![Juanjo Artero (Agamenón) en el momento de matar a su hija Ifigenia.](https://s1.ppllstatics.com/hoy/www/multimedia/2024/08/22/Ifi%201-RXynXK0CVPA1AA3R7MIPjDJ-758x531@Hoy.jpg)
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Pongamos que no estamos ante una tragedia sino ante un texto que mezcla tres. Conclusión: dramón continuado, sangre, luto, rabia, llantos, lamentos, Zeus por acá, otros dioses por allá. Terror durante noventa minutos en esta singular 'Ifigenia'. Pero no se asusten. Que el espectador se ... ubique y disfrute del teatro porque con 'Ifigenia', el último montaje de la 70 edición del Festival de Mérida, se hace teatro. No es poco. Visto otros antecedentes en Mérida, esta 'Ifigenia' made in Extremadura con los populares rostros de María Garralón y Juanjo Artero, es un más que aseado dramón, con el valor brutal de la palabra y una buena mezcla con el poder expresivo de la imagen. La real y la de los sueños. Como la vida misma. Y todo con moraleja: la violencia de las guerras golpea a todos pero sobre todo a las mujeres y a las niñas. Y dar voz de ello porque ellas no las tienen. O no se le escuchan.
Quizás por eso el espectáculo, sin ser redondo, engancha; no deslumbra pero luce. Una buena propuesta, no solo por la voluntad de sus creadores sino por su ejecución, que contribuye a recordar que estamos en un festival grecolatino. Repito, grecolatino. Silvia Zarco, más extremeña ya que sevillana, la gestora del texto, docente de Latín y Griego y experta en los clásicos, sabe lo que escribe y Eva Romero, de Guareña, sabe dirigir. Un buen director y un buen dramaturgo son básicos para un buen producto teatral que persiga y logre, con más o menos rotundidad, eso es otro debate, al espectador.
Después va el otro condimento imprescindible, el reparto. Y aquí tampoco 'Ifigenia' decepciona. María Garralón y la extremeña, de Montijo, Laura Moreira destacan; Juanjo Artero no desentona; la veterana pacense Beli Cienfuegos (71 años) se suma al tono más que aceptable de la obra y el resto de actores (Nuria Cuadrado, Alberto Barahona, Néstor Rubio...) siguen el mismo camino. Hay mucho trabajo, y bueno, hecho por la Escuela Municipal de Teatro de Guareña desde hace tiempo.
Ante 3.100 espectadores, un casi lleno en el estreno, el Teatro Romano acogió la pasada noche un montaje en el que solo unas simuladoras rocas se colocan sobre la escena casi diáfana del monumento. Con eso se lanza un primer mensaje. Prima la palabra. La innovación proclamada en otros montajes (o modernidad) tiende a veces a ser confundida y deja espectáculos tan populistas, pensados más para el agrado del gran público que para saborear los textos, como vacuos. En este caso no es así. En esta 'Ifigenia' producida por el Festival y la también extremeña Maribel Mesón (más Guareña al poder) se declama, se recita, se interpreta con criterio, sin licencia para la excentricidad.
Le falta, quizás, mayor regularidad para implosionar hacia la excelencia durante la hora y media que dura el montaje, que empieza fuerte y acaba más. Con Agamenón (Juanjo Artero) como foco del rey sin escrúpulos, del padre sin corazón, del hombre manejado por los dioses, no por la razón, al que el público le despide con aplausos cuando su mujer Clitemnestra (Beli Cienfuegos) le corta el cogote.
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Elena Ambrona
R. H.
Artero es creíble y Cienfuegos, también. Pero quien empieza a dar lustre inicial es Laura Moreira en su papel de inocente y víctima Ifigenia. Hasta en su papel de muerta es destacable. Entre tanto, sucesión, en lo visual, de vestuario negro luctuoso, blanco de pureza virginal y rojo de sangre porque, como queda dicho, tres tragedias en una sola deja un reguero de atrocidades bañadas siempre con sangre inocente.
«¡Qué macabra costumbre esa de cortar el cuello a doncellas inocentes!», se proclama en un momento. «Basta ya de tanta matanzas» o «De nada os sirve la voz de las palabras, solo os queda las armas». El público vive (o padece, según se mire, porque últimamente no está acostumbrado a tragedias, tragedias de verdad, en Mérida).
La caracterización de los personajes, de Juanjo Grajera, o la elección de la iluminación, por parte de Rubén Camacho, ahora en una buena elección escenográfica. Hasta se nos ofrece un pequeño pero aceptable combate sobre la arena de la escena en medio de la furia de guerra desatada entre Grecia y Troya y las ambiciones políticas y las penurias personales de cada personaje. Todo un cóctel teatral preparado a conciencia para, a su vez, remover conciencias.
Un montaje en el que los gritos atormentados tienen su lógica. Y se agradecen. Porque esto es una tragedia sin cloroformo, ni en lo formal ni en lo verbal. Algo que para los clásicos más clásicos del Festival de Mérida hace recordar otros tiempos. Buenos tiempos, que también los hubo aunque tampoco todo el monte fue orégano entonces para los que acumulan ya cierta memoria histórica cultural.
Porque, aunque parte del público se está acostumbrado a espectáculos light y de poca sustancia, el teatro en Mérida siempre se recordará más por una de las 'Medea' de Nuria Espert o la de Blanca Portillo; el 'Edipo Rey' de Jorge Lavelli, protagonizada por Ernesto Alterio y Carme Elias, y la colaboración de Juan Luis Galiardo; o la 'Hécuba' de Concha Velasco, por un poner, que por cualquier montaje realmente perecedero de aplauso facilón.
Esta 'Ifigenia' no entra en el grupo más selecto de grandes espectáculos, de huella imborrable del Festival de Mérida, pero es un buen trabajo gestado en Guareña. En la localidad de las Vegas del Guadiana han vivido y se han preparado durante casi dos meses sus actores. María Garralón ya es una más en el pueblo de Luis Chamizo y ahora del yacimiento tartésico de Casas del Turuñuelo. La madrileña, ex de Verano Azul o Farmacia de Guardia, aquí vivió hace tres años, en 2021,cuando formó parte de Las suplicantes, su primera vez en el Festival emeritense.
En 'Ifigenia' borda su papel de la destronada reina troyana Hécuba. Convincente, pasional, nítida, María Garralón es un pilar de un montaje que empieza eléctrico con Juanjo Artero, que se encuentra con la actriz 43 años después de grabar juntos la serie 'Verano azul'. Artero arranca potente, brillante, directo aunque parece que la obra se le hace un poco larga al final. En todo caso, no desmerece porque valoriza con su trabajo el teatro en el Teatro Romano de Mérida. Como sus compañeros de reparto. Es lo mejor que se puede decir de una compañía.
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