solo hay que tener listo el disfraz para el Viernes del Carnaval, sino también todo el atrezo para el gran desfile del domingo, lo que incluye los estandartes y el carro de música.

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En todas esas tareas estaban ayer afanados en la nave que la comparsa Los Desertores tiene en El Nevero, el veterano grupo del Carnaval de Badajoz que el próximo febrero cumplirá 35 años. En la pared se proyectan el concurso de murgas, piden pizza para cenar y hablan de «Carnaval, Carnaval, Carnaval, es el monotema», cuenta María José García Hermosa, la presidenta de la comparsa. «Hemos empezado a finales de octubre, cuando en un año normal en septiembre ya está estamos trabajando, y los últimos materiales los hemos entregado hace 20 días. Nos han faltado dos meses pero para mañana tiene que estar todo listo, el Carnaval no espera».

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