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Julio Arrieta
Jueves, 20 de marzo 2025, 08:29
Por fin en casa. Tras una estancia imprevista en el espacio de nueve meses, los veteranos astronautas de la NASA Sunita Williams y Butch Wilmore ... regresaron a la Tierra este martes, concluyendo una misión más larga de lo deseable en la Estación Espacial Internacional (EEI). Acompañados por otros dos colegas, su compatriota Nick Hague y el ruso Aleksandr Gorbunov, Williams y Wilmore tuvieron un amerizaje suave en las costas de Florida, a bordo de una nave espacial de la empresa SpaceX que fue recibida en el mar por un grupo de delfines. Ahora, les toca afrontar varios problemas de salud causados por su exposición prolongada a la radiación y, sobre todo, a la microgravedad.
Los efectos de los vuelos espaciales de larga duración en el cuerpo humano están bien documentados desde hace décadas, gracias sobre todo a las expediciones realizadas por la Unión Soviética y después Rusia en las estaciones espaciales Salyut y Mir. El récord mundial de días consecutivos en órbita lo ostenta el cosmonauta ruso Valeri Poliakov, que pasó 437 días a bordo de la Mir, del 8 de enero de 1994 al 22 de marzo de 1995.
Con 286 días, la estancia de Wilmore y Williams sobrepasa el tiempo estándar de seis meses para la rotación de la tripulación de la EEI. Ahora tendrán que superar los problemas de salud que acarrea vivir tanto tiempo en órbita. El primero es la atrofia muscular, un problema inevitable a pesar del ejercicio que practica a diario la tripulación. En ausencia de gravedad, los músculos, sobre todo de piernas y espalda, no tienen que trabajar tanto como en la Tierra, con lo que se debilitan. La falta de gravedad también lleva a que los huesos, sobre todo los que más soportan el peso del cuerpo, pierdan densidad.
286 días
han permanecido atrapados Sunita Williams y Butch Willmore en la Estación Espacial Internacional por problemas en la nave Starliner de Boeing que tenía que haberlos traído de vuelta.
Además, los astronautas que permanecen mucho tiempo en el espacio sufren el llamado síndrome neuroocular asociado al vuelo espacial (SANS). En microgravedad, aumenta la presión sobre los ojos y el cerebro, lo que afecta a la visión. Sin la gravedad que tira de los fluidos hacia abajo, la sangre y otros fluidos corporales se redistribuyen hacia la parte superior del cuerpo, causando hinchazón facial y reduciendo la carga de trabajo del corazón. Esto puede provocar hipotensión ortostática -descenso de la tensión arterial al ponerse de pie- al volver a la gravedad terrestre. Tener los pies en el suelo se traduce en estos casos en problemas de equilibrio y coordinación. Al regresar y caminar de nuevo, el cuerpo adaptado a la ausencia de gravedad se desajusta, provocando a menudo desorientación y mareos.
Fuera de la atmósfera protectora de la Tierra, los astronautas están expuestos a niveles de radiación cósmica equivalentes a someterse a cientos de radiografías. Esto aumenta el riesgo de cáncer a largo plazo y puede causar otros daños celulares. Esta es la razón de que los astronautas realicen un número limitado de vuelos a lo largo de toda su carrera como medida preventiva. Por último, el aislamiento, el confinamiento y la falta de un ciclo natural día-noche que caracterizan la vida en una estación espacial también puede derivar en problemas de salud mental al regresar a casa, que suelen manifestarse como una desorientación profunda al adaptarse a un entorno 'normal'.
Ahora Wilmore y Williams iniciarán un programa de rehabilitación de 45 días para tratar todos estos problemas. El programa incluye evaluaciones médicas de pérdida ósea, fuerza muscular y visión, además de fisioterapia para recuperar la movilidad y la estabilidad.
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