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Rafael Mesa y Jesús García | Palacio de Lorenzana
Arquitectura de HOY | Una selección de Francisco Hipólito
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Diálogo entre patrimonio y cultura vivaIrene Toribio
Domingo, 27 de octubre 2024, 08:08
Enclavado en el corazón histórico de Trujillo, se encuentra el Palacio de Lorenzana, antiguo hogar de los señores de Torrecillas y marqueses de Lorenzana, que resurge hoy como la sede de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes. Este palacio renacentista se alza, después de años de abandono convertido en escombros, como un faro de cultura y memoria viva para la región.
Hubo un tiempo en que el palacio se hallaba sumido en el silencio y la ruina, como describe el historiador Juan Tena en su obra 'Trujillo Histórico y Monumental', donde menciona cómo los escombros llenaban su interior, y sus muros ocultaban incluso su entrada. Pero incluso entonces, los ventanales renacentistas, con sus elegantes guirnaldas y ornamentos clásicos, mantenían intacta su belleza.
Estos detalles arquitectónicos, que se asoman a la calle y a las plazuelas cercanas, convierten al palacio en una joya innegable dentro del tesoro artístico de Trujillo.
El renacer de este edificio se gestó en dos fases. En 1982, se dio el primer paso para consolidar los viejos muros, aquellos que aún resistían el embate del tiempo, mientras que cinco años después se acometió la rehabilitación completa de la estructura. Fue entonces cuando el palacio comenzó a recobrar su forma y su alma.
En la planta baja, donde el salón de actos acoge hoy la vida de la academia, los trabajos fueron minuciosos. Bajo las bóvedas restauradas, se recuperaron espacios destinados a iluminar los saberes que ahora se comparten en el seno de este noble edificio.
El patio central, corazón del palacio, comunica las estancias mediante un juego de luces y sombras que evoca tiempos pasados. Su arcada en la planta superior, además de ofrecer un tránsito cubierto entre las distintas salas, envuelve la escalera principal que invita a recorrer cada rincón del lugar. En la planta alta se ubican la dirección, una biblioteca y salas de reuniones.
Fuera, el jardín de olivos, que asoma desde la fachada que da a la Plaza de los Moritos, extiende su serenidad. Los viejos olivos, guardianes del tiempo, parecen inclinarse hacia el palacio, reconociendo su restaurada grandeza. La nobleza de sus torres laterales, con la esbelta silueta de la torre opuesta complementan la Torre de Santa María y la Torre Julia, formando una imagen armoniosa que une pasado y presente.
Hoy, el Palacio de Lorenzana no es solo un monumento rescatado del olvido, sino también un símbolo del diálogo entre el patrimonio y la cultura viva, donde las artes y las letras de Extremadura encuentran refugio y expresión.
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Martin Ruiz Egaña y Javier Bienzobas (gráficos)
David S. Olabarri y Lidia Carvajal
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