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Dice Irene Sánchez Carrón (Navaconcejo, 1967), que no tiene pose de poeta. Mucho de sus compañeros del instituto Norba de Cáceres desconocen que comparten claustro con alguien a quien el Principado de Asturias acaba de entregar su premio literario Emilio Alarcos.
Tampoco tenía pose de poeta cuando consiguió en 1999, con 32 años, el Adonais, el más prestigioso y al que aspira todo poeta en España. Aquello, recuerda ahora, le sirvió para sentirse por primera vez una escritora con lectores.
Poco prolífica en el género por su dedicación a la enseñanza y con una tesis doctoral recién terminada, con el Alarcos se puede decir que en cierto modo se repite la historia. Regresa de nuevo a la órbita literaria.
Más allá de los 7.200 euros de premio, el galardón supone publicar con Visor, una de las editoriales con mejor distribución para poemarios. «El premio es un altavoz que te permite llegar a la gente».
El jurado, presidido por el poeta Luis García Montero, vio en 'Micrografías' un acercamiento lírico al mudo rural. Los más de cuarenta poemas cuentan muchas añoranzas de alguien que vive el ciudad y añora el campo. «Hay mucha tradición de escribir sobre la incomunicación y la soledad de las grandes ciudades, quizá por eso ha llamado la atención esta contraposición».
Ahora vuelve a poner el contador a cero. Es momento de leer y observar lo que se está escribiendo para ver lo que surge. Irene Sánchez Carrón es de las poetas que no renuncia a escribir para el gran público. Respeta los que buscan a 'la inmensa minoría' a la que había que dirigirse según Juan Ramón Jiménez, pero se siente más cómoda escribiendo para 'la inmensa mayoría' de Blas de Otero. «Existe un poco de confusión con esto. Se piensa que una poesía muy culturalista es de calidad y la que se basa en situaciones cotidianas no. Y puede ocurrir lo contrario».
Su afán como escritora se basa en la comunicación. «Debe decir algo, contar algo y partir de situaciones en las que los lectores se sientan identificados porque lo que cuentas les ha pasado a ellos».
De esa forma se explican, por ejemplo, poemas como 'Español para extranjeros', que se inspiró en su día a día como profesora de esta disciplina o 'Amor de biblioteca'. «Un día, en clase, los alumnos me dijeron que la biblioteca era un rollo, yo les contesté que ni mucho menos, que incluso se podía ligar».
Su trayectoria literaria está llena de poemas claros en la expresión, con poder narrativo, que parten de situaciones que todos, de alguna manera, hemos vivido. No extraña, por tanto, que tenga a Ángel González y a la generación del 50 como sus referencias de cabecera. «Cuando les descubrí, sobre todo a Ángel González, descubrí el deseo de contar de esa forma tan cercana y existencial. Hasta entonces no me había atraído la poesía».
Ahora es ella la que busca ese mismo efecto en los lectores. «Me satisface mucho que los lectores me digan que entienden mis poemas, que no son habituales lectores de poesía pero les atrae lo que yo hago».
Tampoco faltan los temas sociales. 'Micrografías' arranca con una composición sobre el maltrato animal y no han faltado los dedicados a la contaminación o la llegada de inmigrantes en patera. «No es lo más predominante en mi obra, pero son muy frecuentes porque forma parte del mundo en el que vivimos».
Con ese planteamiento, es lógico que alguien que se dedica a la enseñanza y trabaja con adolescentes explique en verso su particular versión de la adolescencia. «Los alumnos más mayores del instituto me felicitan porque han leído lo del premio, pero yo trato de no mezclar los dos mundos. La enseñanza requiere de un trabajo continuo y quisiera ser una buena profesora».
Acaba de terminar una tesis doctoral sobre la adquisición de idiomas porque siempre se ha dedicado a enseñar idiomas. Primero español a extranjeros y luego inglés en los institutos.
Irene Sánchez Carrón es licenciada en Filología Inglesa por la Universidad de Extremadura y en Filología Hispánica por la Universidad Nacional de Educación a Distancia. Con una beca de 'Auxiliar de Conversación', impartió clases de español en Londres durante el año 1991. En Badajoz, fue profesora en el Instituto Castelar y actualmente enseña en el Norba Caesarina de Cáceres.
Ahora, con un nuevo premio bajo el brazo y un libro en el horno, siente que se ha cerrado una etapa. «Cierras una tesis, una investigación y un poemario en el que has estado trabajado durante mucho tiempo».
Como explicó Luis García Montero cuando anunció la deliberación del jurado, cuenta con una madurez y una voz muy personal. Aunque hay quien no cree en los premios literarios, algunos como el Alarcos siguen siendo un gran examen de evaluación. Concurrieron más de noventa poemarios, todos de un alto nivel, según el jurado.
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