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La ópera, ese género casi oculto en la vasta historia del Festival de Mérida, hace arrancar con lustre la 65ª edición de la gran cita cultural de Extremadura. La historia cantada y teatralizada de 'Sansón y Dalila', la del imbatible guerrero y líder hebreo que sucumbe ante los encantos de una pérfida filistea para ganar un conflicto político, aporta intensidad, credibilidad y emoción en el estreno de la programación que se desarrollará hasta el 25 de agosto en el Teatro Romano emeritense.
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El pasado jueves, en el estreno, un público muy agradecido por el resultado del montaje ideado por Paco Azorín, dictó su valoración: diez minutos de aplausos más sinceros que de compromiso como ocurre en algunas ocasiones. Una prueba, quizás, de que la ópera puede tener cabida con más frecuencia (la anterior fue en 2013) en futuras ediciones del festival y que merece la pena un punto de riesgo en el menú teatral que cada verano ofrece Extremadura al mundo a través de los clásicos grecolatinos.
'Sansón y Dalila' partía con evidentes dificultades previas para resultar un producto excelente, como finalmente ha demostrado serlo. Encajar la presencia de 350 figurantes, la Orquesta y el Coro de cámara de Extremadura y las propias voces de tenores, mezzosopranos y barítono tiene sus obstáculos. Si a eso se le suma un texto cantado en francés, aunque con subtítulos al castellano perfectamente visibles en pantallas cercanas a las columnas del frente escénico, se entiende mejor un trabajo hercúleo como el que supone el primer montaje del festival.
En su estreno, ante un graderío casi lleno (unos 2.800 espectadores), el sudoku operístico respondió y, como suele ser habitual en estos casos, es previsible que incluso mejore su engranaje en las funciones previstas para hoy sábado y mañana domingo.
La figuración para crear un montaje casi épico, al estilo del viejo cine 'peplum' que se puso de moda en la mitad del siglo pasado, puso su añadido sobresaliente a través de la participación de personas de Plena Inclusión (un centenar eran personas con discapacidad intelectual) y de otros colectivos sociales.
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Fueron ellos los que introdujeron a la ópera otro toque singular en el Teatro Romano de Mérida, un monumento que vio de nuevo la presencia de animales sobre el escenario (caballos). Todo, sin duda, para generar un montaje que emociona, remueve conciencias, porque, más allá de una muchas veces vista historia de amor (y traición), la ópera dirigida por Azorín y aderezada escenográficamente por Carlos Martos transmite rabiosa actualidad, algo que suelen traer cada verano los textos clásicos.
En este caso, 'Sansón y Dalila' se basa en el relato bíblico que se encuentra en el capítulo 16 del Libro de los Jueces del Antiguo Testamento. Antiguo Israel, 1.150 antes de Cristo. Es la única ópera del francés Charles Camille Saint-Saëns que se representa con regularidad. Se estrenó en Weimar (Alemania) el 2 de diciembre de 1877, en una versión en alemán. Ha sido readaptada al siglo XXI, al conflicto palestino-israelí, para narrar la lucha por el poder, la represión al pueblo, la tiranía, la venganza como arma de destrucción masiva o el papel de la prensa contando al mundo lo que pasa.
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La introducción de una reportera de guerra es un añadido que se permite Paco Azorín para hacer más actual ese conflicto que lleva arraigado desde hace décadas. La presencia de esa periodista mete, además de canto y teatro, imágenes televisivas en el montaje.
Todo entremezclado con acierto para que el espectador no tenga un instante de un más que previsible despiste. Y eso no es fácil por la duración del montaje y el descanso obligado de quince minutos.
'Sansón y Dalila' tiene los componentes de una notabilísima dirección teatral. Se nota que Paco Azorín conoce, respeta y optimiza el monumental recinto emeritense. Pero también resalta una sobresaliente dirección y reparto musical que logra extenderse durante las casi dos horas y media, incluyendo descanso, de la representación.
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En este apartado hay que señalar las actuaciones sobresalientes de la mezzosoprano María José Montiel, una Dalila muy convincente, el tenor Noah Stewart, en su papel de Sansón, o los barítonos David Menéndez y Damián del Castillo y el bajo Simón Orfila.
En el montaje operístico, dividido en tres actos, hay que mencionar dos momentos extraordinarios, dos arias (piezas cantadas por un solista, sin coro). El momento del enamoramiento entre Sansón y Dalila es singularmente emotivo. Tampoco hay que olvidar el desenlace de la historia, tan arraigado en el imaginario popular: cuando Dalila logran extraerle el secreto de su fuerza, le corta la cabellera y lo entrega indefenso a sus enemigos filisteos.
