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Pablo Picasso fue el gran genio del cubismo, «pero podemos decir que el cubismo lo inventó El Greco». Así lo asegura Carmen Giménez, responsable de la exposición 'Picasso, El Greco y el cubismo analítico' que hasta el 17 de septiembre confronta en el Museo del ... Prado cuatro telas del Picasso cubista con otras ocho del Greco. Las de Picasso se pintaron entre 1911 y 1912, la etapa más cotizada del genio malagueño. La muestra constata a través de ellas como El Greco y Picasso rompieron con la tradición y con tres siglos de diferencia abrieron nuevas sendas para el arte.
«Son dos pintores muy completos, dos genios unidos por intereses semejantes», asegura Miguel Falomir, director del Prado. La exposición se centra en un momento muy concreto, la «revolución del cubismo analítico» que fue «la gran aportación de Picasso al mundo del arte» según Falomir.
La muestra celebra y analiza así la correlación «más radical» entre ambos genios y reflexiona sobre un aspecto fundamental, el ascendente del cretense sobre el malagueño cuando este se adentraba en el cubismo. «Juntos ofrecen la oportunidad de comprender cómo dos sensibilidades tan originales nos hablan de la redefinición del hecho artístico a través del volumen y el color, de la composición y la perspectiva, del espacio y la luz. Como desafían a la norma académica y a la tradición clásica», plantea la comisaria, quien cree que el Greco «era sobre todo un pintor libre, más allá de Tiziano y del canon de su época», y que «esa libertad fue lo que fascinó a Picasso».
El cretense resulta así «fundamental para la génesis del cubismo». «Rompe con los pilares de la representación tradicional por primera vez, algo que Picasso llevaría al límite varios siglos después viendo en El Greco un acto de rebelión», agrega la comisaria. «El cubismo analítico supone una gran revolución en la historia del arte del siglo XX. Es la descomposición de la forma y del ideal de recreación del mundo vigente desde el Renacimiento. Picasso descompone la figura en planos, algo que ya apunta El Greco en algunas de sus obras», resume Falomir.
Las cuatro telas de Picasso –'Tocador de mandolina', 'Acordeonista', 'El aficionado' y 'Hombre con clarinete' – han sido cedidas por coleccionistas y grandes museos: Thyssen, Beyeler, Basilea o Guggenheim. Igual que cuatro retratos del Greco que no están en la colección del Prado: tres son del Museo del Greco de Toledo –'San Simón', 'San Bartolomé' y 'San Juan Evangelista' –, y otra de una colección particular –San Pablo –. Las telas de Picasso tienen un valor incalculable. En una sala de subastas cada una superaría con mucho los 100 millones de euros si tenemos en cuenta la cotización de otras piezas de la misma época, la más apreciada de Picasso.
Casi todos los autores coinciden en limitar la influencia del Greco a la juventud de Picasso, pero la exposición plantea que fue «mucho más profunda y duradera» y «especialmente crucial para el desarrollo del cubismo», en particular para la fase del cubismo analítico en obras como 'El aficionado' o 'Acordeonista'. «Aunque alguien venga y no supiese quién es Picasso, el Greco o el cubismo analítico, no dejará de percibir una serie de similitudes entre ellas», afirma Falomir.
«El Greco no fue la única inspiración de Picasso pero fue muy importante», asegura Falomir. Recuerda como un joven estudiante de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando que firmaba como Pablo Ruiz entró al museo como copista de Velázquez en 1897. En 1936 se había transformado en un genio reconocido universalmente, y en plena guerra civil era nombrado director honorario del Prado con un sueldo de 15.000 pesetas, como se ve en los documentos que exhibe la muestra, que certifican el particular vínculo vital y artístico de Picasso con el Prado.
Sabemos que cuando estudiaba Bellas Artes el joven Picasso pasó más tiempo en el Prado que en la academia. «El Greco, Velázquez, inspiradme», se puede leer en un dibujo de aquellos años. «Yo, El Greco», anotó Picasso en otro dibujo. Toda una declaración de intenciones para un joven estudiante que con 17 años intuye en la obra de Greco el germen de aquello de lo que precisamente habría de librar a la pintura moderna.
A Falomir no le cabe duda de que «Picasso contribuyó al encumbramiento del Greco», un pintor que estuvo muy discutido hasta bien entrado el siglo XX. «A ambos se les calificó de extravagantes y la singularidad y la variedad estilística son rasgos compartidos», apunta Giménez. Y lo hace en un momento en el que el Greco no era ni mucho menos un valor apreciado. El pintor Francisco de Bernareggi, compañero de Picasso en sus visitas al Prado recordaba como les llamaban «modernistas» al verlos copiar al Greco. El padre de Picasso les amonestó al enterarse: «¡Vais por mal camino!» exclamó.
El Greco gozó de cierta fama desde que se instaló en España en 1577 hasta su muerte en 1614. Pero desde sus fallecimiento se tejió una leyenda sobre la alocada distorsión de su estilo pictórico en sus últimos años que oscureció su reputación crítica. Solo a finales siglo XIX se empezó a reivindicarle, gracias a jóvenes vanguardistas europeos de ese periodo. El Greco tardó tres siglos en ser entendido, pero una vez recuperado el olvido, aportó las claves a Picasso para romper definitivamente con el arte del pasado y los pilares de la representación tradicional.
La muestra se suma al 50 aniversario del fallecimiento de un Picasso, amenazado hoy de cancelación por machista y maltratador. «El cincuentenario consiste en eso, en poner en Picasso bajo todos los focos iluminara sus grandezas y sus miserias», dijo Falomir. Evitó juzgar la obra de «uno de los grandes maestros» en relación con su vida privada. «Era un genio y creo que debe ser difícil llevar una vida distinta. Se está tratando de hacer aproximaciones a su obra teniendo en cuenta estas complejidades», ha apuntado.
Reiteró que no reclamará el 'Guernica' a Manuel Segade, el nuevo director del Museo Reina Sofía. «¿A quien no le gustaría tener más 'picassos'? Pero si la pregunta es si voy a intentar traer aquí el 'Guernica', la respuesta es no. La misma que he dado ya más veces. El 'Guernica' está maravillosamente donde está y no he cambiado un ápice mi opinión», concluyó.
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