![El arte no es solo cuestión de gustos](https://s3.ppllstatics.com/hoy/www/multimedia/202206/12/media/cortadas/arte-kFn-U170389694556odC-1248x770@RC.jpg)
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Iñaki Esteban
Domingo, 12 de junio 2022, 00:09
La calidad es un concepto incómodo en el arte. Como en las demás cuestiones, todo el mundo parece tener una opinión, un 'me gusta' o 'no me gusta', así que le sienta mal que le contradigan. Alejandro Vergara Sharp, jefe de Conservación de Pintura Flamenca ... y Escuelas del Norte en el Museo de Prado, invita a dar un paso más. Si a alguien le atrae un cuadro de Rubens, será por algo. Entonces, lo lógico es preguntarse por qué.
Conociendo la obra más allá de su superficie, el espectador descubrirá cosas que no ha visto. Y avanzando en el conocimiento llegará a saber en qué criterio se basan sus gustos. No se trata de renunciar al placer sensible, sino de aumentarlo, ni de plegarse a la autoridad del experto, sino de afinar la vista. Además, si hay vinos buenos, malos y medianos, ¿por qué no puede pasar lo mismo en el arte?
«Todos hacemos juicios cotidianos e intuitivos sobre si una cosa es mejor que otra. Si reconocemos que una obra de arte es 'buena', significa que le atribuimos un valor que va más allá de mis gustos y que otras personas también pueden reconocerlo. No defiendo criterios absolutos. Me siento bien en tiempos relativistas. Aprecio la libertad. A mí me gusta el rock y mi padre no podía entenderlo. Él juzgaba la música con los criterios de armonía y melodía; yo, con los de ritmo y energía. Cada uno tenía un criterio distinto para juzgarla, lo que significa que el criterio existía», apunta el historiador, que acaba de agotar la primera edición de su libro '¿Qué es la calidad en el arte?', publicado por Tres Hermanas.
Alejandro Vergara Sharp
Autor del libro
Vergara Sharp estuvo ayer en el Bellas Artes de Bilbao presentando este libro, que se basa en sus conocimientos sobre cómo los artistas y sus clientes establecieron lo que para ellos debía tener una buena obra entre los siglos XV y XVIII. «Se inspiraban en los modelos clásicos y las imágenes debía parecer reales, pero con una versión ideal o mejorada de la realidad. Para lograr ese realismo, daban volumen a las formas con la luz y el color, y utilizaban la perspectiva y los trampantojos, como las escenas de Rembrandt y Vermeer parcialmente cubiertas con una cortina para realzar el efecto de realidad».
La obra que mejor cumplía con esos criterios se consideraba de calidad excelente. Que un pintor llegara a ella no sólo era una cuestión de maestría, sino de mercado. Según pagaban, las hacía mejores o peores. Pero era consciente de que la calidad existía y se esforzaba por alcanzarla.
«Los nuestros son tiempos contradictorios. Todo el mundo parece tener su gusto, pero prácticamente nadie se atreve a decir que una obra es mala si otros han dicho lo contrario. Las casas de subastas constantemente utilizan la palabra 'calidad' para vender y no parece haber millonario que les lleve la contraria», indica el conservador del Prado.
Vergara Sharp entiende que un pintor holandés del XVII llegara a «aburrirse» de pintar modelos clásicos. «La innovación es también un valor artístico. En este sentido, Rembrandt es pura distorsión». A pesar de que la calidad existe, no todo hay que fiarlo a ella. «El punk lo hicieron unas personas que tocaban mal pero con sus ideas salvaron el rock, que estaba moribundo. Otra cosa es que el 'Rolling Stone' te haga una lista con los mejores 500 discos de la historia y no ponga ni una línea de por qué unos sí y otros no».
El juego de las diferencias
A la izquierda, 'La construcciónde la Torre de Babel' de Brueghel en el museo Boymans van Beuningen de Rotterdam. «La inmensidad que percibimos en el cielo y en la tierra adquieren una dimensión cósmica en la que podemos creer. Los azules son suculentos y celestiales», describe el autor. El cuadro de la derecha es un anónimo que está en la colección del Prado. «Sus figuras no son más que una pálida imitación de las de Brueghel». La imagen tuvo éxito y se reprodujo por doquier.
Pintora del siglo XVII especializada en bodegones, cuando pintó el de la izquierda, su primer cuadro conocido (1607), «debía de ser muy joven a juzgar por la dificultad con que algunos objetos -un plato de peltre, un candelabro, una copa de vino, un vaso de agua- se disponen en el espacio: parece que los miramos desde diferentes puntos de vista». En el de la derecha, en la colección del Prado, «su técnica ha mejorado notablemente y los volúmenes están representados de forma mucho más realista».
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