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Si a eso se le suma una descomunal Orquesta de Extremadura (da la impresión que ha estado muchos años desaprovechada en la región para el Teatro Romano y otros recintos en general), dirigida por Álvaro Albiach, y el excelente actuación del coro de cámara de Extremadura, guiado por Amaya Añúa, el producto final es muy aprovechable.
El coro supo además aprovechar su colocación en el graderío del Teatro -no solo actuó en el escenario- para propiciar un montaje más apetecible.
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El toque final lo aporta la participación de personas de colectivos sociales, figurantes absolutamente entregados para añadir entusiasmo a cambio de nada y crear una gigantesca representación.
El éxito de la ópera Sansón y Dalila' en el Festival de Mérida es equiparable al triunfo conseguido en 2018 por la película 'Campeones', teniendo en cuenta el carácter más reducido del mundo de la lírica y el bel canto, resaltó ayer Plena Inclusión Extremadura. La asociación reconoció el «compromiso» del director del festival, Jesús Cimarro y el gerente, Pedro Blanco, «para avanzar hacia la perspectiva inclusiva del certamen». Y agregó que había que felicitar a los figurantes, procedentes de diferentes entidades.
Desde que 'Sansón y Dalila' llegó a Mérida a mediados de mayo han tenido que participar en sesiones «maratonianas de ensayo, miles de kilómetros de viaje y horarios muy diferentes a los de su rutina diaria», concluyó Plena Inclusión.
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Un despliegue policial más reforzado del habitual, menos representantes del mundo artístico de lo previsible, una noche de temperatura muy agradable y un cóctel muy generoso en los jardines del Peristilo al finalizar el estreno de Sansón y Dalila. Una noche singular porque fue la primera en la que se echó en falta al reputado cortador de jamón emeritense Nico Jiménez, fallecido hace cuatro meses. Y en la que buena parte de los representantes de las altas instancias del Estado disfrutaron de Mérida y su Teatro aprovechando su respaldo a Guillermo Fernández Vara en su toma de posesión como presidente de la Junta, dos horas antes de que la ópera abriera el festival 2019.
La entrada al teatro enfrente a la Lonja de Extremadura presentaba una cola inaudita. Esa que indica que hay mucha expectación por un montaje concreto. Aquí el interés radicaba en el listado de invitados previstos. Muchos de ellos acudieron al Patio de los Naranjos, en la Asamblea regional, para acompañar a Vara en el inicio oficial de su último mandato como jefe del Gobierno extremeño. Todos menos la vicepresidenta en funciones, Carmen Calvo, se fueron después al recinto romano.
La cordobesa Calvo, que fue consejera de Cultura de la Junta de Andalucía, se tuvo que marchar a Madrid para presidir el Consejo de Ministros que se desarrolló ayer en Madrid. Pedro Sánchez estaba en Japón, en la cumbre G-20 en la que se sientan los presidentes de los países más poderosos del mundo.
La noticia el jueves es que la tercera y la cuarta autoridad del Estado acudieron para ver ópera a la capital de Extremadura. Esto es, la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, y el presidente del Senado, Manuel Cruz. Se juntaron en el graderío junto a Vara, su mujer, el alcalde de Mérida, Antonio Rodríguez Osuna, y el ministro de Fomento en funciones, José Luis Ábalos.
No muy lejos estuvieron la presidenta del Consejo de Estado, María Teresa Fernández de la Vega (exvicepresidenta del Gobierno) y el alcalde de Vigo y presidente de la Federación de Municipios y Provincias de España (Femp), Abel Caballero. Un político que en una ciudad de casi 300.000 habitantes ha arrasado, electoralmente hablando: 20 de 27 concejales.
«Somos los dos mejores alcaldes de España», soltó riéndose Caballero con su deje gallego mientras bromeaba con Osuna, otro de los regidores más votados del país en municipios por encima de 50.000 vecinos. También el vigués estuvo con su homólogo extremeño, Francisco Buenavista, alcalde de Hornachos y presidente de la Fempex. Yolanda García Seco, delegada del Gobierno en Extremadura y Blanca Martín, presidenta de la Asamblea, tampoco faltaron al debut festivalero.
Lejos del ámbito político, el histriónico Pablo Carbonell, cantante de Toreros Muertos, además de actor y humorista, o Gecko Turner, el músico extremeño fueron dos de los más saludados en una noche de éxitos.
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