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Talavante salva una tarde en Cáceres en la que el ganado volvió a defraudar

Talavante salva una tarde en Cáceres en la que el ganado volvió a defraudar

La poca raza de los de Núñez del Cuvillo y el escaso acierto de Pablo Hermoso con el rejón de muerte dejan al pacense como único triunfador

Pepe Orantos

Lunes, 2 de junio 2014, 07:34

Apenas sobraron un puñado de localidades para colgar el cartel de 'no hay billetes' en el coso de la Era de los Mártires. El máximo exponente del toreo a caballo abriendo plaza, una figura de referencia, casi convertido en un clásico en activo y el torero que lidera el escalafón extremeño en los últimos años, conformaban un cartel de relumbrón que parecía llamado al triunfo colectivo casi sin remedio.

FICHA DEL FESTEJO

  • Toros.

  • Dos para rejones de Luis Terrón, se movió más y mejor el primero que el segundo, y cuatro de Nuñez del Cuvillo para lidia a pie, desrazados y con poca presencia.

  • Toreros. Pablo Hermoso de Mendoza oreja y ovación. Enrique Ponce

  • Plaza. Segunda corrida de la feria de Cáceres. Casi lleno. Tarde agradable en la que el viento no molestó. Tras la muerte del primero, un antitaurino saltó al ruedo con un cartel alusivo a su movimiento.

Sólo había un factor que podía mandar al traste con tan grandes augurios, el ganado. Y así fue. Cierto es que los taurinos de ahora no paran de repetirte que la báscula no tiene por qué ser determinante a la hora de apreciar el trapío y las hechuras de un toro, pero cuando en una corrida mixta los dos toros para rejones pesan más que tres de los cuatro toros reseñados para el toreo a pie, algo empieza a descuadrarte. O los de rejones eran muy grandes o los de a pie muy pequeños.

Si a esto sumamos que los de Núñez del Cuvillo han tenido la raza justa para jurar bandera, el cóctel nos devuelve otra tarde en la que la técnica y experiencia de uno y la entrega y saber hacer de otro vuelven a dejar a los diestros muy por encima del ganado tapando, en muchos casos, sus más que evidentes defectos.

Pablo Hermoso de Mendoza abrió plaza con Janucá, tratando de levantar al público desde el primer galope y realizando una exhibición de control de su montura mientras el primero de Luis Terrón galopaba con soltura metiendo la cabeza abajo. Magníficos los pares de banderillas puestos con Viriato y Disparate y espectacular, una vez más, Pirata en el último tercio.

Cansado como está el navarro de ajusticiar a sus oponentes al primer rejón de muerte, resultó sorprendente cómo, no solo no acertó a matar a Espigadero a la primera, sino que al echar mano de la muleta y el descabello tuvo que emplearse en dos ocasiones hasta que el de Luis Terrón rodó, para cobrarle una oreja.

Tras adecuar los areneros el ruedo y pintar las rayas de picar, Enrique Ponce volvía a enfrentarse a un toro en la plaza de toros de Cáceres tras muchos años de ausencia. El primero de Núñez del Cuvillo, de nombre Aguafría y 435 kilos de peso no recibía más que medio puyazo ante el caballo de picar que muchos dieron por válido al poder disfrutar del quite por delantales con el que el valenciano deleitó a cuantos se dieron cita e la plaza cacereña.

Brindó Ponce al público y se encaminó a intentar realizar una más de las innumerables grandes faenas que jalonan su carrera. Algo le había visto en el Chiva al pitón izquierdo para empezar su faena al natural, pero la corta embestida del de Núñez del Cuvillo frustró cualquier intento de cuajar ninguna tanda completa.

Lo intentó con la derecha y la izquierda, ligando valiosos cambios de mano en su muleta, pero con la nula colaboración de Aguafría, que se negó a contribuir al triunfo del valenciano. En el primer intento de dar muerte el toro, Ponce cobró media estocada, algo tendida, que el mismo animal se encargó de escupir. En el segundo intento si acertó a colocar una estocada que sirvió para despachar al gaditano camino del desolladero. La falta de transmisión de la res y la tardanza en su muerte acabó por enfriar al público que se limitó a pedir al valenciano que saliera a saludar al tercio.

Talavante llega al tendido

El tercero de la tarde, que correspondía a Alejandro Talavante, sorprendió en su salida por su capa colorada, hasta el punto de que nadie se fijó en que apenas pesaba veinte kilos más que su hermano anterior. Mostró poca fijeza en el capote del pacense en los primeros lances y se empleó con fuerza ante el picador.

El extremeño comenzó a cimentar su triunfo con el quite por chicuelinas que administró a Apaciguante y que remató con una preciosa media verónica que levantó a buena parte de los abarrotados tendidos cacereños.

Al comenzar la faena de muleta, Alejandro Talavante abrió su particular catálogo de toreo e instrumentó una serie de estatuarios en los medios que acabaron por entregarle el fervor del público. Pasó a probar al toro con la derecha y, a pesar de que no acababa de humillar logró hacer que repitiera una y otra vez su embestida rebrincada.

Cuando tras un trincherazo con la mano derecha se dirigió a recoger la espada de verdad, todos en la plaza creyeron que la faena tocaba a su fin. Sin embargo, aún quedaban dos preciosas bernardinas para acabar por rendir a cuantos indecisos quedaran en los tendidos.

A pesar de que todo parecía encaminado a un triunfo rotundo, una estocada entera, algo tendida, que ralentizó en demasía la muerte del astado acabó por decantar a la presidencia a concederle una sola oreja, con la bronca del respetable, que pedía una segunda.

Pablo hermoso de Mendoza sacó a Napoleón para abrir la faena de su segundo toro al que banderilleó con Dalí y Duende, que protagonizó el único error de la tarde al fallar en un par de banderillas cortas. El toro de Luis Terrón acabó rajándose en el desarrollo de la lidia y al navarro le costó Dios y ayuda darle muerte con un metisaca y cuatro descabellos.

El quinto de la tarde traicionó hasta al dicho y fue malo, a pesar de que se empleó bien ante el caballo. Siempre mantuvo la cara arriba, dificultó hasta el tercio de banderillas e impidió en todo momento el lucimiento de Enrique Ponce que, con su maestría, tapó los muchos defectos que exhibió el de Núñez del Cuvillo.

El de Chiva lo intentó una y otra vez, con una insistencia que el público le agradeció pero, a pesar de que consiguió arrancar algún muletazo de mérito, nunca pudo acercarse lo más mínimo a lo que hubiera sido su faena deseada. Ponce lo mató de media, algo trasera, que sirvió para que Famoso se marchara de la plaza abroncado por el público.

Salió el sexto de la tarde al ruedo y la banda de música se arrancó con los acordes de la popular jota extremeña del Redoble, lo que contribuyó aún más a la predisposición de los entregados tendidos cacereños.

El de Núñez del Cuvillo se empleó bien ante el caballo y recibió un gran puyazo del que salió sin fijeza alguna ante el capote, dando muestras de su más que evidente mansedumbre. Talavante comenzó su faena de muleta con dos marcados ayudados por alto que remató con un pase de pecho cambiándose la muleta de mano. El pacense cautivó al público con sendas tandas iniciadas con el pase de las flores que, pese a carecer del brillo requerido, le colocaban a las puertas de un triunfo seguro.

Una vez tomó la espada de matar, volvió a dejar para el final dos magníficas manoletinas que acabaron por abrirle pa puerta grande pese a pinchar en su primer intento de estocada y dejar una segunda algo tendida que acabó por hacer rodar a la res. Una oreja y la puerta grande fueron su recompensa.

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